En 1947, antes del establecimiento del Estado de Israel, Menachem Zaira (hoy de 92 años) se desempeñaba como soldado de la fuerza de élite Palmah, de la organización paramilitar Hagana. Durante ese tiempo, participó en una gran variedad de operaciones terrestres, incluso de la Guerra de Independencia en 1948.
Sus contribuciones a la defensa del país son muchas. Sin embargo, se enorgullece específicamente del papel que desempeñó al ayudar a los judíos europeos -muchos de los cuales fueron sobrevivientes del Holocausto- a inmigrar a Israel en contra de las leyes del Mandato británico.
“La primera llegada fue inolvidable”, recuerda Zaira. “Era marzo de 1947. Toda la operación era un secreto. Esperábamos la orden de un agente del Mossad, quien nos dijo que usáramos ropa de trabajo para que si nos detenían en el camino (los soldados británicos) no sospecharan que íbamos de camino a la playa", añade.
"Cuando llegó la señal, condujimos rápido, sin detenernos. Finalmente llegamos a la playa de Nitzanim y nos dividieron en escuadrones. Unas horas después, en medio de la noche, lo vimos: un enorme cuerpo negro avanzando hacia nosotros a través del agua helada. Era el barco que esperábamos. A bordo iban 825 mujeres, hombres y niños de Italia. Adultos y jóvenes por igual", relata Zaira.
El exsoldado y sus compañeros se apresuraron a meterse en el agua negra y helada sin nada más que la ropa que llevaban puesta. Esperaron allí mientras los recién llegados permanecían inmóviles en el barco. Estaba oscuro y no se vía nada. Al final, una chica con un vestido verde se atrevió a dar el primer paso.
En la oscuridad de la noche, mientras él y sus compañeros ayudaban a los recién llegados a abrirse camino hacia la orilla a través del agua embravecida, Zaira recuerda haber visto la enorme silueta de un buque de guerra británico. “Corrí a pedir ayuda. Aproximadamente 200 judíos se dirigieron a un lugar seguro. Sin embargo, al amanecer, la playa estaba repleta de ingleses", continúa.
A pesar de que intentaron camuflarse para que nadie se diera cuenta que eran inmigrantes, finalmente los atraparon y los llevaron al puerto de Haifa para ser deportados a Chipre. Después de pasar un mes en un campo de deportados, finalmente regresaron a Israel.
Tras la declaración de independencia de Israel y la consiguiente guerra que estalló, Zaira, junto con otros soldados de Palmah, se unió a fuerzas terrestres judías para proteger el Estado judío recién establecido. Perdió a muchos amigos en innumerables batallas, todo con la esperanza de que su pueblo encontrara un futuro mejor. Un futuro que, según él, ahora parece más lejano que nunca.
"Cuando veo lo que está sucediendo en Israel hoy, me duele. Eso no es por lo que rezamos o luchamos. Si nuestros guerreros caídos pudieran salir de sus tumbas, regresarían a sus países de origen. Nuestra aspiración era vivir juntos, no bajo la bota de un mafioso. Es difícil ver hacia dónde vamos”, exclama.