Este miércoles es único, lleno de emociones, memorias y promesas. En los próximos días, personalmente doy la bienvenida a decenas de líderes mundiales que aceptaron mi invitación para venir a Israel y formar parte de la ceremonia especial que conmemora los 75 años desde la liberación del campo de concentración de Auschwitz-Birkenau.
El evento apunta a solidificar nuestra promesa de que no permitiremos que nadie olvide los horrores que vivió el pueblo judío.
Auschwitz será por siempre percibido como un símbolo de las atrocidades del Holocausto y la crueldad sin precedentes que marcó un tiempo en el que millones de hombres, mujeres y niños judíos fueron llevados a sus muertes. Fueron masacrados por los nazis mientras el mundo observaba en silencio.
Ahora, a 75 años de la liberación del campo de exterminio, la histórica reunión de líderes toma lugar en la capital de Israel durante esta época complicada para toda la humanidad.
El antisemitismo ha estado asomando su fea cabeza una vez más alrededor del mundo. El número de sobrevivientes del Holocausto cae rápidamente, mientras que intentos de reescribir la historia y distorsionar los hechos en torno a la Shoá han crecido.
La voluntad de los líderes del mundo de unirse a mí en Yad Vashem en estos tiempos duros es notable y merece reconocimiento. Una vez más declararemos nuestro compromiso para asegurarnos de que la memoria de esa época oscura no sea olvidada, y su legado sea transmitido a generaciones futuras.
Cada uno de los líderes presentes carga con su propios antecedentes históricos e identidades nacionales. Y, pese a todo, nos unimos en nuestra visión compartida para cumplir con esa promesa sagrada: “nunca más”. Para lograrlo debemos luchar sin pausa contra el resurgimiento del antisemitismo, el racismo y el negacionismo del Holocausto.
Debemos reconocer que el antisemitismo no solo se está expandiendo, sino que también ha sido legitimado en la esfera pública, el mundo académico, y los centros de poder del mundo.
Es nuestra responsabilidad enfrentar a este mal donde quiera que aparezca, sin piedad o duda.
El juramento, “nunca más”, debe ser enseñado en instituciones educativas y tenida en cuenta por las agencias de seguridad y de la ley. Debemos actuar para minimizar la incitación online, y para promover el estudio del Holocausto sin importar las afiliaciones políticas.
En estos tiempos duros, debemos unirnos para preservar la memoria del Holocausto y enfrentar al antisemitismo dónde quiera que esté. Debemos hacerlo por el futuro de nuestros hijos y de toda la humanidad.
La memoria de una nación, y de hecho la de todo el mundo, se compone de momentos en el espacio y el tiempo que han sido inmortalizados por nuestra memoria y conmemoración.
El nexo entre Auschwitz en 1945 y Jerusalem en 2020 es la conexión entre la memoria del Holocausto y nuestra promesa de mantener esa misma memoria intacta.
Hemos hecho una promesa de mirar hacia el futuro con las dolorosas lecciones del pasado en mente. De tomarnos de la mano y luchar juntos contra el antisemitismo, el racismo y el odio que amenazan con socavar las bases de tantas democracias del mundo.
Este es el mandato que debemos cumplir, y este es el llamado desde la residencia presidencial en Jerusalem al resto del mundo.