Gola (se nos pidió no mencionar su apellido) creció como una niña rebelde. Quien luego se convertiría en cantante de protesta iraní —y más tarde en artista exiliada en Europa— recuerda que desde pequeña se preguntaba por qué las niñas eran distintas de los niños. “De chica quería andar en bicicleta, quería ir a ver fútbol con todos los chicos. Pero siempre me decían: ‘No podés hacer eso. Sos una nena’”, rememora en una entrevista con Ynet. “Tenés 7 años y ya tenés que usar hijab. Para mí era muy limitante. Era caluroso, incómodo. Nunca lo entendí”.
A los 16 años, su carácter rebelde —cada vez más difícil de manejar para su familia— dio un paso más y se convirtió en práctica. “Me afeité la cabeza y empecé a andar en bicicleta. Me elegí otro nombre, como si fuera un chico, y mientras mi cuerpo me lo permitió, fui ese chico. Para poder vivir, para poder ver fútbol en el estadio, para poder andar en bicicleta y en moto con los chicos, jugar al fútbol al aire libre”.
Pero al poco tiempo el cuerpo de Gola hizo lo que el cuerpo femenino suele hacer, y comenzó a transformarse de forma inconfundible. Tuvo que detenerse. “Creo que fue entonces cuando empecé a protestar de otra manera: a través del arte, a través de la música. Cuando estudié psicología de la música en Londres entendí, en retrospectiva, lo que la música realmente hace en las personas, en su mente, en su conducta. Ahí sentí que podía usar mi música como herramienta, como algo que impacta en la sociedad”.
El camino de Gola para convertirse en figura clave de la protesta iraní contra el régimen islámico no fue sencillo. Al iniciar su carrera como cantante, se topó con las restricciones del sistema represivo: fue arrestada tres veces por la policía de la moral, debido a su vestimenta o al modo en que usaba el hijab. Incluso cuando cumplía con las normas de censura, se le prohibía presentarse en público como música. A los 19 años fundó una banda femenina llamada “Orchid”, con la intención de resistir las fuerzas patriarcales, pero se le permitió actuar solo ante “público femenino sentado”. Tras varios intentos fallidos de obtener permiso para grabar un álbum, dejó Irán en 2011.
Ya en el exilio, entre Europa y Estados Unidos, Gola volcó toda su energía en el arte de protesta. Fundó un sello independiente para ayudar a ella misma y a otras mujeres exiliadas a producir música en sus propios términos, interpretó canciones de denuncia, se enfrentó a organizaciones iraníes que intentaron censurarla durante un show en Canadá, y recientemente actuó en la película *Tahereh (Mortician)*, dirigida por el cineasta iraní exiliado Abdolreza Kahani. El film, basado en parte en su historia, se presentó en el 41° Festival Internacional de Cine de Haifa. La trama sigue a un sepulturero iraní que vive en Canadá (Nima Sadr), quien conoce a una cantante iraní exiliada, Jana (interpretada por Gola). Ella le cuenta que planea quitarse la vida como acto de protesta, ya que las autoridades iraníes intentan eliminarla incluso en Canadá, y le pide que lave su cuerpo tras su muerte.
“La misión detrás de la película era generar conciencia, porque historias como ésta ocurren todos los días en el mundo”, explica Gola. “El régimen iraní está en todas partes. Están entre nosotros. Puede ser tu mejor amigo y no lo sabés. Nunca sabremos quiénes son, sin importar dónde vivamos, y mientras estas personas sigan controlando Irán, no podremos sentirnos seguros en ningún lugar del mundo”.
–¿Vos también, como Jana, sentís miedo en tu vida cotidiana? ¿Temés por tu vida?
–Las amenazas son reales, el miedo es real, pero no dejo que ese miedo me detenga. Mi mayor temor es vivir una vida vacía y no hacer nada en este mundo. Y realmente creo en la vida después de la muerte, creo en la reencarnación. Si vuelvo, volveré a un mundo mejor.
–Tu personaje habla mucho sobre su muerte, sobre el suicidio. ¿Qué sentiste respecto de esa decisión?
