Retirada del Líbano
Airk Segal: "La noche anterior a la retirada, vi con mis propios ojos cohetes del Hezbollah que atacaban un tanque de Tsadal".
Album privado
Un puesto de avanzada en la "zona de seguridad" del sur del Líbano.

La última noche en el sur del Líbano

Cómo vivieron la retirada, hace 20 años, los combatientes del ejército israelí. "De repente nos dijeron: nos volvemos a Israel", cuenta uno de los 4 protagonistas entrevistados por Ynet.

Asaf Kamar - Adaptado por Beatriz Oberlander |
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La noche trascendente del 23 al 24 de mayo del año 2000 tomó por sorpresa a los combatientes del Ejército del Sur del Líbano, pero también a los soldados israelíes que se encontraban en los puestos de avanzada de la “zona de seguridad” en la zona austral del vecino país árabe. En muy poco tiempo, la mayoría de los soldados israelíes que combatían allí tuvieron que empacar sus pertenencias y volver a Israel. “No nos dijeron nada. Pero en el momento en que se llevaron nuestros teléfonos, nos dimos cuenta que eso iba a suceder pronto”, recordaron.
El sargento Haim ben Shimol, del Escuadrón Cuervo [en hebreo, Orev Golani, de la Brigada de elite Golani del Ejército israelí], ocupó junto con sus combatientes el famoso puesto de avanzada de Eishía, situado en la zona septentrional del sur del Líbano. Hasta el momento exacto en que comenzó la retirada, no sabía que su nakpedón (vehículo blindado basado en un tanque) iba a formar parte de la historia.
“En términos generales, no nos notificaron de la retirada de manera ordenada”, recuerda Ben Shimol veinte años después. “Cuando [Ehud] Barak asumió como primer ministro de Israel, anunció que al cabo de un año el Ejército israelí se iría del Líbano, pero a nosotros no nos dijeron nada. Veíamos que se llevaban las camas a Israel, que sacaban los utensilios de cocina y nos dejaban con raciones de combate. Y no nos decían nada. Hasta que se llevaron nuestros teléfonos… Entonces nos dimos cuenta que eso iba a suceder pronto”.
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Un puesto de avanzada en la "zona de seguridad" del sur del Líbano.
(Savid Rubinger)
Un día antes de la retirada, enviaron a Ben Shimol con la mitad de su equipo a hacer una emboscada y cubrir el puesto de avanzada. “No sabíamos que levantábamos campamento; ni siquiera habíamos empacado nuestras pertenencias. Cuando terminó la emboscada, de repente me dijeron: ‘Hala, volvemos a Israel’”.
También los combatientes de la zona oeste de la “zona de seguridad” se sorprendieron por la retirada repentina. Arik Segal, el comandante de tanques del batallón 430 de la brigada 500, estaba entonces en el puesto de avanzada de Karkum. “La noche anterior a la retirada hicimos una emboscada fuera, y vi con mis propios ojos que cohetes del Hezbollah atacaban un tanque de Tsadal. Guerra, disparos por todos lados. Todo ardía.
“A las 7 de la mañana oímos vehículos que se acercaban al puesto de avanzada, y nos extrañó. Nos organizamos para salir del tanque como de costumbre, y de repente empezaron los disparos y se armó un lío. Y nos dimos cuenta que estaban atacando el puesto de avanzada”, comenta Segal.
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Airk Segal: "La noche anterior a la retirada, vi con mis propios ojos cohetes del Hezbollah que atacaban un tanque de Tsadal".
(Album privado)
Los terroristas del Hezbollah intentaron conquistar el puesto de avanzada. En una décima de segundo se convirtieron en realidad los horrores que veían en sus peores pesadillas los combatientes israelíes en la “zona de seguridad”. “Quienes estábamos en el puesto de avanzada disparamos en todas direcciones. Vi cómo la tierra volaba por los aires debido a nuestros disparos, o los del Hezbollah".
“Salí corriendo del puesto de avanzada en dirección al tanque mientras disparaba con una mano mi arma personal a los terroristas; entré al tanque y empecé a funcionar como un robot”, contó Segal. “Los terroristas estaban muy cerca, y empecé a disparar desde el tanque. También hubo disparos desde helicópteros, cañones y fuego antiaéreo desde todas direcciones. Seguimos atacando con proyectiles y ametralladoras. Vi los coches quemados y sus cadáveres, y tuve la sensación de que ese día iba a tener lugar la retirada”.
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"Eramos el único puesto de avanzada con el único tanque que quedaba en todo el sector".
