HaStickeriot
Activismo femenino en las calles israelíes.
Pamela Pompas
HaStickeriot inunda las calles israelíes con carteles pegados en las paredes.

Las mujeres israelíes que buscan revolucionar el espacio público

Mediante pintadas o carteles publicitarios, diferentes agrupaciones deciden tomar la calle para combatir la violencia machista. HaStickeriot, FACEIT y LOTEM, a la vanguardia del feminismo israelí en la vía pública.

Noa Benosh - Adaptado por Tom Wichter |
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Aunque la violencia de género siempre existió en Israel, en los últimos meses se derribaron algunas barreras y se desató un clamor colectivo. Por eso no es casualidad que surjan nuevas maneras de activismo femenino y más mujeres busquen sumarse a una militancia que erradique el acoso, las violaciones y los femicidios en la sociedad.
Tres de esas organizaciones, HaStickeriot ("Las pegadoras"), FACEIT y LOTEM, lo hacen desde diferentes enfoques pero con algunas semejanzas: sus acciones se centran en el espacio público con el objetivo de visibilizar la violencia de género e influir de manera directa en un cambio de discurso en la sociedad.
Hojas blancas, letras negras
HaStickeriot, creado por Ilana Weizmann y Morgan Koresh, se dedica a pegar mensajes relacionados a la violencia contra la mujer. En fondo blanco y grandes letras negras, sus frases de denuncia y reflexión contra los ataques sexuales son pegadas en diversas paredes de la vía pública y difícilmente pasan desapercibidas para los transeúntes. “No violar, no atacar” o “El patriarcado mata más que el COVID-19” son algunas de las consignas sencillas pero contundentes que se difunden por todo el país.
Ilana y Morgan son dos amigas de 36 años que hace una década emigraron desde Francia y hoy viven en Tel Aviv. En junio de este año impulsaron esta iniciativa inspirada en una acción similar que se originó en Francia. “El invierno pasado estuve en París y vi estos carteles en cada rincón, fue increíble, el espacio público es un lugar en el que una mujer no se siente segura, pero estos mensajes dan poder”, explica Ilana.
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HaStickeriot
HaStickeriot
HaStickeriot inunda las calles israelíes con carteles pegados en las paredes.
(Pamela Pompas)
“Lo lindo de esta herramienta es que cualquiera puede hacerlo. Simplemente hay que tomar hojas blancas, pintarle letras negras, mezclar agua y pegamento en un balde, y salir a la calle entre dos o tres mujeres. Empezamos nosotras y hoy hay grupos en diferentes ciudades”, cuentan, aunque aclaran que no existe entre los diferentes grupos una coordinación central o un espacio en el que se deciden entre todas los contenidos de los mensajes.
Según Ilana, simplemente el hecho de salir a la calle empodera y une a las mujeres, muchas de ellas víctimas de la violencia que denuncian en los carteles que pegan con sus propias manos. “Ayudamos a que todas puedan hablar sobre sus historias”, asegura, pero enfatiza en que el principal objetivo es la conciencia pública: “Muchos no saben que una de cada tres mujeres fue agredida sexualmente y una de cada cinco fue violada en algún momento de su vida”.
Salir a la calle también implica cierto grado de exposición, y si bien desde HaStickeriot destacan que reciben muchas felicitaciones también fueron víctimas de insultos o inclusive agresiones, como cuando pegaron un mensaje que decía: “Ella la dejó, él la asesinó”. “Nos acusó de destruir la pared, pero estas hojas se pueden quitar sin generar ningún daño. Además, ¿por qué le interesa más una pared que la violencia que sufren las mujeres? Claramente lo que le molestaba era el mensaje”, asevera Ilana.
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HaStickeriot
HaStickeriot
HaStickeriot: "El patriarcado mata más que el COVID-19".
(HaStickeriot)
“La vergüenza cambia de lado”
FACEIT comenzó sus actividades en septiembre de este año por iniciativa de Yael Vered y Michal Luberbom, y se dedica a difundir fotos de hombres acusados de violencia de género en grandes carteleras destinadas a la publicidad callejera.
Sus acciones se hicieron populares recientemente luego de que la cara de un femicida de un caso conocido en Israel apareciera en grandes dimensiones en la autopista Ayalon en el centro del país. Para ello, se financian a través de una campaña colectiva que hasta el momento logró recaudar más de 107 mil shekels (casi 32 mil dólares) para contratar estas vallas publicitarias.