–Jana es el eco de mi voz, también es mi historia de vida. El miedo, la esperanza, la rabia, la ira. Todo es real. Son todas emociones que yo siento, pero no interpreté a mí misma. Entre Jana y yo hay una línea delgada. Ella quería terminar con su vida porque no tenía nada que perder, pero ésa no es la forma de pensar que yo sostengo. Cuando tuve que entender qué atraviesan las personas que piensan así, investigué a quienes lo habían hecho. De hecho, mientras filmábamos esta película en noviembre del año pasado, se difundió la noticia del suicidio de Kiano Sadr, un periodista iraní que se arrojó desde un techo en Teherán. Se quitó la vida y su último tuit fue: ‘Morimos por amor a la vida, no por la muerte’. Él creía que quizás eso cambiaría algo. Y fue uno de esos momentos en los que entiendes que Jana es un homenaje a tantas vidas, a todos esos creadores silenciados que están fuera de Irán y cuyos familiares son amenazados por el régimen dentro del país. Que son investigados y detenidos.
“Fue difícil para mí –añadió–, pero al mismo tiempo eso es lo interesante de Jana. Ella cree que va a quitarse la vida, pero también cree que va a permanecer después. Cree que su obra va a cambiar algo incluso cuando ya no esté en este mundo. Cree en el poder de la música. Cree en el poder del mensaje y de la comunicación. Y como artista, todo eso resonó también en mí.”
–Entonces conectaste con su costado artístico y con su deseo de un futuro mejor.
–Exactamente. Creo que algo fuerte que tengo en común con Jana es la certeza de que la música es una herramienta poderosa para generar cambio. Por eso hago la música que hago, y eso es lo que he hecho desde que dejé Irán. Besé por última vez la casa familiar cuando me fui, y lloré. Lo recuerdo bien. Me prometí que tenía que ser significativo, que la música que yo creara tenía que hacer algo en este mundo para que las generaciones futuras no tuvieran que abandonar su hogar y atravesar tanto dolor sólo para poder expresarse, cantar o seguir su pasión. Y eso es Jana. Ella piensa en el futuro, no en sí misma.
–Aunque no estará aquí para verlo.
–Cuando la gente me dice: ‘Haces lo que haces porque quieres volver algún día a Irán; yo respondo que no lo sé. Conozco a muchas personas que estaban llenas de esperanza. Y luego murieron llenas de esperanza y nunca regresaron a su tierra. Yo estoy construyendo mi vida aquí. Amo a Irán y hago todo lo que puedo dentro de mis posibilidades para cambiar algo allí, pero no porque quiera volver a Teherán. Tal vez nunca regrese a Teherán. Deseo una buena vida para mi familia, pero creo que lo mejor para todos es simplemente seguir nuestro propio camino.
* * * * *
A pesar del alivio que trae la libertad de elección, el camino de Gola en Europa no fue fácil. Aprendió inglés mientras intentaba entender cómo crear su música. Para ello fundó su propio sello, Zen Recordings, destinado a ayudar a mujeres como ella que llegan a un país nuevo y se preguntan cuál es el mejor camino —cuál es el camino, en realidad— para colaborar con otros músicos. “Lo mejor que me pasó fue haber nacido en Irán”, afirma Gola, “porque aprendí a encontrar un camino, a obligarme a avanzar hacia algo que realmente amo hacer”.
–¿Qué significa ser una artista iraní en el exilio?
–El exilio es duro, pero también muy hermoso, porque hay una cierta rabia. Hay en mí una ira que enciende el fuego, y puedo usar esa energía para crear algo más grande que yo. Y sí, el exilio volvió mi pluma mucho más afilada. Si no estuviera en el exilio, tal vez no sería tan directa. En una de mis canciones digo: ‘Ténganme miedo. Ya no tengo nada que perder. Estoy expuesta, cruda y sin miedo’”.
–Tu aspiración es liberar al pueblo iraní. ¿Estás al tanto de los cambios cotidianos en Irán, en la sociedad, en las calles?
–No creo que el cambio vaya a ser gradual. El régimen iraní se aferra a sus creencias. No llegará el día en que digan: ‘Bueno, a partir de mañana puedes ser un poco más libre con tu hijab, puedes elegir qué ponerte’. Ellos quieren aferrarse al poder el mayor tiempo posible. Yo creo que el cambio llegará cuando la gente entienda su propio poder, cuando el muro del miedo se derrumbe. El cambio será repentino. Va a ocurrir de la noche a la mañana”.
