Sólo 22.000 personas viven en la localidad de Christiansburg, situada en un valle del Estado de Virginia, en Estados Unidos. Hace dos meses, cuando el gobernador de Virginia, Ralph Northam, anunció el cierre de la zona por el brote de coronavirus, no había mucho para cerrar en la pequeña localidad. Y los pocos comercios de la calle principal cerraron enseguida. Lo único que aumentó –en un 50 por ciento– fueron los pedidos a la cafetería Mockingbird, y fue posible gracias a la colaboración de la empresa de drones Wing, utilizados para envíos, cuyo centro logístico se encuentra al lado de esa localidad. Los pedidos se recibían por Internet, y los drones dejaban los pasteles solicitados y recién sacados del horno en los patios de las casas.
Desde que comenzó la crisis del coronavirus, Wing, filial de la empresa Alphabet (que pertenece a Google), tiene tantos pedidos que apenas alcanza responder a la demanda. La empresa, que se fundó en 2012 en los laboratorios de experimentación de Google X, hizo hasta ahora unos 200.000 envíos en Australia, Finlandia y parte de Estados Unidos. Y provee a domicilio no sólo comida rápida, sino también medicamentos de la cadena de farmacias Wallgreens.
Pero Wing no es la única: después de años en los cuales el uso de drones civiles se topara con complejos problemas a la hora de registrarse, sobre todo por motivos de seguridad pública y por el temor a que afectara la privacidad, la crisis del coronavirus llevó a que se incrementara su uso. La necesidad que causó la pandemia de trasladar de manera urgente productos médicos y comida de un lugar a otro, sin riesgos de contagio, y en un dispositivo con una supervisión y un control eficaces desde el aire, elevó la conciencia pública de sus ventajas.
El cambio se inició con el primer brote en la ciudad china de Wuhan. Los chinos no dudaron en hacer uso rápidamente de todos los dispositivos con los que contaban, y se abrieron muchos almacenes de fabricantes para ayudar en la lucha contra el coronavirus. Por ejemplo, en el distrito chino de Yiyang se movilizó a la empresa Antwork, dedicada a envíos con drones y especializada en comida rápida, para trasladar equipos médicos y muestras de laboratorio de un hospital a otro. Sus drones hicieron cientos de vuelos como ésos, y recorrieron miles de kilómetros en el aire. En Wuhan se adaptaron asimismo 400 drones habitualmente utilizados para fumigar tierras agrícolas, a fin de desinfectar enormes extensiones de tierra.
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Instituto de Virología de Wuhan, donde se inició el brote y donde no dudaron a la hora de utilizar drones.
En Gran Bretaña, los drones desempeñaron un papel fundamental en la compleja operación de trasladar equipos del Servicio Nacional de Salud a la isla de Wight, muy afectada por el brote del coronavirus. Los drones trasladaron “kits” de pruebas y equipos de protección desde Hampshire en tan sólo 10 o 15 minutos. En Suiza, la empresa Matternet se movilizó para trasladar muestras de un hospital a otro en Lugano. En Estados Unidos, Matternet se sumó a la empresa gigantesca de envíos UPS, y los drones se movieron entre tres hospitales de la cadena WakeMed, situada en Carolina del Norte, y en otras ocho instalaciones. En Polonia, la empresa fabricante de drones y de aviones sin piloto Spartaqs trasladó desde la ciudad de Katowice muestras de coronavirus a hospitales de Varsovia. En Irlanda, la empresa Manna Aero adaptó drones que había fabricado para el envío de comida al traslado de fármacos y de equipos de ayuda a ancianos.
Y no sólo drones. Esta vez también se enviaron al frente pequeños robots con forma de vehículos autónomos, que ya funcionan de manera experimental en varios países. Por ejemplo, se movilizaron coches eléctricos de la empresa china JD.com, que en épocas normales se destinan al envío de paquetes de correo a las casas de los clientes, y los utilizaron para trasladar muestras y equipos médicos de un hospital a otro en Wuhan. En Sacramento, California (Estados Unidos), coches autónomos R2 de la empresa Nuro, que fundaron dos ex ingenieros de Google, trasladan ida y vuelta comida y equipos de protección personal entre dos hospitales improvisados, que se erigieron en el centro de eventos de San Mateo y en el estadio de baloncesto del equipo Sacramento Kings. Los pequeños vehículos, de la mitad de tamaño que un coche normal, viajan a una velocidad de sólo 5 kilómetros por hora. Y la empresa de robots con motor Starship de Gran Bretaña, que se dedica a enviar material a estudiantes en diferentes universidades, amplió sus servicios como consecuencia de los cierres y confinamientos que hubo en ese país y en Estados Unidos. Sus pequeños robots, que se mueven por las aceras, llegan actualmente a 180.000 personas.