(Album privado)
“Éramos el único puesto de avanzada con el único tanque que quedaba en todo el sector. Nosotros solos… No fue muy agradable que digamos”, agregó Segal. “Lo que me pasó por la cabeza fue preservar la vida de mis soldados, y avisarle a mi madre que yo estaba bien y que no se preocupara. En ese instante, no me di cuenta que estaba viviendo un momento histórico”.
“Todo sucedió muy rápido y en un ambiente de pánico”
En el sector este, en el puesto de avanzada que penetraba se convirtió en un símbolo de la época, el Beaufort, la mano misteriosa del destino convirtió a Arik Grinberg y a Adi Noguin, los jóvenes combatientes del “Equipo Uri” –de la compañía de sabotaje del Nájal– en el equipo responsable de volar el Beaufort.
[NdeT: La Brigada Nájal –que en inglés se escribe ‘Nahal’– es una de las cinco brigadas de infantería del Ejército israelí. Fue fundada en 1948 por David Ben-Gurion como un programa que combina servicio militar con el establecimiento de nuevas comunidades de agricultura: los kibutz. El objetivo era proveer a los soldados, y al mismo tiempo proporcionar las necesidades básicas para la fundación de los kibutz y otras nuevas comunidades.]
“Debido a la situación, no fue posible reemplazarnos. Y fue así como nos tocó a nosotros llevar a cabo la retirada, en lugar de que lo hiciera el equipo veterano que se suponía que iba a tener la gloria y recibir los laureles”, dijo Noguin. “Todo sucedió muy rápido y en un ambiente de pánico, y no hubo tiempo para pensar que estábamos viviendo un momento histórico. Y menos aun, que íbamos a hablar de ello veinte años después”.
Los días previos a la retirada fueron muy tensos, y los combatientes sintieron la presión. “Antes de la retirada hubo unos días muy duros. Hubo muertos. Y rumores de que el Hezbollah quería conseguir logros antes de la retirada”, recordó Grinberg. “Quitaron todos los aparatos de observación del puesto de avanzada, y vigilábamos sólo nosotros y nuestros ojos; una vigilancia muy tensa”.
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Los miembros del Nájal en la "zona de seguridad". "Antes de la retirada hubo unos días muy tensos".
(Arik Grinberg)


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Los combatientes de la "zona de seguridad". "Ni se me pasó por la cabeza que la mina que yo estaba preparando pasaría a la historia".
(Arik Grinberg)
“No habíamos dormido. Éramos pocos combatientes, y había muchas guardias. La gente de Ingeniería trajo toneladas de minas al puesto de avanzada, y estaba todo lleno de explosivos. Para mí, ésta era una misión como cualquier otra; el mes pasado una emboscada, y ahora colocar minas por todas partes. En ese momento no se me pasó por la cabeza que la mina que yo estaba preparando pasaría a la historia”.
Por diferentes motivos de seguridad, los combatientes israelíes no sabían de antemano cuál era exactamente la fecha prevista para la retirada del Líbano, lo que desembocó también en situaciones divertidas. “Avi, el comandante de la unidad de artillería, quitó la bandera del Beaufort con Jackson porque pensamos que nos íbamos esa noche. Pero después dijeron que sería la noche siguiente, y el comandante de la unidad de artillería sed dio cuenta en pleno día que en el Beaufort no había una bandera, y subió rápidamente a colocarla de nuevo”.
Los soldados israelíes que decidieron que los combatientes de Tsadal se fueran con ellos
En medio del lío de la retirada, Roi Barzilai, entonces veterano comandante de escuadrón del batallón 50 del Nájal, y actualmente vicealcalde de la ciudad de Ramat Gan, se encontró a sí mismo en el paso fronterizo de Thermos a cargo de la inserción de los combatientes de Tsadal y sus familias en Israel.
“Estábamos vigilando el paso fronterizo de Thermos, y de repente vi una larga fila de vehículos que venía a toda velocidad hacia donde nos encontrábamos. Yo estaba a la espera de recibir órdenes sobre qué hacer con toda esa gente, que ya estaba muy cerca de la valla”, contó. “Cuando nos acercamos, nos dimos cuenta que se trataba de gente del Tsadal que había huido de sus aldeas por temor a la venganza del Hezbollah. También había niños y mujeres. Eran imágenes desgarradoras”.
Sin haber recibido ninguna orden, y sin estar preparado, Barzilai, que entonces era un comandante menos en el campo de batalla, tomó por su cuenta decisiones de las que dependían directamente el destino y la vida de miles de personas. “Me puse en contacto con mis superiores para que me dijeran qué hacer con esa gente. Intenté si tenía que abrir el paso fronterizo a Israel… Era un grupo grande de civiles armados, y no había un control en la frontera ni nada por el estilo”.
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Barzilai y sus camaradas del ejército israelí en el Líbano.

