Una histórica carta escrita por el físico Albert Einstein sobre la creación del mundo sale a subasta pública en Pensilvania con un precio inicial de 125.000 dólares.
Escrita en alemán desde Brooklyn, Nueva York, el 11 de abril de 1950, la carta expresa la incredulidad de Einstein en el relato bíblico de cómo se creó el mundo, ya que la ciencia "sustituye y reemplaza" tales conceptos religiosos.
Einstein escribió la carta en respuesta a una que le envió Martha Munk, la esposa del rabino alemán Michael L. Munk, que era una de las principales voces del mundo judío ortodoxo de la época.
Aunque existen otras cartas de Einstein describiendo sus puntos de vista sobre Dios y el judaísmo, incluida la Carta de Dios que se vendió por 3 millones de dólares en 2018, rara vez se le preguntó sobre sus creencias personales, y en este caso, fue interrogado por una prominente figura religiosa de una familia que conocía.
El matrimonio Munk huyó de Alemania tras las persecuciones antisemitas unos años después que Einstein, que se marchó en 1933 y se nacionalizó estadounidense en 1940.
En una carta de finales de marzo de 1950, Munk escribió a Einstein: "En nombre de los alumnos de una serie de conferencias sobre religión, me gustaría preguntarle si cree que es posible para un científico moderno conciliar la idea de la Creación del mundo por Dios, un poder superior, con sus conocimientos científicos".
Einstein respondió rápidamente, afirmando que creía que la interpretación literal de la Biblia considera a Dios como creador del universo. Sin embargo, subrayó que no acepta el relato de la Creación no porque lo rechace, sino porque la ciencia tiene otra explicación que lo sustituye.
"Mientras las historias de la Biblia se tomaran al pie de la letra, era obvio qué tipo de fe se esperaba de los lectores", escribió Einstein.
"Sin embargo, si se interpreta la Biblia simbólicamente (metafóricamente), ya no está claro si en realidad se debe pensar en Dios como una persona (y por tanto no como una deidad monoteísta), que es de alguna manera análoga a los humanos, en ese caso, es difícil evaluar lo que queda de la fe en su sentido original", agregó
"La persona más o menos formada en el pensamiento científico es ajena a la creación religiosa (en el sentido original) del cosmos porque aplica el criterio de la condicionalidad causal a todo. Esto no refuta la actitud religiosa sino que, en cierto sentido, la sustituye y la reemplaza", añadió en la carta.
En el momento de escribirla, Einstein ya era ciudadano estadounidense desde hacía una década. El célebre físico huyó de Alemania poco después de que el Partido Nazi llegara al poder y vivió en Bélgica durante un breve periodo y luego pasó seis semanas en el Reino Unido antes de establecerse en Princeton (Nueva Jersey), donde realizó investigaciones hasta morir.
La carta fue adquirida a los herederos del destinatario y sacada a subasta por primera vez, según la casa Raab, considerada una de las principales subastadoras de documentos históricos de Estados Unidos.
Según la casa de subastas, la carta de Einstein sirve de precursora de sus posteriores declaraciones, más mordaces, en su Carta de Dios, entre ellas: "La palabra Dios no es para mí más que la expresión y el producto de las debilidades humanas, la Biblia una colección de leyendas venerables pero todavía bastante primitivas".
A pesar de sus claras declaraciones, Einstein se enfadaba con cualquiera que intentara clasificarlo en algún bando respecto a la creencia en Dios.
A los ateos les dijo: "Todavía hay gente que dice que Dios no existe. Pero lo que realmente me enfada es que me citen para apoyar tales opiniones. Pueden llamarme agnóstico, pero no comparto el espíritu de cruzada del ateo profesional, cuyo fervor se debe sobre todo a un doloroso acto de liberación de las cadenas del adoctrinamiento religioso recibido en la juventud".
Sin embargo, también respondió a los creyentes devotos. "Por supuesto, es mentira lo que leyeron sobre mis convicciones religiosas, una mentira que se repite sistemáticamente. No creo en un Dios personal y nunca lo he negado, sino que lo he expresado claramente. Si hay algo en mí que pueda llamarse religioso es la admiración sin límites por la estructura del mundo hasta donde nuestra ciencia puede revelarla".
En los últimos años, varias pertenencias de Einstein se han vendido en subastas públicas, entre ellas dos notas que dio a un mensajero que se le acercó en un hotel de Japón, en las que escribió su teoría de la felicidad, que se vendieron en subasta pública en Jerusalem por 1,3 millones de dólares.
En una de las notas, escribió que "Una vida tranquila y modesta aporta más felicidad que la búsqueda del éxito combinada con una inquietud constante". En la segunda nota, simplemente escribió: "Donde hay voluntad, hay un camino".