Hace varios meses que el mundo entero no hace más que hablar de la pandemia del coronavirus. Cada nuevo descubrimiento y cada investigación abre los informativos, y los héroes culturales del momento son los científicos y los médicos. Desde el doctor estadounidense Anthony Fauci (experto en inmunología que asesoró a Trump) hasta el catedrático Itamar Grotto (epidemiólogo y director general adjunto del Ministerio de Salud) en Israel. Mientras el nuevo coronavirus se propaga en todo el planeta y atrae la atención de la opinión pública mundial, debajo de todo eso supura un antiquísimo virus que ha estado aquí desde antes que se descubriera el ADN, pero jamás se encontró una vacuna contra él. Es el virus del antisemitismo, que últimamente volvió a levantar la cabeza en Estados Unidos en forma de cruces gamadas, insultos y amenazas. Todo esto aparece mezclado una y otra vez en las manifestaciones contra la política de confinamiento en el país, o en ataques –tanto físicos como verbales– directos contra la comunidad judía ultrarreligiosa de Nueva York. Mientras todos se dedican al coronavirus, el periodista, escritor y productor Andrew Goldberg enfoca su microscopio a la pandemia del antisemitismo. En su película documental que lleva el título de Viral: Antisemitism In Four Mutations (en español: Viral: Antisemitismo en cuatro mutaciones] investiga y analiza cuatro variedades nuevas de la enfermedad, tal como se manifiestan en Estados Unidos, Hungría, Gran Bretaña y Francia.
“Pienso que el tema del antisemitismo es apasionante, y tiene que ver con muchas de las cosas que me interesan”, dice Goldberg en una entrevista con Ynet en víspera de la emisión del documental en la cadena pública PBS (de Estados Unidos). “Mi madre era periodista, y yo soy adicto a las noticias. Nunca he sido una persona que da buenas noticias; tengo un sentido del deber del que no me puedo desprender. Eso relaciona a la historia judía con la política actual. Ver las cosas desde el lado judío se debe a que las conozco desde ese ángulo. Pero no siento que estoy haciendo algo por el bien del pueblo judío. El hecho de que yo sea judío no es lo que me motiva”, dice Goldberg. Y, efectivamente, el periodista y productor ha hecho varias y variadas películas documentales, en las que analizó temas diversos relacionados con el Holocausto (la Shoá) de los judíos de Europa, con el antisemitismo y también con el genocidio de los armenios. “La palabra ‘importante’ es clave en todo lo que hago, y también es relevante en la situación actual. Hay personas que pensaban que, después del Holocausto, estábamos en la era del post-antisemitismo, que las cosas habían mejorado. Pero hemos descubierto que eso no refleja la realidad, y significa que no se entiende lo que sucede a nuestro alrededor”.
Durante el rodaje del documental –dividido en cuatro capítulos–, Goldberg recorre el terreno y explora las raíces del odio hacia los judíos. En el patio trasero de Estados Unidos encuentra a gente de la extrema derecha, que propaga el odio hacia diferentes minorías, entre ellas la de los judíos, y en más de una ocasión los relacionan con teorías de conspiración contra los blancos. En Hungría, el que hace eso es el propio gobierno, encabezado por el presidente Viktor Orbán, que utiliza a los judíos como chivos emisarios y hace una campaña política dirigida enteramente contra el multimillonario judío George Soros, de origen húngaro. En Gran Bretaña, Goldberg analiza cómo el Partido Laborista se ha convertido en un movimiento de extrema izquierda con tintes antisemitas, encabezado (hasta hace poco) por Jeremy Corbyn. Y en Francia, el antisemitismo ha llegado a su punto de ebullición como parte del problema del choque de culturas.
