Desde hace algún tiempo funciona -con un perfil relativamente bajo- el organismo Dorot, una asociación que proporciona soluciones médicas y al mismo tiempo halájicas a parejas sin hijos, siguiendo los dictámenes del ahora fallecido rabino Ovadia Yosef. Y funciona después de años en los cuales las parejas ultrarreligiosas sin hijos se vieron obligadas a someterse a tratamientos en institutos halájicos sujetos únicamente a las normas religiosa ashkenazíes, más rígidas y estrictas.
“No hay ningún motivo por el cual hay parejas que no traen hijos al mundo debido a ‘prohibiciones halájicas’ estrictas y rígidas, cuando el propio rabino Ovadia dictaminó en contra”, dicen el rabino Tsion Cohen y su esposa Lea, el matrimonio que ha soñado y fundado la institución. “Todas las personas merecen y tienen derecho a ser padres. Pensamos que ahora estamos cerrando un círculo de años”. La buena disposición y la apertura de ultrarreligiosos judíos a ser entrevistados sobre un tema tan delicado tiene una explicación sencilla: “Queremos difundir el mensaje a todos los que lo necesiten, tanto en Israel como en el resto del mundo”.
Después de haber fundado un partido político y un marco propio que rige sobre los alimentos kosher basado en las enseñanzas y los dictámenes del rabino Ovadia Yosef, los líderes de la comunidad ultrarreligiosa sefardí se plantearon el objetivo de crear un organismo médico-halájico independiente que proporcione respuestas a las parejas sin hijos, basado en los dictámenes del rabino Yosef, considerados más tolerantes en comparación con los ashkenazíes.
Hace unos tres años, el rabino Aarón Butbul –yerno de Ovadia Yosef– y Tsion Cohen –rabino jefe de la ciudad israelí de Or Yehuda– decidieron crear el mencionado instituto médico-halájico que dirige rabino el Itai Cohen, hijo mayor de la pareja a la que entrevistamos. Y lejos del foco de los medios de comunicación, dicho instituto estableció una relación médica con el Hospital Hadassah, de Jerusalem, y con otros centros médicos de Israel. Y en colaboración con expertos en fertilidad proporcionaron soluciones a cientos de parejas de sectores varios y variados, que recibieron tratamiento, y algunas de ellas incluso ya trajeron hijos al mundo.
“Dar esperanza”
Desde la casa de la familia Cohen, en el tercer piso de un edificio de la calle Nitzan, de la localidad de Or Yehuda, el paisaje parece infinito. Y ya en el primer encuentro Lea –que trabaja en la sección Recursos Humanos de una oficina de contabilidad– insistió en que no la llamaran ‘rabina’, sino ‘esposa de rabino’. Nosotros no somos lo más importante. Lo importante es el objetivo”.
Lea y Tsion Cohen se casaron en el verano (en el hemisferio norte) de 1984. Al cabo de dos años nació su primogénito, el ahora rabino Itai (Cohen). Cuando ese hijo tenía 3 años, el matrimonio se dio cuenta sw que no les iba a resultar fácil tener más hijos, y comenzaron con los tratamientos. “Yo tenía claro que quería doce hijos, o más”, cuenta el rabino Tsion Cohen, de 57 años, que también es miembro de la Comisión de Halajá y Medicina del Gran Rabinato de Israel.
Lea, de 55 años, comenta con serenidad y en voz baja: “Siempre supe que con la ayuda de Dios sucedería; la pregunta era cuándo. Siendo una mujer joven de 32 años, la decepción que me causaron las respuestas negativas, una tras otra, fue muy grande. Y en mi entorno me molestaban todo el tiempo con preguntas. Tenía un hijo, y me seguían dando a entender que dependía de mí no haber tenido más hijos”.
Lea Cohen parece mucho más joven de la edad que tiene. Su mirada es tímida y casta. El rabino, una figura pública y por ello habituado a estar como en un escenario, le susurra a su esposa para animarla: “Ser entrevistada en estas circunstancias es una forma de devoción y de abrir el corazón para darle fuerzas y esperanzas a otras mujeres”, dice.
