En la oficina del trabajador social en el Centro Médico Ichilov en Tel Aviv, Samir Agayev estaba teniendo dificultades para mantener la compostura.
Abrumado por la tristeza, Agayev había acudido a la sala para despedirse de su abuela. El COVID-19 la había golpeado y, después de una batalla de un mes, estaba respirando por última vez.
"Cada minuto cuenta", explicó Agayev, "pero no sé qué le diré y qué le preguntaré. Tal vez le pregunte qué mensaje tiene para alguien de la familia".
Yevgenia Gavrielov no tuvo síntomas cuando fue hospitalizada por primera vez con el virus, pero desde entonces su estado fue agravándose rápidamente.
Agayev pudo ver a su abuela antes de que ella muriera gracias a que el hospital tomó la valiente decisión de permitir que los miembros de la familia accedan a la sala de coronavirus para ver a sus seres queridos por última vez. Sin embargo, este es un movimiento no exento de controversia.
Después de ponerse el equipo de protección, y momentos antes de que se le permitiera acercarse a la cama de su abuela, Agayev trató de mantenerse optimista.
"Todavía tengo esperanzas, aunque entiendo que ella está muy débil", explicó.
"Ella ha estado en el hospital durante mucho tiempo y también debe estar devastada emocionalmente", añadió.
Agayev siempre estuvo muy cerca de su abuela.
"Hablamos todos los días", comentó. "Ella se preocupa por mí y mi familia y solo quiero devolverle un poco de su amor. Ella es como una madre para mí".
A pesar de usar el equipo de protección, Agayev reconoció estar algo preocupado por el contagio. No obstante, estaba decidido a ver a su abuela.
Ella lo reconoció de inmediato y, aunque estaba débil, parecía muy feliz de verlo.
"¿Nada te hace sentir mejor?" le preguntó aferrándose a su mano. Nunca soltó la mano durante todo el tiempo que estuvo allí.
Ella no pareció escuchar la pregunta. Él lo repitió y luego ella contestó: "Mis pulmones no funcionan".
Más tarde, Agayev le dijo: "Debes pensar en ti misma ahora. Todo estará bien, abuela".
Decir adiós fue difícil. Mientras se alejaba, Agayev se dio vuelta para mirar a su abuela. Él saludó y ella le devolvió el saludo.
"Ella entiende todo y siente todo", sostuvo.
“No quiero que mis pacientes mueran solos", afirmó el Dr. Howard Oster, el jefe de la sala.
"Las familias están de acuerdo. Es muy importante permitir este momento para ambos", agregó.
"A veces, el paciente está demasiado enfermo y ya no puede comunicarse, pero puede escuchar y comprender. Esta es una enfermedad muy terrible y los pacientes a menudo están solos dentro de la sala por mucho tiempo".