Las maniobras políticas y las elecciones son una combinación mortal: es crucial poder diferenciar entre los temas importantes y los triviales, entre los giros políticos y la esencia del tema en cuestión.
Dicho esto, debemos abordar y analizar el plan de paz del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, para Medio Oriente con una muy necesaria precaución, ya que los acontecimientos recientes en Washington dieron lugar a una serie de puntos que deben tenerse en cuenta.
Primero, mantener el interés de Israel: en lo que respecta a Israel, el plan de Trump es mejor de lo que se podría haber esperado, especialmente en comparación con los proyectos anteriores propuestos por las administraciones Clinton, Bush y Obama.
El plan de Trump apunta a preservar el carácter de Israel como un Estado judío y democrático seguro, y a proporcionar soluciones adecuadas para cuatro cuestiones principales: fronteras, Jerusalem, el problema de los refugiados palestinos y la seguridad del Estado.
Esto envía un mensaje claro a los palestinos de que su rechazo reiterado a las propuestas de paz conlleva un precio, y el tiempo no está a su favor.
En segundo lugar, debemos entender que este plan no conducirá a la paz. Los palestinos rechazaron la propuesta incluso antes de que se publicara, por lo que no servirá como base para las negociaciones.
Además de la resistencia fundamental a los principios centrales del plan, los propios palestinos no pueden presentar una postura oficial sobre el asunto debido a las continuas luchas internas entre Hamás y Fatah.
Otro componente esencial del plan es el apoyo diplomático y económico del mundo árabe. El plan asume que los países árabes lo apoyarán independientemente de si los palestinos deciden adoptarlo o no. Actualmente, no hay confirmación de esta suposición desde Arabia Saudita y Egipto, y lo más preocupante, tampoco de Jordania.
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El primer ministro Benjamín Netanyahu explica los planes para anexar el Valle del Jordán
(Ynet)
A pesar de las objeciones palestinas, el silencio del mundo árabe y la condena (laxa) de Europa, la medida correcta para Israel sería que los dos principales partidos del país, Likud y Kajol Labán, adopten el plan. Ahora, sabiendo que no hay acuerdo en el horizonte, la única pregunta que queda es, ¿qué sigue?
Mantener el status quo dará como resultado un Estado único que no será necesariamente judío ni democrático. La derecha tratará de aprovechar el rechazo palestino del plan para anexar el Valle del Jordán y el Área C en Cisjordania, una medida peligrosa que podría poner en riesgo los acuerdos de paz con Jordania y Egipto, finalizar la relativa calma en Cisjordania, provocar una escalada de violencia en la Franja de Gaza y llevar a Israel a un conflicto político con la comunidad internacional.
Debemos entender que poner el tema palestino en primer plano no es un interés israelí. Después de la publicación del plan, Israel debe prepararse para posibles disturbios y la posibilidad muy real de conflictos en Cisjordania y la Franja de Gaza simultáneamente.
Sin embargo, Israel debe centrar sus preocupaciones en las continuas amenazas que enfrenta desde Irán: el plan nuclear, el establecimiento de fuerzas en Siria y el proyecto de misiles de alta precisión en el Líbano.
Este es el problema de seguridad más importante que enfrenta el Estado judío hoy.
La conclusión es la siguiente: el presidente Trump está ofreciendo a Israel una posibilidad histórica de moldear su imagen en condiciones que sin duda son favorables. Si aprovechamos esta oportunidad para aplicar la solución de dos Estados, terminaremos beneficiándonos de ella.