“No he renunciado a ningún embrión”
Los intentos de quedar embarazada pasaron por momentos de decepciones, entre ellos un nacimiento prematuro en la semana 18; fue un dolor que en ocasiones todavía le duele a Lea en el alma. Después de cuatro años y tres intentos fallidos, le anunciaron al matrimonio que Lea estaba embarazada de cuatrillizos. “En este tipo de tratamientos, los primeros diez días son decisivos, pero yo no tuve el valor de llamar por teléfono para verificar”, cuenta ella.
“Estaba en el trabajo cuando me llamó Tsion y me contó la emocionante noticia. Le dijeron que el valor de la hormona beta-hCG era alto, y él preguntó: ‘¿Entonces es un embarazo o no?’ Le dijeron que la beta elevada indica que hay varios embriones’. No había nadie más feliz que nosotros en todo el mundo. En la primera consulta con el médico no paré de llorar. Además de una emoción y una alegría enormes, había tensión.
“El médico nos asustó. Nos dijo que no era un embarazo fácil, que existía la posibilidad de un aborto espontáneo y de que los niños nacieran con defectos. Yo estaba tomando esteroides y hormonas para quedar embarazada, y todo el tiempo tenía unas ganas locas de comer.”
Dos semanas después, durante unas vacaciones en familia en Jerusalem, resultó que el cuarto embrión había caído. “Estábamos en la semana 11, y antes de eso el médico nos había recomendado eliminar algún embrión. Dijo que así lo recomiendan los rabinos, pero esta luchadora, con su intuición, dijo ‘no pienso renunciar a ningún embrión’. Lea estaba haciendo reposo, y trabajaba desde casa. En esa época vivíamos en el tercer piso de un edificio de la ciudad de Bnei Brak, sin ascensor”, comentó Tsion Cohen.
“Son momentos que jamás se olvidan”
En la semana 36 nacieron los trillizos. “Para mí, dar a luz en un parto común y corriente fue no sólo una vivencia extraordinaria, sino también una compensación por todo lo que habíamos padecido”, cuenta Lea. Así fue cómo hace 23 años –en 1997– (“anote bien la fecha: el 2 del segundo mes hebreo de Adar) vinieron al mundo Hodaiá (profesora de Matemáticas), Tsaji (paracaidista profesional en el Ejército israelí) e Hilá (programadora digital).
“Fue como un sueño. Había docenas de miembros del personal del centro médico alrededor de Lea. Todo el que tenía un momento libre vino a compartir la vivencia o para contemplar la gran atracción”, dice el rabino Tsion Cohen. “Yo estaba sentado fuera de la habitación porque no me permitieron entrar, y no dejé de leer Salmos con lágrimas en los ojos, y de rogarle encarecidamente a Dios que todo saliera bien. Algunos minutos después del parto, sacaron a los bebés y me los trajeron envueltos, con las cabecitas asomando. La enfermera me dio primero a Hodaia, y después a Tsaji. Yo lloraba mientras sostenía a dos bebés en las manos.
“Lea sostenía a Hila, que salió última. Los tres intentos fallidos que habíamos tenido fueron una experiencia muy dura. En el cuarto intento fuimos a ver al rabino Ovadia Yosef, que puso las manos sobre la cabeza de Lea y rezó con tanta concentración y tanta intensidad que nos infundió la confianza y la seguridad de que esa vez iba a salir bien. En el parto sentimos que el espíritu del rabino Ovadia Yosef (que falleció en el año 2013) estaba con nosotros. En ese momento, la dimensión divina adquiere un significado diferente.”
El rabino Itai era entonces un niño de 11 años. Itai estaba en quinto año, y en plena clase de inglés, cuando recibió la gran noticia, y todavía recuerda a su padre de pie en el umbral de la clase. “Son momentos que jamás se olvidan. Recuerdo que al salir de allí nos subimos al coche: un Seat Ibiza blanco, modelo 1996. Recuerdo el camino hacia el hospital, y la silla en la que me senté en la habitación frente a tu cama, madre”.
