Momento de oración en los pasillos de las oficinas.
Momento de oración en los pasillos de las oficinas.
Alex Kolomoisky
Hodaya y S en las oficinas de Rafael.

Lo Sagrado y lo Profano: ultraortodoxos en la industria de defensa israelí

Abraham estudió Torá hasta que la necesidad de mantener a su familia lo obligó a cambiar versículos por algoritmos. Hodaya llegó de Tzfat sin experiencia en el área, pero S. su actual jefe se muestra orgulloso de la contribución de la joven a la seguridad del país. S por su parte defiende el camino elegido pero sueña con que sus hijos sigan con los estudios de la Torá. En conjunto rompen con los estereotipos de qué significa ser ultraortodoxo en Israel.

Udi Etsion - Adaptado por Adrián Olstein |
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Estamos ante un edificio de oficinas en una transitada zona comercial de Jerusalem. En el hall de la planta baja hay una exhibición de autos de lujo, solo aptos grandes empresarios. Es mediodía en Israel y unos pisos más arriba en un pasillo tiene lugar un servicio de oración. Alrededor de los hombres que rezan están las áreas de trabajo plagadas de monitores y grandes ventanales escritos con marcador de pizarra, llenos de complejas fórmulas matemáticas.
En apariencia uno de los tantos lugares en que lo Sagrado y lo Profano se encuentran en Jerusalem. Pero esta vez la combinación presenta muchas particularidades. Los fieles de aquí son algunos de los más destacados expertos en informática del país. Su trabajo consiste en resguardar los sistemas de defensa más importantes de Israel. En el buzón que da a la calle no figura el nombre de la empresa. Es el fabricante de la Cúpula de Hierro, de los misiles Spike, del sistema cortavientos, entre otros: se trata de la compañía de defensa Rafael.
"Estoy muy orgulloso de lo que hacemos acá y del equipo que hemos conformado", afirma S, fundador y director del centro de investigación y desarrollo informático de Rafael en Jerusalem, también él ultraortodoxo. "¿Pero quiero que mis hijos sigan mi camino? Vengo de una comunidad que valora los estudios en la Yeshivá de Ponevezh, en Bnei Brak, y en la Yeshivá de Hebrón. Quiero que mis hijos vayan en esa dirección. La Yeshiva es un paso obligado. Después, si ellos lo desean y en consulta con el rabino, podrán buscar su lugar en la alta tecnología”, evalúa.
“Tengo un hijo que ya muestra interés en el campo, pero antes tiene que terminar la Yeshiva. Esto es lo que lo edificará espiritualmente. Y esa es una prioridad. Yo personalmente quería continuar mis estudios de Torá pero mis padres querían que estudiara una profesión, así que estudié ingeniería", cuenta S.
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Hodaya y S en las oficinas de Rafael.
Hodaya y S en las oficinas de Rafael.
Hodaya y S en las oficinas de Rafael.
(Amit Shabi)
Al escribir sobre las personas en las industrias de defensa, existen reglas claras de anonimato. Nada de rostros, nada de apellidos. Pero esta vez los entrevistados son incluso más estrictos que las reglas: cuentan detalles que luego piden omitir para no ser reconocidos. Por eso S pide omitir incluso su nombre de pila. Otra de las integrantes del equipo pidió suspender la entrevista a último momento, por recomendación del rabino y de su marido.
La compañía de defensa Rafael operaba tradicionalmente en el norte de Israel. Allí tenía sus institutos de investigación y fábricas. Trabajaba en estrecha colaboración con el Instituto Tecnológico Technion y la mayoría de sus empleados provenían de la zona. Pero a medida que la empresa creció y la competencia por reclutar trabajadores en tecnología aumentó, comenzó a extenderse a otras áreas. En 2001 abrió oficinas en Jerusalem y desarrolló allí un área que permite que hoy una bomba un misil de la compañía se dirijan con precisión a su objetivo.
En 2017, la empresa recibió una solicitud de un grupo de trabajadores informáticos de NDS, una importante empresa tecnológica de Jerusalem que ya entonces empleaba a muchos ultraortodoxos. NDS había sido adquirida unos años antes por la compañía estadounidense Cisco, y debido a algunos cambios en el enfoque comercial de la casa matriz, este grupo de empleados buscaba en Rafael su próxima casa.
"Traspasos como ese son comunes en la alta tecnología", cuenta S. "Estábamos buscando un lugar que pudiera alojarnos a todos y que nos permitiera quedarnos en Jerusalem. Pasamos por varias empresas, nacionales e internacionales. Algunas rechazaron la idea de abrir oficinas en Jerusalem, algunas rehuyeron a trabajar con ortodoxos. Rafael estaba buscando personal especializado en informática y se mostró interesado", explica. De un grupo original de nueve integrantes, hoy el equipo informático de Jerusalem cuenta con 25 puestos de trabajo.
"Nuestra tarea consiste en proteger los sistemas de defensa que produce Rafael de los ataques cibernéticos y asegurarnos de que, incluso si alguno de esos elementos cae en manos enemigas, sus secretos se mantengan protegidos”, cuenta S. No se trata de un escenario teórico: anteayer fue fotografiado en el norte de Irán un dron “suicida” de fabricación israelí vendido a Azerbaiyán para las batallas de Nagorno-Karabaj. Por motivos poco claros, una de las aeronaves no tripuladas se estrelló en suelo iraní, a unos pocos kilómetros de la zona de batalla. Una de las preocupantes fotos permite ver su ojiva sin explotar con el logo de la compañía Rafael.