Cuando se le pide que señale cuál es la “variedad” o “cepa” más problemática de los cuatro virus del antisemitismo, Goldberg señala que el que se da en las comunidades musulmanas de Francia es la más violenta y peligrosa de todas. “En Estados Unidos contamos con instituciones que pueden luchar contra el antisemitismo de la extrema derecha. El antisemitismo no es allí un fenómeno nuevo, aunque su erupción en los últimos tiempos sorprende considerablemente. Por otro lado, algunas de esas organizaciones fueron reprimidas después de las últimas elecciones, su dirección se desintegró, y su arraigo en la vida pública estadounidense no es tan fuerte como ellos esperaban después de las elecciones. En Hungría aún no hay violencia, pero el antisemitismo se expresa en la vida política y está dirigida por el presidente Orbán. Es difícil evaluar el peligro que encierra. Yo no veo que haya peligro en el futuro inmediato porque se trata de un líder autoritario moderno que sabe lo que tiene que hacer para permanecer en el poder. En Gran Bretaña, la situación ha cambiado para bien después de las elecciones. Corbyn quedó fuera, y el Partido Laborista se está recuperando”, dice Goldberg.
“La situación en Francia es la peor, y la más peligrosa. Es un país donde reina la violencia hace ya más de diez años. Y no se trata sólo del número de actos antisemitas, sino también del miedo que siente la comunidad judía. El terrorismo tiene un impacto más fuerte, aunque no mate a tanta gente como la guerra. El gobierno francés no reconoce que en su país hay minorías. Desde su punto de vista, no importa quién es musulmán y quién no lo es porque todos son franceses. Eso tenía sentido cuando todos en Francia eran católicos blancos, pero ahora existe una diferencia cultural que no reconocen, y entretanto la comunidad musulmana sigue siendo igual y no se integra a la sociedad. Ni cambia ni se adapta al medio. Aunque haya mucho menos violencia, en mi opinión eso se debe a que hay mucha más presencia policial en las calles. Pero no hay un cambio de raíz. Ellos pueden seguir hablando de integración, pero no intentan dirigirse realmente a los musulmanes en el lenguaje de ellos.”
"La situación en Francia es la peor, y la más peligrosa. Es un país donde reina la violencia hace ya más de diez años. Y no se trata sólo del número de actos antisemitas, sino también del miedo que siente la comunidad judía"
Como parte de su investigación, Goldberg pasa revista a la serie de atentados letales que cometieron musulmanes contra sus conciudadanos judíos en Francia. Y se centra en la masacre que perpetraron en el colegio Otsar Hatorá [‘El tesoro de la Torá’, en español] de Toulouse en el año 2012, donde murieron un maestro y tres de sus alumnos. Aunque el joven argelino Mohamed Merah comenzó su recorrido letal atacando a tres soldados del Ejército francés (dos de ellos eran musulmanes), Goldberg piensa que su motivación era sobre todo el odio a los judíos. Su hermano mayor, Abdelrani Merah, a quien Goldberg entrevista en el documental, está de acuerdo con el periodista y productor, y cuenta que las expresiones contra los judíos son cada vez más extremistas. Desde este punto de vista, Israel y su política en los territorios palestinos fueron sólo la chispa que encendió la pólvora, que ha estado allí desde siempre.
“El antisemitismo en Francia es más intenso en el seno de los musulmanes que son religiosos practicantes que entre los laicos. Pero el fanatismo religioso constituye sólo una parte pequeña de lo que motiva el antisemitismo en la sociedad. Y tiene muchos otros móviles. El antisemitismo existió a lo largo y ancho del mundo musulmán en Oriente Medio aun antes de que existiera Israel”, explica Goldberg, que investigó el antisemitismo en los países árabes en otro documental del año 2007. “Ahora se considera a Israel como un enemigo político, y para ellos eso justifica la postura y la actitud de ellos, y las hace más extremas. Es el ‘fertilizante’ que intensifica el aumento del antisemitismo. Cuando uno está en Francia y ve en la televisión cómo las excavadoras –los ‘bulldozers’– del Ejército israelí destruyen casas en Cisjordania, eso se convierte para ellos en símbolo de lo que es Israel. El francés musulmán no sabe casi nada al respecto, pero cuando ve a un niño judío vecino suyo, éste se convierte en la expresión y el símbolo concreto de gente que vive a miles de kilómetros y se enfrenta a sus correligionarios. Así lo ven ellos, y entonces ese niño se convierte en el objetivo (de un atentado)”.
