La mayoría de los jóvenes israelíes sueñan con el largo viaje al terminar el servicio militar obligatorio, pasarla bien en Tel Aviv de fiesta en fiesta, y como mucho estudiar para obtener un título en un campo que sea a la vez interesante y en el que puedan hacer una carrera profesional. A diferencia de ellos, en los próximos meses Deni Avdija podrá acariciar el sueño que muchos jóvenes de su edad no se atreven siquiera a imaginar.
Siempre que el coronavirus no vuelva a crear problemas, el 15 de octubre Avdija estará en el Barclays Center de Brooklyn, a la espera de oír qué equipo de la NBA lo eligió en el draft. Es un estatus que muy pocos israelíes se han ganado, y al que muchos menos llegaron con una montaña de expectativas y con el potencial de Avdija. Según todas las opiniones y valoraciones, también de comentaristas de Estados Unidos, Avdija es una gran promesa. Y además, es “fresquito”.
“En primer lugar, espero que pronuncien bien mi nombre –dice Avdija, centrándose en lo que es importante de verdad–, porque hay mucha confusión con mi nombre en Estados Unidos”. Su apellido [de origen serbio] se escribe con “jota”, y se crea una confusión cuando pronuncian esa letra, que no se debe pronunciar”.
–Ciertamente, un motivo sano para estar tenso.
–Me resulta un poco difícil centrarme en el draft porque vuelve la temporada en Israel, y mi cabeza está puesta toda en Maccabi. Pero si usted realmente "me quiere llevar allá", y sé que usted quiere, pues sí, será una noche muy emocionante.
–¿Es algo que ya asumes como una realidad?
–Para nada. Uno sabe, con el tiempo, que puede llegar a ese lugar pero no lo espera para uno mismo. Dejando a un lado la NBA, lo cierto es que cuando de niño que jugaba al baloncesto en la ciudad de Herzliya, no pensaba para nada que pudiera llegar siquiera a formar parte del equipo de mayores de Maccabi. Entonces la respuesta es no, nunca soñé con la NBA. Simplemente me la pasaba bien jugando al baloncesto. Si al comienzo de mi carrera usted me hubiera dicho que estaría en el draft de la NBA, me habría reído. No es que no crea en mí mismo; es que es demasiado.
–¿Imaginas a veces ese momento?
–Sí, me pasa por la cabeza. Yo veo, por ejemplo, de qué color va a ser mi traje; mi agente se ocupa de eso. No creo que vaya a estar allí en traje de baño. He visto en Youtube sesiones de draft, pero no sé exactamente qué esperar en cuanto al ambiente. Supongo que me voy a emocionar mucho.
Avdija, actualmente una de las estrellas más destacadas de Maccabi Tel Aviv, irá al draft desde una posición interesante. Con el paso de los meses, cambian constantemente los pronósticos de los expertos respecto del lugar al que resultará elegido. A veces aparece entre los primeros cinco, y en cierto momento llegó incluso al prestigioso primer lugar. Pero últimamente bajó en las valoraciones.
“Por supuesto que me importa mucho el lugar de la lista en el que esté”, reconoce. “Pero no me atengo a lo que la gente escriba sobre mí, sea lo que sea. A fin de cuentas, ese lugar se determinará según los equipos, de acuerdo con lo que necesiten, y si se sienten atraídos por determinado jugador o no. Yo no tengo por qué tomarlos en cuenta”.
–¿Por qué no?
–Le voy a dar un ejemplo. Al comienzo del coronavirus se decía que en el draft yo iba a estar entre los primeros cinco, e incluso que sería el primero. Pero de repente decidieron cambiar el lugar. ¿En base a qué? ¿De acuerdo con qué criterios? ¿Pasó algo? Nada de nada. Eso quiere decir que la gente en realidad no sabe; no es algo que realmente se pueda medir. Son sólo conjeturas. La gente juega a adivinar.
–Pero estar en el primer lugar en el draft sería sensacional. Harías historia.