Tras el impacto inicial en Israel por el ataque militar en Irán, ciudadanos israelíes se refugiaron en habitaciones blindadas o permanecieron fuera de ellas, siguiendo con atención el efecto de la ofensiva sobre el régimen iraní, con la esperanza de que la guerra debilite al régimen islámico
“Yo también esperaba que eso ocurriera”, admite Gola. “Aunque mi familia está en Irán. Cuando me preguntaron si no me preocupaba por ellos, ya que no he tenido contacto en los últimos dos años, respondí que para mí la paz y la libertad son más importantes que mi familia. Irán es mi familia. Y si uno es selectivo y elige solo a su familia por encima del país, el cambio nunca llegará. Así que sí, claro que me preocupa mi familia, pero estoy feliz y llena de esperanza por Irán. Y eso es más importante.”
“Durante la guerra, la gente me decía: ‘¿Estás contenta ahora que Israel ataca a tu país?’ Y yo respondía: ‘Un momento. Israel no está atacando a mi país. Israel está atacando a los asesinos que están matando a mi país, que están matando a mi gente’. Es distinto. Mi país finalmente se está liberando. Cuando estás en una situación de vida o muerte —que es la situación actual de Irán— no importa quién te ayude. Hay personas torturadas, asesinadas, cientos y miles. Así que realmente no importa quién traiga el cambio. El pueblo iraní no es su gobierno, no es el régimen, no son terroristas. Una organización terrorista se ha apoderado de nuestro país. Sin duda. Estamos perseguidos y cautivos por ellos, y nuestro país nos fue arrebatado.”
–¿La ruptura con tu familia en Irán fue una decisión o resultado de la separación?
–Ambas cosas. Comenzó porque canto canciones de protesta y ellos no están de acuerdo con eso. Esa es su vida y esta es la mía, esta es la misión que elegí y no hay forma de que la abandone. Deseo de corazón que mi familia tenga una buena vida en casa, pero creo que lo mejor para todos es simplemente seguir nuestro propio camino. Así no siento que deba detenerme por su situación, porque no quiero que eso influya en mí, en mis decisiones, en mi trabajo artístico, en mi comprensión de por qué estoy en este mundo.
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En muchos sentidos, la lucha contra el régimen iraní es una lucha femenina. Ya sea por el hijab, el arte o la libertad de expresión, las mujeres llevan la bandera de la revolución. En septiembre de 2022, la revolución de las mujeres en Irán —conocida también como el movimiento “Mujer, Vida, Libertad” (Jin, Jiyan, Azadî)— despertó muchas esperanzas. Estalló tras la muerte de Mahsa Amini, una joven kurda de 22 años que fue arrestada por la policía de la moral en Teherán por llevar el hijab “de forma incorrecta”. Durante el arresto fue golpeada y sufrió una lesión en la cabeza. Tres días después murió en el hospital. El régimen afirma que murió de un ataque cardíaco, pero los testimonios apuntan a violencia policial.
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No un levantamiento, sino una revolución. La protesta de Mahsa Amini en Irán.
(Reuters)
La muerte de Amini provocó una ola de protestas, principalmente entre mujeres jóvenes que exigían libertad personal y derechos. Las manifestaciones se extendieron a decenas de ciudades, incluso a instituciones educativas, mientras el régimen respondía con represión violenta: cientos de muertos —incluidas niñas y adolescentes—, miles de heridos y decenas de miles de detenidos. A pesar de la represión, la protesta se considera una de las rebeliones más significativas en la historia de Irán desde la revolución islámica de 1979.
“No fue una revuelta, fue una revolución, y sigue en marcha”, afirma Gola con firmeza. “Realmente creo que el futuro de Irán está en manos de las mujeres. Las mujeres en Irán son muy, muy educadas, y ahora son conscientes de sus derechos. Pueden ver cómo vive el mundo. No tienen miedo. Y quiero decir también que los hombres juegan un papel maravilloso en el apoyo, porque creo profundamente en el poder colectivo. No se puede avanzar sin el otro grupo. Si las mujeres sostienen la antorcha, los hombres están detrás de ellas diciendo: ‘Estoy contigo. Soy tu padre, tu hermano, tu hijo. Adelante’.”