Goldberg no quiere hablar sobre el papel que desempeña Israel en ese contexto, ni cómo inciden la ocupación y la represión a los palestinos a la reacción negativa de muchas personas en todo el mundo, lo que a veces se interpreta como antisemitismo. Para él, a diferencia del antisemitismo en el mundo árabe y musulmán, que tal vez basa su odio en el conflicto de Oriente Medio, Corbyn y sus seguidores en el Partido Laborista británico no tienen ningún motivo para expresarse como lo hacen contra Israel. “Ellos no tienen un motivo para la frustración en ese sentido, y tampoco tienen una conexión esencial con los palestinos”, señala Goldberg. “Lo que siente la extrema izquierda de Gran Bretaña contra los judíos lo siente independientemente de Israel. Israel se ha convertido en una excusa muy cómoda. Porque si les importaran los palestinos, los ayudarían allí donde viven. En Cisjordania actúan organizaciones de ayuda social, y no de políticos británicos. Su compasión es falsa y artificial”.
Por motivos no necesariamente ideológicos, Goldberg evita responder a la pregunta acerca de si el problema del antisemitismo se ha convertido en un arma política al servicio del gobierno israelí y de organizaciones judías como la Liga Antidifamación, que aprietan el botón de alarma cada vez que alguien hace una crítica, y de esa manera corren el riesgo de que las llamadas de advertencia se desgasten, como en el cuento de “lobo, lobo”. En tanto que periodista que actúa en el medio judío, parecería que Goldberg prefiere dirigir la crítica hacia afuera, y sólo hacia afuera, sin profundizar en los conflictos interiores. Por ejemplo, cuando se le pide que opine sobre los ataques verbales de muchos israelíes a militantes de los derechos humanos judíos y antisionistas, a quienes se califica de “auto-antisemitas”, dice: “Es una decisión personal de un judío que supongo que conoce Israel, y tal vez tenga familia allí. El hecho de que se oponga a lo que sea no es antisemitismo. Eso difiere mucho de la actitud del Partido Laborista británico, y de su tradición de odio hacia los judíos. A diferencia de los políticos británicos, si uno va a Cisjordania verá muchas organizaciones judías que ayudan a los palestinos”.
"Hungría es aparentemente democrática, pero en realidad allí gobierna una sola persona: Viktor Orbán"
En lo que respecta a la política, al parecer los judíos siempre son vistos como chivo expiatorio cómodo y al alcance de la mano cuando las cosas arden. Así fue en la época de los pogromos en Europa del Este, en la Alemania de los años ’30 y ahora en Hungría, donde el todopoderoso presidente Viktor Orbán decidió señalar como su objetivo la imagen del multimillonario judío de origen húngaro George Soros. Orbán inició una deplorable campaña personal contra Soros, que apestaba a antisemitismo.
“Hungría es aparentemente democrática, pero en realidad allí gobierna una sola persona: Viktor Orbán. Hace poco su partido fue derrotado en las elecciones municipales a la Municipalidad de Budapest, lo que le preocupa. Con esto como telón de fondo, Orbán utiliza el coronavirus como excusa para reforzar su poder. Como hace Recep Tayip Erdogán en Turquía, que intenta atraer a la derecha y a las facciones religiosas”, explica Goldberg. “El antisemitismo y el racismo son, generalmente, formas muy eficaces de conservar el poder político de algunos líderes. Esto es así porque entonces pueden tratar de convencer a los votantes potenciales que los problemas que tienen en la vida no se deben a su política, sino a una fuerza extranjera. Esto es asimismo lo que se ve en Oriente Medio. Los países árabes tienen muchos problemas internos, malas infraestructuras y corrupción, pero cuando los líderes afrontan protestas sociales acusan a Israel”.