–Sí. No puedo negar que es mi objetivo. Sí lo es. Pero aunque quedara en primer lugar, ¿eso quiere decir que voy a jugar bien? Tengo que estar en un equipo que sea bueno para mí, y que crea en mí. Y si logro estar en un equipo que reúna esas condiciones, aun a cuenta de no ser el primero, lo que usted califica de sensacional, lo aceptaré de buena gana. Porque entonces sabré que voy a estar en un entorno que contribuirá a que yo tenga éxito.
Los diarios de todo el mundo están llenos de noticias sobre equipos de la NBA que creen en Avdija. Y mencionan, entre otros, al Cleveland, Golden State, San Antonio, New York Knicks y al Chicago Bulls. “Todos nos llaman”, revela el agente Matán Simantov. “Muchos de ellos quieren saber a qué actividades se dedica Deni durante el coronavirus, por ejemplo. Porque su equipo no entrenó. También quieren saber cómo se mantiene en forma, y qué es exactamente lo que hace al respecto”.
–¿Tiene, de todos modos, alguna preferencia respecto de determinado equipo? ¿O a una zona en la que prefiere vivir?
–Yo nací en Israel, y me gustan mucho el calor y el sol.
–Pero los Clippers y los Lakers (ambos de Los Ángeles) no tienen disponibilidad.
–No importa que no sea con ellos –dice riendo–. De verdad, no tengo ninguna preferencia. Lo único que necesito es un equipo que crea en mí.
Avdija da muestras de una impresionante autoestima, de seguridad en sí mismo, para alguien de 19 años, y se comporta como quien sabe perfectamente lo que vale. Está de acuerdo con todos los elogios de la prensa, incluido el sitio web de la NBA, que escribió sobre él el mes pasado que “es el nombre internacional más importante del draft, y logró ese estatus porque hace un tipo de juego norteamericano”. Escribieron sobre lo inteligente que es, sobre la dureza y el rigor de su defensa y sobre su lucha por los rebotes y sobre la forma y la intensidad en que siente el juego. Sobre su personalidad dijeron que “Avdija emana seguridad en sí mismo por todos los poros cada vez que sale al parqué, y el hecho de no tener miedo le servirá mucho cuando llegue a Estados Unidos”. Calificaron este rasgo como “valentía norteamericana”.
“La seguridad no depende sólo de mí, sino del equipo que me dé seguridad y que sepa que no hay nada que hacer: los jugadores cometen errores, y yo también los cometeré”, dice. “Pero la cuestión es si voy a tener o no el lugar apropiado para cometer errores. Es decir, libertad de acción en la cancha. Por cierto, es interesante que se refieran a mí y a mi juego como norteamericano. Yo diría que soy más bien balcánico”.
En la cancha, Avdija es un jugador muy sensible, para bien y para mal. Es tan competitivo como Michael Jordan, y odia perder. “Cuando entro a la cancha, voy a por todas. Hago todo lo que puedo para triunfar, y mis sentimientos se manifiestan. Si un jugador comete un error, no le gritaría ni me comportaría mal con él. Pero sí le diría algo, o lo ayudaría. Tengo una gran pasión por el juego. Eso describe bien mi carácter."
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En la selección de jugadores de hasta 20 años. Dos campeonatos europeos seguidos.
(Reuven Schwartz)
–¿Recuerda alguna derrota que le haya dolido especialmente?
–El partido contra Serbia con la selección de jugadores de hasta 20 años, en el campeonato que se jugó en Israel. Siempre tengo alguna motivación añadida para jugar contra la selección en la que yo podría estar. Mi padre es serbio, por lo que conozco muy bien esa selección, y hay una especie de rivalidad. Cuando ellos vinieron a Israel y nos ganaron, y yo no jugué bien, de alguna manera me afectó más profundamente que una derrota normal. Esa noche me afectó una gran depresión. Pero es un campeonato largo, y eso me levantó la moral. Después de todo, perdí ante ellos en la primera vuelta, pero al final conseguí una medalla de oro.