En Israel, los drones ya se habían ganado la gloria y se utilizaban mucho antes de la crisis del coronavirus, pero no para envíos. Hace mucho tiempo que se utilizan en la Policía y en el Ejército. Éstos movilizan drones de diferentes tamaños y para distintas necesidades. A comienzos de este año, el Departamento de Playas de la ciudad israelí de Ahsdod llevó a cabo un experimento con un drone salvavidas de la empresa General Drones de España. Estos drones llevan dos trajes inflables que se envían a quien está en peligro de ahogarse, y le permiten flotar hasta que llegue el equipo de rescate.
En los últimos dos meses, en Israel se utilizaron drones sobre todo para imponer las normas relativas al cierre y al confinamiento. Cuando se puso por las nubes el número de enfermos de coronavirus en la ciudad de Bnei Brak –con mayoría de personas ultrarreligiosas–, se lanzaron al aire drones para impedir que se reunieran muchas personas, y para advertir a sus habitantes. Lo mismo hicieron los inspectores de los municipios y la policía en las ciudades de Bat-Yam, Kfar-Saba, Naharía, Ashdod, Rishón-Letsion y otras, a fin de dispersar a gente que se apiñaba en playas y parques. Así, por ejemplo, se descubrieron dos fiestas multitudinarias en la playa de Rishón-Letsion, que se celebraban violando las normas de distanciamiento social. En algunas de las ciudades, la policía se sirvió de drones para confirmar que los enfermos de coronavirus estaban efectivamente confinados en sus casas. Después de coordinarlo por teléfono, los drones les sacaban fotos en los balcones de sus casas.
¿Es posible que en Israel se utilicen vehículos robots por tierra y por aire para envíos? A comienzos de febrero, poco antes del brote de coronavirus, la empresa Netivei Ayalon lanzó un concurso junto con el Ministerio de Transporte, la Dirección de Aviación Civil y la Dirección de Innovación para estudiar la posibilidad de hacer envíos con drones. La empresa tiene planes de comenzar los experimentos de envíos de todo tipo, con vistas a la “nueva normalidad” (como envíos de pizzas calientes), pero también para casos de emergencia (sangre para transfusiones y equipos médicos). Estaba previsto que los experimentos comenzaran ya el mes que viene, en julio.
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Un drone de Flytrex. ¿Llegarán pronto las pizzas desde el aire en Israel?
(Relaciones Públicas de Flytrex)
En Israel se destacan varias empresas en ese campo, que podrían sumarse a ese proyecto. La empresa Flytrex, de Tel Aviv, que se fundó en el 2013, al parecer es la que tiene más experiencia. Flytrex fabricó un dron automático para envíos, basado en drones de la empresa DJI [china], que funciona también en Islandia, Estados Unidos, Corea del Sur y otros países. En Israel puso en marcha este mes un servicio experimental de envíos en la zona de Sharón, al que dieron el nombre de “Drone2Door” (‘Un dron hasta la puerta’), en colaboración con la empresa Kronos. El servicio está destinado a casas particulares con patio. El dron vuela a una velocidad de 50 kilómetros por hora y está equipado, entre otras cosas, con un paracaídas automático para el caso de que surja algún problema. La empresa les dice lo siguiente a los clientes que temen que los drones invadan su privacidad: “Nuestros drones no llevan cámaras, y vuelan al destino solamente con la ayuda de GPS y de sensores”. En Estados Unidos, Flytrex ha hecho en los dos últimos años una serie de experimentos en diferentes lugares. Hace pocas semanas lanzó un prototipo en la ciudad de Grand-Forks, del norte de Dakota, para el envío de productos de la tienda Walmart.