“Colaboré con Idan Raichel y entendí cuánto tienen en común nuestros pueblos”
El destino quiso que la primera experiencia significativa de Gola como actriz principal en una película incluyera otra vivencia extraordinaria: Tahereh fue filmada íntegramente, desde el primer hasta el último fotograma, con un teléfono móvil. El director, Abdolreza Kahani —también artista iraní exiliado—, llamó a Gola después de escuchar su historia a través del actor principal del filme, Nima Sadr. En la conversación intentó averiguar con delicadeza si Gola aceptaría prestar elementos de su vida a la protagonista. “De inmediato entendí que era una forma increíble de hablar en voz alta, para que comprendan que no pueden silenciarnos”, declara Gola. “Porque recibo amenazas. ‘No cantes canciones políticas’. ¿Y saben qué? Esta vez no son solo canciones, esta vez también es una película. Así que no solo no estamos calladas y silenciadas, estamos duplicando nuestra fuerza”.
–¿Cómo te llevaste con el hecho de que la película se filmara con un celular?
–Al principio fue muy intimidante. Nima había actuado en su película anterior, Templo, que también se filmó así, y me advirtió que iba a ser extraño. Le dije que no se preocupara, que lo haría sin problemas. El primer día, cuando Abdolreza dijo ‘acción’ y yo estaba frente al celular —a unos centímetros de mi cara— no pude ignorarlo. Estoy muy acostumbrada a las cámaras, he actuado frente a público en vivo y ante 80 millones de espectadores en transmisiones, cámaras en grúas, y nunca me sentí intimidada. Pero esto fue muy difícil. Tuvimos que trabajar varios días hasta que me acostumbré a actuar así. Por otro lado, había algo genial en eso: la intimidad. No había gritos, no había equipo. En cuanto yo estaba lista, la cámara también lo estaba.
“Éramos un equipo muy pequeño, era cine de un solo hombre. Abdolreza no usó equipo de sonido ni de iluminación, así que la luz era natural. El sistema de sonido era un micrófono diminuto que él llevaba consigo, o que colocaba en algún lugar, o que alguno de nosotros sostenía. Ni siquiera había una lente suavizante en el celular ni nada parecido."
“Después de filmar la escena en la que le pedía a Nima que saliera conmigo porque quería mostrarle dónde debía enterrarme, el sol se puso y entramos. Hacía -30 grados, todos temblábamos y calentábamos las manos con la estufa. Entonces dijimos: ‘Ok, veamos cómo salió la escena’. Y Abdolreza dijo: ‘¿Dónde está mi teléfono? ¿Dónde está el teléfono?’. Buscamos y buscamos, el teléfono no estaba en ningún lado. Salimos a la nieve, buscamos durante media hora. Al final lo encontramos bajo la nieve. Y ese es el problema con este método de filmación: todo puede desaparecer en un instante.”
–La gente tiende más a perder su teléfono que a perder a su equipo de filmación.
–Exactamente. Pero Abdolreza siempre hablaba de la belleza de esto: si tienes una idea, simplemente puedes empezar a filmar, en cualquier lugar del mundo. Y ése es su mensaje para quienes quieren hacer cine: no esperen el momento perfecto, ni un gran presupuesto, ni que algo glamoroso les ocurra. Tomen su teléfono, su idea, y salgan a hacer su película.
* * * * *
El contexto le dio a la visita de Gola a Israel una capa adicional de significado. Llegó dos días antes del regreso de los secuestrados con vida, y sintió el pulso de la historia en primera persona. “Tengo muchísimos amigos israelíes”, cuenta. “La esperanza, la emoción, el alivio que siento de parte de ellos… Ser parte de esto es una sensación increíble. Finalmente los líderes están haciendo algo al respecto, y es responsabilidad del arte contar todas las historias que surjan de esta situación. Contarlas de la mejor manera, preservar los recuerdos y transmitirlos mientras están vivos, para que cosas así no vuelvan a ocurrir”.
–¿Ve similitudes entre israelíes e iraníes?
–Muchísimas. En todos los aspectos: música, comida… Y eso sólo me confirma cuánto podemos entendernos. Colaboré en el pasado con Idan Raichel, y entendí que hay muchísimo en común entre nuestros pueblos. Probablemente por eso el régimen iraní no quiere que estemos en contacto, porque cuando nos encontramos nos sentimos atraídos de forma natural. Son dos pueblos que sólo sus gobiernos separan. Los corazones dicen otra cosa.