–¿Entonces en qué aspecto tiene que mejorar?
–En saberme controlar cuando a veces me enojo. Poco a poco, aprendo a superarlo. Porque eso se refleja en el lenguaje corporal. En el pasado, eso me llevó a cometer actos imprudentes y lo lamenté. Pero eso mejora a medida que yo maduro, y también trabajo en ello mentalmente. Por ejemplo, con el psicólogo del equipo.
–¿Tiene también un psicólogo personal?
–No creo que lo necesite. Sí tengo que estabilizar el tiro, que sea más estable con el tiempo. Sobre todo eso. Creo que no hay un límite para mejorar por mi parte. Eso puede darse en cualquier momento. Depende de mí.
Cuando terminamos de soñar con la NBA, surge la pregunta acerca de qué sucederá si todo el trabajo duro rinde sus frutos, lo que imaginó cristaliza y el sueño se hace realidad. Después de los representantes israelíes en las universidades estadounidenses con Nadav Hendler y Dorón Shéfer, después de diez años buenos de Omri Caspi en la NBA, Avdija habrá de iniciar el capítulo siguiente: no sólo un jugador en la mejor liga del mundo, sino una estrella. Y los israelíes, como se sabe, convierten a todos sus representantes en el extranjero en embajadores. Un jugador que representa a nueve millones de personas. Con su aparente indiferencia, típica de él, Avdija no se inmuta.
–Si se concretan todos los planes, tendrá a medio país sobre los hombros una temporada entera.
–Pues los cargaré sobre los hombros una temporada entera, y lo haré con amor. Encantado. Israel es el país en el que nací y donde me crié, y que me apoya, y espero que lo haga también en los momentos menos buenos de mi carrera. Y es posible que haya momentos como ésos. Espero que tal como se alegren cuando me elija un equipo u otro de la NBA, o tal como a los hinchas de Maccabi les gustaba verme cuando ese equipo mío tenía una temporada fuera de serie, también estén contentos ya sea que juegue mejor o peor. A fin de cuentas, yo soy uno de ellos, uno de los nuestros. Contra viento y marea. Pase lo que pase.
–¿Eso no lo pone un poco nervioso?
–No. Disfruto representando a Israel. Aunque ello signifique que yo soy responsable de responder a esas grandes expectativas. ¿Acaso el Deni de Maccabi Tel Aviv no estaba sometido a la misma presión? Uno es una parte relativamente importante de un equipo muy grande. Pero evidentemente pude afrontarlo.
–Omri Caspi tuvo una carrera extraordinaria en la NBA, y Gal Mékel estuvo en esa liga y casi no jugó. ¿Hasta qué punto teme que no le den minutos de juego?
–Son cosas que no controlo. Yo me dedico sólo a aquello que puedo controlar. Siempre hay temores, y también en este caso. A mí me ocurrieron relativamente muchas cosas hasta ahora.
–Cuando no le tocaba no jugar, ¿seguía frustrado también después, en su casa?
–Por supuesto. Al día siguiente me levantaba e iba a trabajar, a entrenarme; eso era lo que me hacía sentir bien. Me decía a mí mismo ‘fenomenal, no juego muchos minutos, pero voy a entrenarme, me demuestro a mí mismo que puedo hacerlo, que sólo necesito la oportunidad de mostrarlo en la cancha’. Así funcionaba. Cuando uno no juega, se pone de mal humor, y hay que tener en cuenta que a los 17 o 18 años los estados de ánimo cambian como las olas del mar, aun cuando yo no fuera un jugador de baloncesto. Pero tengo padres estupendos, Maccabi, mis agentes, los entrenadores. Muchas personas de mi entorno transmiten calma y me ayudan.
–¿Comparte todo eso con alguien, o se lo guarda para sí?