“En ese momento, cuando la fila estaba frente a nosotros, nos vimos obligador a tomar decisiones solos en el terreno. Les quitamos las armas personales que pudimos encontrar, y formamos creamos grandes pilas de armas. Había muchos fusiles M-16 y Kalachnikov, así como granadas y misiles”.
Preocupado por la integridad física y la seguridad de los aliados de Israel en el sur del Líbano, Barzilai decidió por su cuenta que los combatientes del Tsadal y sus familias fueran con ellos a Israel. En el terreno se formó un aparcamiento delirante de docenas de coches privados, de vehículos militares, e incluso tanques y vehículos blindados pesados.
“Recuerdo que cuando la gente de Tsadal entró en Israel, nos abrazaron e hicieron casi todo lo que les pedíamos. Lo principal era cruzar la frontera lo más rápido posible, y entrar a Israel. Cinco minutos después de que los últimos pasaran la valla, llegó un vehículo del Hezbollah con explosivos. Los colocaron en el paso fronterizo y lo volaron”.
Noguin recuerda perfectamente el momento confuso y estresante, justo antes de la explosión del Beaufort. “Para no tener miedo, yo funcionaba como un autómata. En momentos como ése, uno se encierra y se aísla de todas las sensaciones, y se centra en llevar a cabo las misiones que tiene encomendadas. Había disparos desde todas las direcciones. Y había orden de irse, un convoy de vehículos blindados, nakpedones y tanques. Subimos al vehículo; alguien contó y descubrió que faltaba un soldado. Se habían olvidado de Roni, que se quedó a cuidar el puesto. Fue una suerte que no nos hubiéramos ido del puesto de avanzada. A continuación, subimos a Roni al vehículo”.
A partir de ese momento, todo se dio a un ritmo rápido. “Era realmente como una película de guerra”, comentó Grinberg. “Los vehículos comenzaron a moverse con lentitud, nos disparaban proyectiles y cohetes. También nuestros helicópteros de combate y nuestros cañones disparaban. Y Avi, el comandante de compañía, intentaba volar el puesto de avanzada, pero no lo logró. Nos dieron orden de volver a Israel, pero él insiste, y con sangre fría finalmente consigue hacer volar el puesto de avanzada por los aires”.
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"Era realmente como una película de guerra".
(Arik Grinberg)
Cuando describen el momento de la explosión del Beaufort, se miran unos a otros a los ojos, con una mirada especial que decía “sólo el que estuvo allí lo puede entender”. Y repiten su mantra: “Éramos un equipo joven; se suponía que no éramos nosotros quienes tenían que volar el Beaufort”.
Grinberg sigue describiendo los últimos momentos en la “zona de seguridad”. “No sé cuánto tiempo llevó, pero para mí fue lo más aterrador que experimenté en la vida. Estar encerrado en el nakpedón sin posibilidad de reaccionar, saber que se acercaba un cohete y que uno no puede hacer nada. De repente vi que el cielo se encendía: el Hezbollah había disparado una bomba de iluminación, y después cuatro cohetes. Ninguno de éstos dio en el blanco. Inmediatamente antes había hablado con Dios, y le pedí que me sacara vivo y entero”.
Cuando recuerdan el momento en el que cruzaron la frontera, dos de ellos sonríen y se abrazan emocionados. “Cuando salimos había menos explosiones, y reinaba más silencio. Atravesamos el Paso de los Terneros –Shaar Éguel, en hebreo– (un cruce fronterizo entre Israel y el Líbano, situado al este de Metula. A. K.), y no esperaba que hubiera una multitud de personas, proyectores, cámaras y todo un despliegue. Nos abrazamos, y resultaba extraño. Éramos un equipo joven, y no nos habíamos dado cuenta que se trataba de algo de una dimensión gigantesca”.
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Grinberg vuelve a Israel y se convierte en estrella del diario Yediot Ahronot.
(Avihu Shapira, del Archivo del diario Yediot Ahronot)
De vuelta al puesto de avanzada de Karkum, en el sector oeste del sur del Líbano. A Segal, que recuerda cada detalle del combate, incluidas las bromas de humor negro -“la persona que está en el tanque se va a incendiar”-, le cuesta recordar y contar el momento mismo de la retirada. “Cuando trato de recordarlo, mi memoria se nubla. Se hicieron los preparativos para volar el puesto de avanzada, esperamos en el tanque y yo tenía una migraña terrible. Nos enteramos por el sistema de comunicación que habían volado Dalaat y Beaufort, y caímos en la cuenta de que eso estaba ocurriendo en ese mismo momento. Viajamos hasta la valla. No huimos… Le dimos a todos los terroristas que intentaron acercarse a nosotros, y los matamos”.