También en Israel, el gobierno de derecha ataca a Soros, y al Fondo del Nuevo Israel que él financia. Netanyahu mismo tardó en reaccionar a la deplorable campaña contra él en Hungría.
“Soros participa en actividades que no gustan en Hungría, y al parecer tampoco en Israel. Pero hay una diferencia entre teorías conspiratorias detrás de bambalinas y antisemitismo. No estoy seguro por dónde pasa la línea divisoria. En Hungría acusan a Soros de ser un judío que quiere hacer el mal de la nación; hacerle daño. Pero no se refieren concretamente a la política misma de Soros. Toda la campaña se basa en el hecho de que Soros dijo una vez, en una entrevista a un diario, que es deseable que Europa esté más abierta hacia los inmigrantes. Quizás sí y quizás no. Pero el hecho de que el gobierno húngaro iniciara una tremenda campaña contra él, y llenó las calles de carteles con la imagen caricaturesca de él como ‘el judío ridículo’ de nariz larga, y a veces con el añadido de cruces gamadas… Es muy difícil no calificar eso como antisemitismo. A ellos les da igual si es un hombre bueno o malo. En cuanto a los israelíes, es posible que tengan problemas con Soros, y tienen derecho a ello, pero si aluden a él de manera antisemita, caen en la misma trampa. Supongo que hay israelíes antisemitas que no son conscientes de ello”.
Pregunta: Me parece que estamos hablando del racismo en forma general. ¿Qué diferencia al antisemitismo de las demás formas de racismo?
Respuesta: “En general, los antisemitas tienen ideas racistas. Muchas personas detestan a personas que tienen un origen distinto al de ellos. El antisemitismo es único, pero no necesariamente especial. El odio al extranjero y el racismo tienen muchos motivos, pero el resultado es generalmente similar: maltrato, violencia y muerte. Es interesante tratar de analizarlo de manera universal, pero es menos efectivo. El odio es un concepto demasiado elusivo, y no siempre condenable. ¿Qué podría decirle a alguien que difunde teorías conspirativas contra los judíos de Estados Unidos, y que al mismo tiempo les dice a los ciudadanos húngaros que su Gobierno le está haciendo un lavado de cerebro con mensajes antisemitas? Hay que tratar cada uno de estos fenómenos con una estrategia diferente. Cada forma de odio es diferente. En el caso del antisemitismo, es la expresión más violenta y extrema de todas, y por supuesto la más antigua”.
P.: En el año 2007, usted hizo un documental sobre el antisemitismo. ¿Piensa que ha habido cambios desde entonces?
R.: “Los países en los que el antisemitismo ha empeorado en gran medida son aquellos en los que existen políticas que dividen, que crean brechas. Eso se da en Europa y en muchos otros países del mundo, a excepción –tal vez– del Este de Asia. Es posible que haya antisemitismo tanto en la extrema derecha como en la extrema izquierda. Además, los sectores desfavorecidos tienden a estar contra los gobernantes, y en ocasiones tienden a pensar que éstos están gobernador por judíos. Yo no soy optimista. Todo esto se ve en Facebook y en Twitter. Sacha Baron Cohen dijo que ésa es la propaganda actual, y pienso que es cierto. Es terriblemente peligroso y perturbador lo que fluye por esas cañerías de alcantarillado. Todo el mundo está en Facebook, y se hallan expuestos a esas idioteces que se propagan allí. Si alguien escribe una estupidez racista o antisemita, siempre habrá otra persona que lo adopte como verdad, y a partir de allí se seguirá propagando. Así funcionan las fake news. Es muy decepcionante, y yo personalmente evito Twitter y limito mis actividades a Facebook”.