–Tengo necesidad de compartirlo. Lo comparto con mi padre, con mi hermano, con mi agente. Mi padre, que fue jugador de baloncesto, es una persona un poco dura, y no le gustaría que yo ‘llore’ por minutos de juego. Siempre me decía: ‘Tienes que ganártelo’. Gracias a él, me he endurecido un poco duro en ese sentido.
Avdija nació en el 2001 en la ciudad israelí de Herzliya. Es hijo de Zofar Avdija(conocido como Zofi), un musulmán originario de Kosovo, y de Sharon Artsi, miembro del kibutz Zera. Ambos son jugadores de baloncesto. Avdija padre vino a jugar en Israel tras una trayectoria que incluía el club Estrella Roja de Belgrado y la selección de Yugoslavia. Llegó al país en 1990, jugó en A. S. Ramat Hasharón, en Maccabi Rishon Lezion y en Hapoel Tel Aviv. Al casarse con Artsi, tras cuatro años en Israel, obtuvo la nacionalidad israelí.
“No hay ningún dilema en casa”, dice Avdija respecto de su identidad. “Nosotros celebramos las festividades israelíes. Mi madre es la responsable de las festividades, así como de la educación en general y de transmitir valores éticos. Mi padre desempeña más el papel de educador deportivo. Me crié en Israel, y es obvio que ése es el lado predominante en mi vida. Hasta ahora nadie me ha preguntado nada al respecto. Salvo usted ahora. Porque es absolutamente natural. Todo lo que he hecho, lo hice como israelí. Y para mí era importante no perderme nada en ese sentido."
–Incluso optó por jugar en la selección israelí, aunque también se lo propuso Serbia.
–Es verdad que en Serbia me pidieron que juegue con ellos. Pero les dije que no, que prefiero jugar con Israel, que todos mis amigos están aquí, que me crié aquí, y que quiero jugar en la selección israelí y conseguir honores y gloria para mi país. Y ellos lo entendieron. Tres años después de esas conversaciones, he ganado dos medallas de oro para la selección israelí en campeonatos europeos.
Es un poco difícil de creer ahora, pero Avdija, que estaba orgulloso de su pelo largo, especialmente de niño (“mi madre no dejaba que me lo cortaran”), comenzó jugando al fútbol. “Jugué al fútbol hasta que estuve en cuarto año de escuela. Fue en Herzliya, y sobre todo en el barrio en el que vivo. Creo que era bastante bueno. Pero no tenía planes de futuro allí. Vivía mi vida, y me la pasaba bien jugando al fútbol”.
Pero la historia familiar –y papá Zofi– le cambiaron los planes. “Recuerdo ese momento tan especial, y es llamativo que lo recuerde hasta ahora. Un día vino mi padre y me dijo: "Oye, Deni, hay una liga de baloncesto que empieza en quinto año de escuela. ¿Quieres probar?" Le dije que estaba en cuarto año, y él respondió que no importaba. Entonces dije bueno, lo voy a intentar.
–¿Entonces ya era usted alto?
–Completamente mediano. Fui a la cancha, donde no conocía a nadie; no eran amigos míos. Ni siquiera sabía tirar al aro porque hasta ese momento no lo había intentado. Fui al entrenamiento, y recuerdo que un día marqué un triple desde la esquina. Alucinante. Estaban todos atónitos. De repente lanzo un tiro de tres puntos y encesto. Y sin saber jugar en absoluto.
Cuando estaba en quinto año de escuela, pasó a Maccabi Tel Aviv. “Yo era un niño bien de Herzliya que pensaba que era el mejor de Israel, estaba endiosado. Y entro a Maccabi y me doy cuenta que, ¡oh sorpresa!, hay otros que son buenos jugadores de baloncesto. Y adivine qué sentí. Me molestó. Me decepcionó. En el equipo no me tenían cariño, no tenía allí muchos amigos. Los demás se habían criado juntos, y a mí realmente no me conocían. Sólo habían oído hablar de mí como jugador porque un año antes, en un partido contra ellos encesté cuarenta y pico de puntos. Pero de repente llegué, y era el último en la rotación”.