Pero no nos engañemos: lo que debido a la pandemia del coronavirus parecería que hizo revivir el ramo de envíos con pequeños aparatos de vuelo y vehículos autónomos, estaba hace pocos meses destinado al fracaso. Según la revista profesional Drone Industry Insights, a principios del 2019 sólo un 2 por ciento de los drones de todo el mundo se utilizaban para envíos, y en la última década se cerraron más de 25 emprendimientos en ese campo. En los países en vías de desarrollo, sobre todo en África, son en realidad un éxito. Varias empresas utilizan drones –la más antigua de ellas es Zipline, de San Francisco–, y llevan equipos médicos y comida a zonas a las que es difícil llegar. En los últimos dos meses, Zipline transportó miles de muestras de coronavirus de aldeas en Ruanda.
En la industria de drones creen que las necesidades que se hicieron patentes debido al coronavirus en los dos últimos meses traerán nuevas oportunidades. La tecnología existe y está madura, y las empresas sólo están a la espera de las autorizaciones y los permisos apropiados para ponerse en marcha teniendo en cuenta las necesidades en materia de seguridad y las leyes relativas a la privacidad. Las autoridades deben garantizar que los drones no nos caigan encima de la cabeza desde el cielo, y que no lancen explosivos ni nos vigilen desde arriba. Miembros del Congreso de Estados Unidos ya han lanzado una advertencia en el sentido de que los drones fabricados por la empresa china DJI recogen información sobre la infraestructura del país del norte, y lo hace después de haber donado hace poco 100 drones a los servicios de emergencia de Estados Unidos. Ningún nuevo emprendimiento va a meterse en aventuras comerciales sin saber antes con certeza si se autorizará que los aparatos de DJI vuelen, así como dónde podrán hacerlo y con qué condiciones.
Aunque haya pocos drones de envíos funcionando actualmente, y pese a las dificultades de regulación para ponerlos en marcha, el doctor Roy Cesena –futurólogo que da clases e investiga en las universidades de Tel Aviv en Israel, y en la de Brown en Estados Unidos– es optimista. En su opinión, es cuestión de tiempo, y dentro de pocos años veremos drones robots en el cielo de las ciudades. Al menos en los países en los que el Poder Legislativo lo autorice. “Después comenzarán a ponerse en contacto y a interactuar con otros robots en las ciudades. Es decir, con vehículos no tripulados. Aprovecharán los techos de éstos para ahorrar gasolina y reducir el riesgo de accidentes. Y podrán repartirse los envíos en las estaciones que hay en las ciudades, e incluso en el aire.”
De acuerdo con expertos, en la carrera mundial oculta –y sumamente lenta– para estar a la cabeza en lo que respecta a los drones la empresa estrella hoy en día es Wing, que goza además del apoyo de Alphabet-Google. Wing cuenta con la reciente aprobación oficial por parte de la Dirección Federal de Aviación de Estados Unidos -la FAA, según la sigla en inglés- para la puesta en marcha de drones comerciales. Por lo menos otras seis competidoras fuertes esperan esa aprobación. Entre ellas, la gigante Uber (Uber Elevate) y Amazon (Prime Air). Según Alex Danat, director de Comunicaciones de Wing, “aún es difícil calcular cómo y en qué medida el coronavirus influirá en la estrategia de la empresa. El envío de un dron a grandes distancias puede ser efectivo y ahorrar dinero incluso después del coronavirus. Va a ahorrar el viaje al comercio, y para las tiendas locales constituirá una forma más eficaz de obtener ganancias”.
También la empresa Noru, de Arizona (Texas), que hace envíos con drones y en días normales se centra en comida y en productos de almacén, acaba de recibir un permiso para poner en marcha sus vehículos no tripulados en varias carreteras de la zona de la bahía de San Francisco. Es la primera empresa de vehículos autónomos en haber recibido una autorización federal para fabricar vehículos no tripulados, sin volante ni espejos laterales. Aunque ahora mismo tenga muchísimos pedidos tras darse a conocer después del brote de coronavirus, lamentablemente no tiene posibilidades de aumentar la fabricación con rapidez.
“Nuestra misión es aumentar las ventajas de la robótica en la vida cotidiana”, dijo esta semana el fundador de la empresa, Dave Ferguson. “Y aspiramos a poder hacer algún día una contribución positiva importante al mundo por medio de esta tecnología. Pero todavía no estamos allí. Lamentablemente, sabemos que los robots y los envíos sin contacto entre personas no solucionarán la crisis actual. La solucionarán personas de carne y hueso. La solucionarán héroes. En tanto que empresa, lo único que podemos hacer en ese sentido es contar con todos los medios para ayudar a que los héroes del día hagan su trabajo en condiciones seguras, y que se concentren en lo que sólo ellos saben hacer”.