El día antes de la víspera de Navidad, las autoridades israelíes le dieron a Milad Ayyad, de 30 años, un permiso que le permite visitar el lugar de nacimiento bíblico de Jesucristo. "Es una gran alegría (finalmente) obtener un permiso", señaló Ayyad, y agregó que había intentado durante años obtenerlo pero que siempre había sido en vano.
"He estado esperando ir a Belén durante mucho tiempo para celebrar (la Navidad) con mis familiares, a quienes no he visto en años", señaló ante la requisitoria de AFP.
Es uno de los 500 cristianos de Gaza a quienes las autoridades israelíes les han permitido viajar a Cisjordania para las vacaciones de este año.
El permiso para salir de la empobrecida Franja de Gaza, que ha estado bloqueada por Israel durante 15 años, llegó demasiado tarde para que se organizara para estar allí el día de Navidad.
Como la mayoría de los cristianos de Gaza, Ayyad es un ortodoxo griego que generalmente celebra el día de Navidad el 7 de enero, lo que significa que todavía puede esperar más alegría navideña.
"Las celebraciones en la ciudad de la paz, Belén, son especiales", dijo Ayyad, un estudiante de historia cuyo nombre de pila significa "nacimiento".
"No se pueden comparar con los de Gaza, que solo tienen lugar detrás de los muros de la iglesia con solo una misa", añadió.
A diferencia de Gaza, marcada por la guerra, Belén está llena de "alegría ... incluso sus calles tienen más espíritu que Gaza", agregó Ayyad.
El número de cristianos en Gaza ha estado en declive durante años, muchos de ellos han emigrado, particularmente después de que el movimiento islamista Hamas tomara el poder en 2007.
Según los funcionarios de la iglesia local, sólo quedan unos 1.000 cristianos en el enclave, en comparación con los 7.000 que había antes de 2007.
Hasta el último minuto, el viaje de Ayyad parecía plagado de trampas. Para empezar, las autoridades israelíes no habían indicado cuándo se expediría el permiso, lo que dejaba las cosas inciertas. Luego tuvo que llamar a su tío para asegurarse de que estaba preparado para recibirlo en su casa en Beit Sahur, una ciudad cercana a Belén.
En su primer viaje fuera de la Franja de Gaza en dos décadas, Ayyad caminó a lo largo de la columnata de la Basílica griega, la Iglesia de la Natividad.
Esto fue seguido por la organización de su viaje hasta el punto de cruce de Erez a Israel, una misión que requiere nervios de acero para atravesar la enorme barrera ultrasegura que se asemeja a una terminal de aeropuerto.
Pero su mayor desafío, con mucho, fue convencer a su padre, Suhail Ayyad, de que podría hacer el viaje solo.
En el patio de su casa de Gaza, donde un suministro poco confiable de electricidad hace que las luces de su árbol de Navidad parpadeen erráticamente, se necesitó un esfuerzo grupal para convencer al padre de Ayyad de que el viaje era seguro.
Incluso un locuaz vecino intervino insistiendo en que, mientras Ayyad tuviera un permiso, no había riesgo.
El día de la gran partida, el joven, que no recordaba haber visto nunca a un israelí, miró los letreros que señalaban el camino a las ciudades israelíes.
Luciendo un abrigo pesado para protegerse del "frío de Belén", miró con admiración la vegetación, señalando que "no hay bosques como éstos en Gaza".
En la Plaza del Pesebre, el número de cristianos reunidos sin duda superó con creces a los de toda Gaza. Ayyad se tomó una selfie frente al árbol de Navidad gigante, visitó la Iglesia de la Natividad, encendió una vela y se arrodilló en la cueva donde se dice que nació Jesucristo.
Su viaje a Belén marcó un breve alivio de su vida en Gaza, golpeada por la crisis. El empobrecido enclave costero todavía está emergiendo de los efectos de la guerra entre Hamás e Israel hace siete meses, cuyas víctimas "todavía lloramos", señaló Ayyad.
A pesar de no haber abordado un avión o sufrido un jet lag, su viaje de un territorio palestino a otro le dio la impresión de haber "viajado de un país a otro".