–¿Casi no jugó?
–El primer año de la liga no jugué mucho. Pero llegamos a la final de la Copa de Israel para niños, y tenía expectativas de jugar. Un día antes del partido fuimos al pabellón. Recuerdo que no había suficientes jugadores, por lo que trajeron a uno de un segundo equipo de Maccabi para completarlo. Y lo que sucedió fue que ese muchacho saltó al mismo tiempo que yo por el rebote, y me fracturó el pulgar. ¿Se da cuenta? ¡Una fractura! Y eso fue un día antes de la final de la primera copa mía en Maccabi.
–¿Lloró?
–Lloré más que nunca en mi vida. Mi primer partido a ese nivel… No tiene usted idea del grado de frustración. No jugué. Vi el partido desde fuera, y me quería morir.
El pulgar fracturado fue el menor problema que tuvo. A los 16 años, a Avdija le dolió mucho la espalda, lo que le impidió jugar durante mucho tiempo. Por momentos parecía que el sueño de jugador profesional se alejaba. “Un día me levanté por la mañana con dolores de espalda en zona de las lumbares. No sabía qué hacer. Pasaban los días, y los dolores seguían. Eso duró seis meses. El entrenador Oded Shalom me trajo a Veliko, el entrenador que me acompaña hasta el día de hoy. Y el entrenador Shalom me dijo: ‘Veliko ahora se hace cargo de ti, y ambos se van a levantar todos los días a las 6 de la mañana, antes de ir al colegio, y hacen sólo entrenamientos de fuerza. Abdominales, fortalecer la espalda, estiramientos’. Y eso es lo que hicimos todas las mañanas durante seis meses. También los fines de semana. No me perdí ni un solo entrenamiento. En mi tiempo libre iba a nadar”.
Cuando desaparecieron los dolores de espalda, Avdija comenzó a crecer a pasos agigantados. En un año y medio creció 17 centímetros y llegó a medir 1,97. Al final quedó en 2,05. “Es una altura que me viene bien en todos los sentidos. Si fuera un poco más alto, sería hasta torpe”, dice. “La altura no molesta, salvo en las puertas; a veces choco. Por supuesto que cuando viajo en avión me duelen las rodillas, pero uno se acostumbra”.
En esa época, los expertos de Maccabi Tel Aviv se dieron perfectamente cuenta de que Avdija podría convertirse en una estrella de gran nivel, e invirtieron en él en consecuencia: entrenamientos, alimentación, preparación mental; todo el paquete de medidas. En verano del 2017 pasó al equipo de mayores, y al mismo tiempo siguió jugando en el de menores. Ese mismo año destacó dentro de la selección israelí en el campeonato de cadetes, y en los dos años siguientes llevó a la selección del equipo de jugadores de hasta 20 años a un logro extraordinario: dos partidos seguidos ganados en el campeonato europeo. En el último campeonato, que tuvo lugar en Israel, también obtuvo el título de mejor jugador.
“La primera temporada me resultó muy difícil porque desconocía el esfuerzo físico que eso suponía”, cuenta. “Entonces iba mucho al gimnasio. Y aumenté 17 kilos en dos años. Tampoco dominaba realmente el inglés como para comunicarme bien con jugadores extranjeros. Hasta el día de hoy recuerdo mi primera canasta en la ciudad israelí de Eilat, en un partido de entrenamiento. Me emocioné. Fue la primera vez en la vida que de verdad sentí que había hecho algo en el partido de mayores. El campamento en el que nos entrenábamos fue muy divertido, y me hizo sentir por fin lo que significaba jugar en el equipo de mayores. Entonces jugaba con nosotros Audie Norris, que estuvo en los niveles más altos. Yo le hacía todas las preguntas que podía. También lo hago con Omri Caspi. Hasta hoy”.