Durante su visita a Pittsburg, Goldberg se reunió con miembros de la comunidad judía afectada por el atentado terrorista terrible a la sinagoga Etz Jaim [‘El árbol de la vida’, en español], y también habló con un hombre mayor que quiere hacerse un lugar en la política local, y su objetivo más importante es poner fin a la cooperación entre judíos y negros, que según él quieren aniquilar a la nación americana blanca. Ese tipo de ideas, y los actos que se llevan a cabo inspirados por ellas, son cada vez más habituales en la vida pública de Estados Unidos desde las elecciones del 2016 y el ascenso de Trump al poder. A juicio de Goldberg, se trata de una reacción contra el gobierno de Barack Obama. “Hubo mucha presión racista cuando Obama estaba en el poder. Y hay una reacción agresiva de la derecha contra el hecho de que hubiera un presidente negro en Estados Unidos. Esto les provocó una indignación que fue en aumento. A la derecha estadounidense le cuesta aceptar que una persona afro-americana haya logrado pisar la Casa Blanca. Para ellos, es inconcebible. Y si eso no fuera suficiente, esas personas miran la televisión y ven a personajes públicos de diferentes minorías, lo que los indigna. Esas personas se sienten impotentes ante la pérdida de poder que les estaba reservado a ellos. También en la vida cotidiana, en Chicago –donde me crié– siempre hubo una separación de barrios según el origen: aquí vivían negros, allí italianos, más allá judíos. Pero ahora esas fronteras se han desdibujado y vuelto borrosas, y eso les da miedo a los racistas”.
P.: Entonces Trump ganó las elecciones, y ahora están poseídos por la venganza.
R.: “El hecho de que un presidente negro fuera sustituido por un presidente blanco, que además habla el mismo lenguaje de esa gente, los estimuló. Fue como la tapa de una alcantarilla que corrió después de las elecciones. No es necesariamente culpa de Trump, pero la extrema derecha sintió que él era uno de ellos. Cuando un líder utiliza la palabra ‘globalistas’, los antisemitas interpretan que está hablando de los judíos. Y cuando las organizaciones judías reaccionan, ellos dicen que exageran. Es una estrategia inteligente porque la opinión pública en general no entiende a qué viene todo eso. Trump no tiene una política oficial antijudía. Él disfruta de la cercanía de los judíos siempre que ello le sirva políticamente. Yo no creo que a Trump le importe el pueblo judío de una manera o de otra. Él simplemente elige la opción estratégica que le conviene. Pero no es que las personas a las que me refería se hayan vuelto antisemitas porque apareció él. Su campaña canalizó la indignación que sentían esas personas. En Estados Unidos existe ese tipo de racismo cotidiano”.
Estos días, cuando el gran tema es el coronavirus, éste se junta con el virus del antisemitismo, como podemos ver, por ejemplo, en Nueva York. Allí acusaron a los miembros de la comunidad ultrarreligiosa judía de propagar la enfermedad en Brooklyn. Aunque muchos ultrarreligiosos hicieron caso omiso de las normas relativas a la salud pública, continuaron sus reuniones en público y la mayoría de ellos se niegan a usar mascarillas, Goldberg piensa que la reacción contra ellos tiene un móvil básicamente antisemita. “Ya hay quienes le han puesto al coronavirus el nombre de ‘gripe judía’, y quienes sostienen que Israel propaga el virus en el marco de su colaboración con China para controlar a los países occidentales. También hay grupos de extrema derecha que instaron a los portadores del virus a toserles a los judíos. Cada vez que ocurre algo malo en la sociedad, culpan a los judíos. Por eso no entiendo si las acusaciones a las comunidades ultrarreligiosas judías están relacionadas o no con el hecho de que éstas hacen caso omiso del confinamiento. Existe el peligro de que esto desemboque en una ola de antisemitismo. Pero pienso que eso no sucederá pronto porque ahora mismo los estadounidenses han encontrado a otros a quienes culpar: a China”.