Segal enfatiza que en la retirada del Líbano no murió ni resultó herido ningún soldado del Ejército israelí. Y que desde el momento en el que se dio la orden, su ejecución funcionó como un reloj suizo. “Atravesamos la valla a las 3 de la madrugada, y bajamos de los vehículos. Había un buen ambiente. El comandante del batallón me dio un apretón de manos. A las 5 de la madrugada llamé a mi mamá, y ella lloró”.
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"Atravesamos la valla y bajamos de los vehículos. Llamé a mi madre, y ella lloró."
(Album privado)
Vuelta a Israel en un vehículo no blindado
En Eishía, uno de los puestos de avanzada más norte de la “zona de seguridad”, los combatientes del Escuadrón Cuervo de la Brigada de elite Golani [Orev Golani, en hebreo] se organizan para moverse rápidamente hacia el sur. Ben Shimol, que acababa de volver de una emboscada, no tuvo tiempo para despedirse ni para empacar sus pertenencias porque recibió la orden de sumarse al convoy que se dirigía a Israel.
“Estábamos en la zona del Beaufort, frente a nosotros veíamos las tremendas explosiones de Dalaat y de Eishía. Y después de la explosión, el comandante de la compañía me dijo ‘adelante’ por el sistema de comunicación. Fuimos los últimos; había un poco de lío, y bajamos en dirección al río Litani”.
Ben Shimol trata de controlar la emoción que lo embarga cuando describe, de manera monótona, uno de los momentos más peligrosos que vivió en el Líbano. “En el cielo se veían los aviones de la Fuerza Aérea israelí volando encima de nosotros y bombardeando. Pero había una oscuridad terrible. Enviaron un vehículo no blindado, y fue un momento aterrador. Fue el momento en el que sentí que era un momento histórico, que nos íbamos del Líbano, y con esa sensación nos dirigimos a Israel."
“A las 6 y media de la mañana anunciaron en los informativos de Israel que todos nuestros hombres salieron sanos y salvos, y donde estábamos nosotros todavía no habían cerrado el paso fronterizo. Lo atravesamos, y nos abrazamos. Había una sensación especial de algo que llega a su fin”, comentó. “En Israel había muchísimos periodistas, fotógrafos y cámaras de TV. Llamé a mis padres. Mi madre lloró, y mi padre dijo: ‘Ya salieron. Hala, ven a casa’”.
Veinte años después de haber vuelto a Israel directamente de la emboscada, Ben Shimol siente que el círculo no se ha cerrado del todo. “Me falta la despedida de Eishía, y los últimos momentos vividos. Cuando salí del puesto de avanzada por última vez, no sabía que jamás volvería. Todos los soldados que estuvieron allí, tienen eso grabado en el corazón y en la cabeza. Son días que le quedan grabados a uno para siempre”.
“La gente quiere olvidar, pero nosotros no podemos”
Las críticas de la opinión pública contra la estadía en el Líbano dividió al pueblo hace veinte años, y hay quienes sostienen que eso influyó en el desempeño de los combatientes y en su motivación a la hora de servir en la “zona de seguridad”. En retrospectiva, Ben Shimol afirma que las protestas quedaron en el territorio israelí.
“Uno lee diarios, todos oímos las críticas de la opinión pública, pero en tanto que soldado no es agradable hablar de eso porque lo que hacemos nosotros es defender a Israel. ¿Pero qué hacíamos allí? Sobre todo, defendernos”.
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"Todos oíamos las críticas de la opinión pública, pero en tanto que soldado no es agradable hablar de eso. "
(Gentileza Rajel ben Dor)
También Noguin sostiene que las manifestaciones multitudinarias no influyeron en los combatientes en el terreno. “En Beaufort no sentí la protesta. En el Ejército nos dijeron que no nos implicáramos demasiado, y que no opináramos. Bloqueé las noticias. Yo estaba allí, y era un combatiente que hace lo que le ordenan”.
Por su lado, en el caso de Barzilai y de sus compañeros los ecos del debate público afectaron la moral de los combatientes. “Los hombres que estuvieron encerrados un mes entero en Beaufort y en otros puestos de avanzada tenían la sensación de que no entendían del todo por qué todavía estaban allí”.
Veinte años después de la retirada de la “zona de seguridad” del sur del Líbano, de la que se ha hablado y escrito tanto, muchos combatientes que vigilaban y protegían el norte de Israel sienten que su historia fue borrada de la memoria colectiva de Israel. “Cuando veo a alguien, puedo percibir en su cara si estuvo allí. Quien ha estado allí forma parte de nosotros; tenemos un vínculo muy especial”, dijo Segal. “Irnos del Líbano fue un momento de debilidad desde el punto de vista militar: la retirada no es algo de lo que el Ejército quiere sentirse orgulloso. La gente desea olvidar, pero nosotros no podemos”.
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