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La oficina de informática de Rafael en Jerusalem solo contrata personas religiosas y ortodoxas.
La oficina de informática de Rafael en Jerusalem solo contrata personas religiosas y ortodoxas.
La oficina de informática de Rafael en Jerusalem solo contrata personas religiosas y ortodoxas.
(Alex Kolomoisky)
Un hallazgo de ese tipo podría permitir a los iraníes estudiar los secretos del Dron y tal vez incluso copiarlo, tal como hicieron con poco éxito con un Dron estadounidense al que lograron hacer aterrizar en su territorio hace unos años. Un evento como este puede ser el momento en que el equipo informático de Jerusalem es puesto a prueba.
En Jerusalem, este equipo recluta solamente a trabajadores religiosos y ultraortodoxos. "Un estudiante de informática secular en Jerusalem tiene muchas alternativas. En cambio, una persona religiosa, que quiera quedarse en la ciudad, cerca de su familia y de la comunidad, tiene pocas.
Abraham, de 34 años y padre de seis hijos, era alumno de S en la universidad. Nació y creció en Jerusalem y se formó en educación lituana. Hasta los 20 años estudió en la Yeshiva Ponevezh y luego continuó en los kollel (institutos de estudio avanzados de Torá). "Me consideraban un candidato tanto en la Yeshiva como en el Kollel. Tenía buenas notas”, cuenta. Pero a los 26, con dos hijos y un tercero en camino, se le hizo más difícil sostener con sus ingresos a la familia. “El rabino me dijo: 'Busca una profesión', así que busqué un trabajo que me resultara significativo".
En un año, completó un curso preparatorio en inglés, física y matemáticas. Después de trabajar en un proyecto de programación decidió seguir esa línea. Trabajó en la industria aeroespacial y luego llegó al curso de informática de S.
- ¿Cómo fue la transición de estudiar Torá a estudiar informática?
- Desde pequeño aprendes a sentarte, ahondar, leer y pensar todo el día. En yiddish se dice “Sitzfleisch”, que significa poner la cola en la silla y estudiar. Tomé mis estudios con mucha seriedad. Luego trabajé en Cisco y sentía que estaba trabajando para que mis jefes reciban un premio. En Rafael es diferente.
Sin embargo, Abraham mantiene un perfil bajo y evita contar sus grandes logros: “Cuando estudiaba ingeniería lo mantenía en secreto, hoy la gente solo sabe que trabajo con computadoras. En casa tengo una computadora con Internet solo para fines laborales. Los niños no tienen acceso a él, solo mi esposa y yo", explica.
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Momento de oración en los pasillos de las oficinas.
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Momento de oración en los pasillos de las oficinas.
(Alex Kolomoisky)
Al igual que S, Abraham sigue estudiando Torá incluso después de largas jornadas de trabajo y afirma que para él "La Torá es el valor supremo. También es lo que le enseño a mis hijos. Si después de haber estudiado hasta los 24-25 años, quieren hacer otra cosa para mantener a su familia, está bien. Pero para estudiar una profesión hay que llegar con ideas claras. Vi gente más joven que fue a estudiar y trabajar y su mundo se vino abajo".
Hodaya también fue alumna de S. Tiene 26 años, es soltera, es originaria de Tzfat, hija de padres mitad ultraortodoxos y mitad religiosos. Hasta los ocho años, estudió en instituciones ultraortodoxas, luego se pasó a una institución religiosa donde profundizó en simultaneo en sus estudios de Torá e informática. En Jerusalem estudió licenciatura en informática y en 2018 llegó a Rafael.
“Después de cursar cinco unidades de matemáticas, era una de las pocas mujeres en el curso. No había en mi entorno gente a la que le gustara la tecnología. Para mí era importante estudiar en un buen lugar. No es fácil para alguien que no pasó por el Ejército ser contratado por una empresa de informática. Pero Rafael me recibió con los brazos abiertos. Esto es distinto a una “startup” por la importancia que tiene la tarea que una hace y porque no vas a estar haciendo tareas a la noche desde tu casa.
- ¿Cómo respondió tu entorno a tu elección?
- Hay quienes le dieron la bienvenida a mi decisión y hay quienes se preguntaron si estaba bien que tenga un empleador no religioso. La opción clásica para las niñas religiosas es trabajar en educación, pero ya no es la única. Las graduadas de seminarios vienen y me consultan sobre la carrera de tecnología. Tienen a quien preguntarle, algo con lo que yo no conté.
- ¿Les recomiendas el camino que elegiste?
- Si hay alguien que siente que esta es su dirección, que la siga. También es una forma de servir al pueblo. Y no hay por qué preocuparse respecto de si te van a aceptar o no por ser ultraortodoxo.
Abraham aporta su punto de vista respecto al trabajo conjunto con colegas seculares. “Es cierto que el contacto es mayormente laboral, pero también hay almuerzos compartidos, momentos libres. Cada almuerzo se habla de un tema diferente, incluso de política”, relata.
“Para mí fue una gran transición conocer gente nueva, otros estilos. Acostumbrarse, por ejemplo, a mirar a una mujer cuando hablo con ella. Antes de eso estaba acostumbrado a no mirar a los ojos. Tuve que hacer un gran esfuerzo para no bajar la mirada. Muchas veces me dicen: `no eres tan ultraortodoxo como todos los demás´. La gente se sorprende al descubrir cuánto tenemos en común, cuántos más son los acuerdos que los desacuerdos. Todos nos quedamos atrapados en los mismos embotellamientos y nos enojamos con el mismo impuesto a la renta”, concluye.
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