Nimrod Gross, de 34 años, llegó a su primera protesta pública llevando el único elemento con que se sintió representado: la bandera azul y blanca de Israel. El ex soldado de combate y actual guía turístico y profesor particular de ciencias vio disminuir a 500 dólares sus ingresos mensuales como resultado de la crisis del coronavirus. Un centrista que rehuye de la política, pero con hermanos que apoyan al primer ministro Benjamín Netanyahu, buscó un símbolo unificador para expresar su desesperación.
A cambio, el joven y su bandera fueron alcanzados por un potente chorro de agua de los camiones hidrantes de la policía y el momento fue capturado por un fotógrafo de la agencia de noticias Associated Press. Rápidamente se convirtió en una imagen emblemática del clima de disconformidad que durante las últimas semanas derivó en una ola de manifestaciones en todo el país en contra del primer ministro, Benjamín Netanyahu, y su percibida incapacidad para lidiar con la crisis económica.
Netanyahu, en un intento por restar importancia a los sucesos, calificó de radicales y anarquistas que se burlan de las restricciones de salud pública a los jóvenes manifestantes. Pero las miles de personas que están saliendo a las calles varias veces por semana provienen de todos los ámbitos de la vida, y con el desempleo en niveles históricos, están pidiendo, por parte del primer ministro, un recálculo en las directivas de gobierno.
“Siento que crecí dentro de este sueño que ahora nos explota en la cara”, sostuvo Gross. “Haces todo lo que la sociedad te exige, y de repente pasas a ser ilegítimo”, añadió.
Israel tiene una larga tradición de protestas políticas multitudinarias, principalmente en temas ideológicos acerca de cómo manejar el conflicto con los palestinos. Pero las protestas de mayor impacto en su historia tendieron a trascender la división partidista, y se relacionaron más con los problemas cotidianos que afectan a todos, como las protestas masivas por el costo de vida que tuvieron lugar en 2011.
En los últimos años, las pequeñas protestas semanales contra Netanyahu sucedieron bajo el dominio de los “antiguos guardianes de los valores liberales” de Israel, enojados por lo que creyeron como intentos del primer ministro por destruir las instituciones democráticas. Pero la actual recesión económica, junto a una crisis de confianza en su liderazgo, impulsaron a una generación más joven de israelíes preocupados por su futuro a asumir un rol protagónico en la escena pública.
Es pronto para decir si la efusión concluirá en el tipo de “revolución” que algunos de sus activistas creen. Pero la amplia y diversa franja de manifestantes y el clima de desesperación en torno a la falta de oportunidades para los jóvenes israelíes, constituyeron un terreno fértil para ello.
“El coronavirus es solo la lupa con la cual se ven más grandes las cosas que ya estaban mal en el país”, sostuvo Gross. La ola actual de protestas es la de mayor participación desde 2011. Tiene como característica un fuerte impulso de una multitud más joven y desafiante que acusa el golpe en primera persona.
Israel recibió elogios por su manejo temprano de la crisis del coronavirus y la imposición de estrictas restricciones a la circulación. Pero desde la reapertura de la economía en mayo, los nuevos casos alcanzaron niveles récord, y el desempleo sigue siendo superior al 20%, frente al 3,9% anterior a la pandemia.
El gobierno actual fue criticado en las últimas semanas por brindar escasa asistencia a cientos de miles de israelíes despedidos y trabajadores autónomos y comerciantes con dificultades. Se suma a eso una acusación por la emisión de pautas confusas y contradictorias que generaron malestar en la ciudadanía.
El periodista israelí Ben-Dror Yemini escribió en una columna de opinión que Netanyahu “sabe que algunos de los manifestantes son sus antiguos seguidores. Salieron a manifestarse porque están hartos”.
Las protestas mostraron una extraña mezcla de desesperación y clima de carnaval. Los cocineros famosos ofrecieron comidas, los grupos espirituales llevaron a cabo sesiones de meditación y se bailó música electrónica. Una joven trepó de manera ostensible al candelabro emplazado frente al parlamento y se quitó la camisa en señal de protesta.
Pero en algún momento el clima festivo terminó y la policía desplegó un operativo de dispersión de la protesta. Según Gross, el clima que se vivió solo lo convenció más acerca de sus ideas y aunque no tiene una agenda política, indicó que espera que la movilización despierte a los israelíes y conduzca a un cambio.