“No trabajamos con ninguna agencia o productora, lo gestionamos solas entre Michal y yo”, explica Yael sobre esta iniciativa que busca un castigo y humillación pública de hombres agresores, y transmitir un mensaje de que no es la víctima la que debe sentir vergüenza por la violencia sufrida, sino el victimario. “La sociedad está harta de lo que está sucediendo y el público está movilizado, recibimos respuestas muy alentadores y muchas consultas de voluntarios que quieren ayudar”, afirma.
“Las vallas publicitarias o en grandes paredes tienen un efecto enorme y asegurarnos que las fotos de los acusados salgan a la luz es la única manera de que la sociedad conozca sus rostros y pueda condenarlos”, explica Yael sobre su metodología. Así como la gigantografía en la autopista, en Eilat también se difundieron las imágenes de dos hombres acusados de una violación grupal en un hotel de la ciudad, otro hecho que tuvo grandes repercusiones en los medios nacionales.
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FACEIT
FACEIT
Yael Vered y Michal Luberbom recolectan fondos para financiar los carteles publicitarios en la vía pública.
(FACEIT)
Todas las fotos difundidas hasta el momento están acompañadas de un mismo mensaje: “La vergüenza cambia de lado”. Y este slogan tiene una explicación: “Lamentablemente, en la sociedad prevalece una percepción de que la víctima es la que se avergüenza, la que se esconde, la que en los medios aparece con su cara pixelada. Pero para nosotros la vergüenza debe recaer en el agresor, él es quien lastimó un cuerpo y un alma”.
“Sabemos de sentencias judiciales ridículas, condenados por violación que recibieron una pena de unos meses de servicio comunitario, así que ante la falta de un castigo legal acorde no hay otro remedio que un castigo de la sociedad”, argumenta. “Nuestro trabajo es asegurarnos de que esa persona ya no sea aceptada en sus círculos sociales”, agrega.
Contra el terrorismo de género
Según sus siglas en hebreo, LOTEM se define como la “Unidad de Lucha contra el Terrorismo de Género” y desde fines de 2018 se dedica a destruir símbolos de la vía pública que fomentan la cultura de la violación o la violencia de género en sus diferentes expresiones.
Nació hace dos años como reacción a una ola de femicidios en Israel y ganó popularidad por arruinar un polémico mural en una playa, así como por destruir una placa conmemorativa en memoria de Dahn Ben Amotz, un reconocido periodista israelí que fue señalado por la justicia de violar a una niña de 12 años.
“El hecho de que la obra de Rami Meiri fue removida indica que nuestras acciones tienen consecuencias y la opinión pública está cambiando”, afirma una activista de LOTEM que prefiere permanecer en el anonimato y que refiere a un mural en la playa Metzitim en el que dos hombres sin remera espían una ventana del baño de mujeres. El dibujo fue tachado por una X roja y un mensaje de denucia: “Cultura de la violación”.
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LOTEM
LOTEM
Intervención de LOTEM sobre un mural que luego fue removido.
(LOTEM Tel Aviv)
El anonimato de las mujeres activistas en LOTEM es una de las principales características. “No se trata de mí sino de la historia de todas nosotras, todas las que fueron a denunciar violencia y les escupieron en la cara, aquellas que tuvieron que seguir viendo al hombre que las violó, las niñas cuyas fotos fueron compartidas en redes sociales”, explica la entrevistada.
“Es difícil vivir una realidad de tanta exposición a la violencia y LOTEM nos permite canalizar esa rabia en una actividad pública que exija un cambio”, agrega la integrante de la agrupación que, al igual que HaStickeriot, prescinde de cualquier administración central y convoca a todas las mujeres que quieran salir a la calle y actuar.
Originada en una marcha en Jerusalem, rápidamente se extendió hacia otras ciudades y ofrece a cualquier mujer la posibilidad de activar. “Nuestra fortaleza es que justamente las actividades no dependen de nadie”, dice una de las activistas. “No son acciones planificadas y surgen como respuesta a cosas que no nos gustan, como casos graves de violencia de género o jueces que protegen a asesinos”, agrega.
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