Durante las últimas semanas, el asentamiento judío de Kedumim, al norte de Cisjordania y con una población de poco más de 4.500 habitantes, se convirtió en uno de los principales focos de COVID-19 en la región. Tras una serie de violaciones de las medidas sanitarias, se detectaron 44 casos positivos y casi 800 residentes fueron aislados.
Según estimaciones de funcionarios del Ministerio de Salud de Israel, el brote comenzó luego de que una familia del asentamiento participara de una boda que tuvo lugar fuera de Kedumim. Los integrantes regresaron a la localidad sin saber que portaban el patógeno, por lo que no se aislaron.
En los días siguientes al casamiento, participaron de diferentes cenas y reuniones sociales en las que no se respetaron las pautas de salud. De este modo, el virus comenzó a esparcirse entre los habitantes del asentamiento. Una investigación epidemiológica informó que, de los 44 infectados totales hasta el momento, 18 están vinculados con los familiares que estuvieron en la boda.
En un principio, tras haber tenido contacto estrecho con pacientes confirmados de COVID-19, unos 500 residentes fueron aislados en sus casas. Con el paso de las semanas, en el pico del brote, el número de personas en cuarentena ascendió a casi 800. Además, las escuelas fueron cerradas casi por completo y se le ordenó a la policía realizar inspecciones de viviendas y patrullajes.
El líder del Consejo Regional de Kedumim, Hananel Dorani, aseguró que las autoridades tardaron una semana en comprender el alcance total del brote, ya que ninguno de los residentes del asentamiento había contraído el virus antes. Se espera que, con el aumento de las pruebas (ya se realizaron más de 2.000) y el rastreo de las personas que hayan tenido contacto estrecho con un infectado, se pueda reducir significativamente la cantidad de pacientes activos.