–¿Qué le pregunta?
–Le pregunto muchas cosas. Puedo preguntarle, por ejemplo, en qué posición voy a jugar. Le puedo preguntar si cree que seré mejor que él. Lo enloquezco. Y me dice: ‘¿Qué te pasa? Mira lo alto que eres y hasta dónde llegas’. A veces lo enloquezco con preguntas más exageradas que lo vuelven loco, pero nos queremos mucho.
Además de los entrenamientos, Avdija tiene un régimen de alimentación muy cuidadoso para no pasarse del porcentaje de grasa con vistas a la liga más difícil del mundo. “Hace unos tres años que no bebo Coca Cola, y eso que me gusta mucho. Como dulces sólo los sábados. Una sola cosa dulce. Y no es fácil porque mi madre es una campeona preparando cosas dulces”.
–¿Come hamburguesas?
–No. Prefiero comer sushi. Tal vez no es muy viril decirlo, pero es cierto.
–¿Pizzas? ¿Shawarma?
–Ni las toco. No recuerdo cuándo fue la última vez que comí shawarma, o falafel. Nada me hará pecar. Sólo me salgo del régimen cuando estoy con mi novia. Pero sólo a veces.
–Tengo entendido que pesa los alimentos antes de comerlos.
–Yo gasto más energía de la que ingiero. Es decir, que el porcentaje de grasa se reduce, y el músculo se sigue desarrollando. Por eso tengo que pesar la comida. Antes de la cena mi madre pesa todo lo que va a cocinar, y prepara las porciones para que pesen lo que necesito que pesen.
Hace dos años que tiene novia. Se llama Naama Carmel, y tiene 20 años. “El primer lugar a la que la invité fue a una heladería”, recuerda. “Nos conocimos en mi primer partido con el equipo Tijonim contra el Emed Jarod. Ella estaba allí, y me pareció que no quitaba los ojos de la cancha. Después fuimos a comer helados, y más adelante me enteré que yo tenía helado en la cara durante toda la cita, y ella no me dijo nada. Me lo contó sólo después de dos años. Me shockeó. Pero tal vez eso fue lo que la conquistó. Esa cosa simpática”.
–¿Ella va a verlo jugar?
–Por supuesto. En el campeonato de Europa que se jugó en Israel, ella estaba haciendo el servicio militar y movió cielo y tierra para que la dejaran salir para verme cinco minutos después del partido. Ella estuvo conmigo en todos los momentos importantes. También tuvimos momentos menos buenos en la relación. Hemos sobrevivido algunas separaciones que se produjeron sobre todo por falta de tiempo. Ella desempeñaba un papel importante en el Ejército, y resultaba difícil vernos por todos los viajes que yo tuve que hace durante la Euroliga. Pero tenemos una relación muy fuerte.
–¿Usted cree que su novia se irá con usted a Estados Unidos?
–Es una pregunta difícil. No depende sólo de mí. Prefiero dejarlo abierto.
–¿Le escriben admiradoras y admiradores?
–Me escriben mucho en las redes sociales. Me gusta que el público me quiera. Me resulta importante, y me motiva. Me toman como inspiración, y yo trato de hacer videos para quienes lo necesitan, para ayudar a niños en los hospitales. Soy consciente de que tenemos que servir de ejemplo. En Maccabi nos hablan acerca de cómo manejarnos en las redes sociales. Es obvio que tengo que ser más cuidadoso con lo que digo porque la gente me mira todo el tiempo. Sé que si subo un post o una opinión determinada que no le gusta a la gente, se desatan discusiones. Entonces tengo claro la posibilidad de que se creen polémicas. Hasta hoy no he lamentado nada de lo que he escrito. Pero jamás hablaré de política.
–De alguna manera, usted ha renunciado a su vida personal. Hace tiempo.