“¿Qué diría el rabino Ovadia?”
Cuando Lea quedó embarazada, el matrimonio Cohen decidió no contárselo a nadie. Fue una decisión de la que después se arrepintieron. “Me parece importante que alguien que está pasando por lo que nosotros pasamos reciba ánimos y que no le haga caso a ‘las buenas personas’ que nos hicieron la vida difícil. Incluso las enfermeras del centro de convalecencia me miraban como si me esperara algo terrible en casa con tres bebés. Tsion y yo fuimos como una sola persona durante todo el proceso de crianza. Compartimos el trabajo a partes iguales”.
El sentido de tener una misión comenzó unos dos años después “cuando empezamos a ‘dar vueltas’ por hospitales y a transmitir fuerza y apoyo –que nosotros no tuvimos– a matrimonios que habían dado a luz a trillizos”, cuenta el rabino Tsion Cohen. “Nosotros sabíamos lo que también ellos sabían: que un hijo convierte a una familia que se sentía angustiada todos los días en una familia llena de vida y alegría”.
Al parecer, todo llevó a la familia Cohen a crear el instituto Dorot. “Los últimos años he asistido a una suerte de clases en los que hay rabinos que responden a preguntas halájicas, y fui testigo de la enorme angustia que acompañaba las preguntas sobre fertilidad”, cuenta el rabino Cohen hijo. “Y hace unos dos años y medio, se dirigió a mí padre el catedrático Simón, y le contó que había gente que le preguntaba todo el tiempo ‘qué diría el rabino Ovadia Yosef’”.
Según Itai Cohen, el primogénito, “a veces, del hecho que haya un dictamen sobre la cuestión de acuerdo con las normas sefardíes depende ni más ni menos que esa pareja tenga hijos”, dice. “Hemos dedicado cientos de miles de shekels de nuestros propios bolsillos al objetivo de traer nuevas vidas al mundo, y a la alegría que viene junto con ellas. Tenemos una lista de cientos de matrimonios que actualmente no tienen respuesta al problema pese a que existen institutos de fertilidad”.
“También ashkenazíes vienen a nuestro instituto”
El instituto, naturalmente, ayuda como intermediario en temas que resultan muy delicados en las comunidades ultrarreligiosas. “Justamente hace pocos días un matrimonio del sur de Israel se puso en contacto conmigo después de que un destacado médico especialista en fertilidad les dijo que ‘si la mujer va a seguir cumpliendo la ley de la nidá [que se refiere a los días en que se considera a la mujer impura y no debe mantener relaciones sexuales con su esposo; pero ésos son precisamente los días en que es más fértil], no tendrán más hijos’”. El rabino Cohen comenta que “hay palabras que no están en nuestro léxico por tratarse de cuestiones muy privadas e íntimas. En cuestiones delicadas como ésa hay dictámenes que el rabino ni siquiera escribió, sino que transmitió de viva voz a sus discípulos. Es también el caso en lo que respecta a la donación de óvulos, por ejemplo”.
El rabino Itai Cohen cuenta que le pidieron que dirija el instituto cuando cursaba estudios para ser juez religioso. “Desde entonces no tengo tiempo para nada”, dice. “Esta misión rige las vidas de toda la familia. Se trata de la misión de que todos los matrimonios en Israel y en el mundo reciban una respuesta halájica, una orientación exacta y la ayuda económica y emocional para que puedan recorrer este camino lo mejor posible.”
Le pregunto el rabino Cohen hijo acerca de la flexibilidad y tolerancia de las normas religiosas sefardíes en comparación con la ashkenazíes. También le pregunto si eso no despierta críticas por parte de los ashkenazíes. “El hecho de que a nuestro instituto vienen también ashkenazíes, lo dice todo. Lo que nosotros hacemos es darles a los matrimonios la oportunidad de ser padres”.