Mevlüt Çavuşoğlu, ministro de Relaciones Exteriores de Turquía, llegó a Israel en un viaje cuyo objetivo es mejorar la relación entre los países. Pero en la noche del martes importantes funcionarios israelíes le pusieron un paño frío al entusiasmo y advirtieron que las relaciones atraviesan un proceso de “normalización cuidadosa”.
La visita del ministro turco se concreta dos meses y medio después de que el presidente israelí Isaac Herzog viajara a Turquía. Uno de los objetivos trazados es permitir el regreso de los embajadores, ausentes en sus respectivas embajadas desde 2018, después de una serie de incidentes en la frontera de la Franja de Gaza que estallaron luego de que Estados Unidos reconoció a Jerusalem como capital del Estado de Israel. En aquel momento Turquía expulsó al embajador israelí Eitan Naeh y ordenó el regreso de su embajador en Tel Aviv.
El encuentro entre el canciller israelí Yair Lapid y el ministro turco está previsto para el miércoles. Si bien Lapid lideró una línea política firme en contra de Turquía, decisiones en el ámbito de seguridad e inteligencia, sumados a la suspensión de la negativa turca para la adhesión de Israel a la OTAN, llevaron a una conclusión en Jerusalem: “Decidimos que vale la pena darles una oportunidad”, afirmó una importante fuente israelí.
En Israel entienden que las relaciones con Turquía deben renovarse de manera gradual. Para eso, está previsto construir una hoja de ruta que comience a divisar la cooperación en diferentes áreas, al mismo tiempo que se establezca un diálogo sobre temas de relevancia bilateral que deben saldarse.
En el centro de esa agenda figuran declaraciones del presidente turco Recep Tayyip Erdogan que bordearon el antisemitismo, y su narrativa sobre la organización terrorista Hamás. Si bien en los últimos tiempos hubo cierta moderación de Erdogan sobre estas cuestiones, esta situación arrastra un problema más concreto: la actividad de Hamás en Turquía que daña directamente a ciudadanos israelíes.
Decisiones en el ámbito de seguridad e inteligencia, sumados a la suspensión de la negativa turca para la adhesión de Israel a la OTAN, llevaron a una conclusión en Jerusalem: “Decidimos que vale la pena darles una oportunidad”.
Israel traza una línea de conexión directa entre la presencia de Hamás en Turquía y la posibilidad de que progresen las relaciones entre los países. El interés israelí es que los turcos demuestren una conducta diferente para limitar los movimientos de la organización terrorista como condición para que las partes puedan avanzar diplomáticamente. La postura de Turquía sobre el conflicto entre Israel y los palestinos también juega un rol. En Jerusalem consideran que Ankara debe decidir de qué manera plantea sus diferencias: si en un lugar que permita o que impida el desarrollo de las relaciones.
Respecto a las áreas a desarrollar, uno de los intereses israelíes es llegar a un acuerdo de aviación. Si bien en Turquía existe un turismo israelí fluido, el objetivo durante la visita de Çavuşoğlu es sembrar la semilla para que aerolíneas israelíes puedan aterrizar en aeropuertos turcos, situación que requiere a su vez de acuerdos sobre cuestiones de seguridad.
Otro tema a conversar es la convivencia de Israel y Turquía como dos potencias regionales. Si bien existen diferencias, también hay entendimientos y opiniones similares, inclusive respecto a Irán: aunque Ankara no está dispuesto a liderar la lucha contra Teherán, tampoco quiere que la República Islámica obtenga armas nucleares. La presencia turca en Siria también puede ayudar a ambas partes, e Israel considera que existe una base para futuros entendimientos, intercambios de información y cooperación.
En cuanto a lo energético, si bien está pautado un viaje del ministro de Energía turco a Israel, en Jerusalem todavía no se tomó ninguna decisión sobre la posibilidad de construir un gasoducto que una a los países. El objetivo es que dicha obra se levante sobre los cimientos de una relación estable y que al mismo tiempo no perjudique la alianza de Israel con Grecia y Chipre, países que están al tanto de este proceso de calentamiento de las relaciones. Los propios turcos, de hecho, atraviesan un proceso de acercamiento diplomático a Grecia.
Turquía está realizando grandes esfuerzos para normalizar sus relaciones también con otros tres países importantes de la región: Arabia Saudita, que recientemente exigió detalles de la investigación del asesinato de un periodista saudí en el consulado de Estambul; Emiratos Árabes Unidos, cuyo máximo líder político Muhammad Bin Zayed viajó a Turquía en noviembre y anunció inversiones por 10 mil millones de dólares; y Egipto, país que exige a Ankara la entrega de miembros de la Hermandad Musulmana en vísperas de la visita del presidente Al Sisi, quien viajará por primera vez a Turquía desde que asumió el poder en 2014.