–Sí, he renunciado. No voy a fiestas ni a paseos, y no hago y otras cosas que hacen mis amigos y que a mí me gustaría hacer. Tampoco puedo jugar al fútbol con mis amigos los sábados ni hacer deportes extremos. A lo largo de los años fue difícil no sentirme tentado, pero me cuidé y lo superé. Tengo la suerte de que mis propios amigos me dijeran: "Deni, no te permitimos jugar al fútbol”.
–¿Diversiones? ¿Alcohol?
–Casi nada. Jamás me he emborrachado, ni he fumado. No lo necesito para estar contento. Por supuesto que de vez en cuando tomo vino o cerveza. Pero no bebo en exceso. Nunca he perdido el control, ni he hecho cosas exageradas.
–¿Ni siquiera el coronavirus le hizo perder el control?
–¿Qué puedo hacer? ¿Agarrar un aparato contra el coronavirus y rociar el mundo? Al principio uno se siente molesto. Pero después entiende que es una oportunidad de disfrutar en paz. Tuve tiempo de estar conmigo mismo. Es cierto que eso aplazó el draft de la NBA, pero no es el fin del mundo. He tenido tiempo de entrenar más en casa, de hacer mucha gimnasia. Eso me demostró que yo necesito estar ocupado. Y cuánto amo el baloncesto, y cuánta alegría me da en la vida.
–¿Aprovechó el tiempo para ver "El último baile"?
–Lo vi, y me gustó el ansia de triunfar que tenía Michael Jordan. Aunque pienso que él podría haber sido más amable con sus compañeros de equipo, que lo ayudaron a llegar a todo lo que es. Por otro lado, me molestó que Scottie Pippen no recibiera el dinero que se merecía. Después de Michael, fue el mejor jugador de la liga. También me atrajo la personalidad de Dennis Rodman en la cancha. Pero me gustaron mucho menos las cosas que hizo afuera.
La temporada actual de Maccabi Tel Aviv y de Avdija en la Euroliga comenzaron estupendamente. Fue la mejor de Europa desde el último campeonato del año 2014. Pero llegó el coronavirus, y acabó también con esto. La temporada de la Euroliga se interrumpió. “Es muy frustrante. Queríamos hacer algo especial este año. Veníamos con un impulso muy bueno, y es una pena que no hayamos podido traerle la copa a nuestros hinchas. Nuestro equipo se merecía el final a cuatro. Tenía la sensación de que podíamos ganar la copa”.
–Puede ser que no gane la Euroliga en muchos años, en este caso por un buen motivo.
–En realidad, no se puede saber. Lo que me importa ahora es únicamente que Maccabi gane el campeonato israelí.
–Los jugadores de Maccabi tuvieron bastantes problemas con las normas de aislamiento a causa del coronavirus, y no se privaron de decir lo que pensaban al respecto.
–Es comprensible. La situación no es fácil. Especialmente cuando se ve que todo el país está abierto. Yo me alegro de que al final hayan encontrado la manera de facilitar las cosas a los jugadores de la liga, lo que quiere decir que tenían razón en quejarse. Pero hay que valorar el hecho de que hayan escuchado las quejas, y que corrigieran la cuestión.
–¿Qué hace en su tiempo libre?
–La verdad es que no tengo mucho de eso. Me gusta estar con mis amigos. Escuchar música. Me gusta todo tipo de música: oriental, Eliad, Idán Amedi, Vania-Barbie, hip hop. También me gustan mucho las películas románticas; no sé por qué.
–Además, hace poco estuvo haciendo el servicio militar obligatorio.
–Fue una gran experiencia. Compartí una habitación en el campo 80 con ocho soldados durante casi un mes. De repente uno conoce a gente nueva, a la que no había estado expuesto. También estuve expuesto a la disciplina del Ejército. Allí no hay clases sociales; uno no es un jugador de Maccabi. Al principio estuve un poco en shock, obviamente.
–¿Cómo se le da disparar?
–Los resultados fueron excelentes: de 50 disparos, di en el blanco 47 veces. ¿No está mal, verdad?”