Quizás los beneficiarios más inmediatos de la decisión de Naftali Bennett de disolver su gobierno sean sus vecinos de toda la vida en el suburbio de Ra'anana, en Tel Aviv.
Durante casi un año soportaron grandes y "ensordecedoras" manifestaciones de los críticos de Bennett. Muchos eran partidarios de Benjamín Netanyahu, conocidos como "bibistas", quienes utilizaban potentes megáfonos, sirenas y tambores para expresar su enfado contra el ex primer ministro.
"Al principio venían con altavoces y hacían ruido desde todas las direcciones", contó un vecino que pidió no ser nombrado por miedo a represalias. "Creo que eran bibistas, tal vez les pagaban, no lo sé. Eran insufribles. Hasta dijeron cosas terribles sobre los hijos de Bennett", agregó.
Pero todo el ruido terminó abruptamente la semana pasada después de que Bennett anunciara que no podía mantener su coalición de gobierno y que se haría a un lado mientras el país avanza hacia nuevas elecciones.
Lo cierto es que el barrio de Ra'anana fue remodelado por su mandato como líder de Israel, el más corto en los 75 años de historia del país. Algo que también ocurrió en la casa a la que nunca se mudó, en Jerusalem.
Esa casa es la Residencia Oficial del Primer Ministro, en la esquina de las calles Balfour y Smolenskin y se encuentra vacía desde que Netanyahu la desocupó hace casi un año. Desde ese momento, se convirtió en un símbolo de la agitación política en la que cayó el país en los últimos tres años.
Netanyahu ocupó la residencia desde 2009 y no quiso abandonarla, lo que desencadenó años de estridentes manifestaciones públicas hasta que, en julio de 2021, los encargados de la mudanza llegaron silenciosamente durante la noche y empaquetaron las pertenencias de 'Bibi', dejando la residencia vacía.
Bennett se negó a trasladar a su familia allí, después de asumir el cargo, aparentemente porque el edificio de 90 años necesitaba desesperadamente renovaciones. Nunca durmió en la residencia oficial, lo que aumenta la sensación de que nadie sustituyó realmente a Netanyahu, incluso cuando una coalición ideológicamente ecléctica consiguió desbancarlo.
Ahora un tercer primer ministro, Yair Lapid, quiere instalarse pero no puede. Tras trabajar con Bennett para formar la tenue coalición de gobierno, Lapid dirigirá el país durante los pocos meses que quedan hasta que los israelíes vuelvan a acudir a las urnas. Pero como las renovaciones de la residencia oficial están en marcha, es probable que él también termine su mandato sin dormir una sola noche en el lugar.
Se supo que Lapid se trasladará a un apartamento dentro del perímetro de seguridad de la residencia, que hasta ahora estaba ocupado por guardias, lo que lo situará al menos junto a la sede del poder y probablemente protegerá a los vecinos de su familia en Tel Aviv de las molestias que sufría la de Bennett.
En parte debido a las protestas y a la apelación de los vecinos de Bennett al máximo tribunal de Israel exigiendo que la policía pusiera límites, los servicios de seguridad israelíes convirtieron la residencia de Bennett en una fortaleza.
Pero algunas casas quedaron atrapadas dentro de una zona de seguridad, lo que significa que sus residentes necesitan permiso para entrar y salir.
La calle Chipman, por ejemplo, está cubierta de cámaras que se posan, como si fueran pájaros, en las barras metálicas de los postes de la luz y apuntan en todas las direcciones, invadiendo la privacidad de los residentes.
Además, para muchos residentes, los muros bloquean la vista donde antes había vegetación. Algo que también molestó al vecindario es la obligación de registrar sus coches y que comprueben sus documentos de identidad.
"Estoy harto de las preguntas. 'Dame tu nombre, enséñame tu DNI'. No quiero enseñar nada", comentó un vecino, que lleva más de 30 años viviendo en el barrio y que pidió no ser nombrado. "Saco a mi perro a pasear. Tengo que pedir permiso para pasar en dos direcciones. Es como vivir en una cárcel".
"Miro por la ventana y veo muros de acero que me rodean", sumó Ohad Shalom, contable de 37 años y casado, padre de seis hijos, quien es el presidente del comité vecinal que lidera la lucha en el Tribunal Superior en nombre de los residentes del barrio.
"En este lugar hay un generador que contamina el aire. Yo, mi mujer y mis hijos sólo podemos entrar en la casa desde una dirección. Construyeron un muro de 3 metros de altura", contó Shalom. "Un vecino pidió que construyeran el muro un metro dentro del jardín de la familia Bennett, pero Gilat Bennett [esposa de Naftali] no estuvo de acuerdo. Llevamos 12 meses sufriendo y ni siquiera se fijan en nosotros", agregó.
La razón oficial para que Bennett no se trasladara con su familia a Balfour era que la residencia debía ser renovada por los servicios de seguridad Shin Bet.
Recientemente, un periodista israelí provocó un escándalo tras informar de que la seguridad y la construcción costaron a los contribuyentes unos 14 millones de dólares. Bennett dijo a la defensiva, temiendo ser acusado de uno de los delitos de los que se acusó a su predecesor, que el informe no era exacto y que el dinero se gastó casi en seguridad y no en la renovación.
Al reflexionar sobre su efímero mandato como primer ministro, Naftali Bennett pareció replantearse su decisión de permanecer en Ra'anana y abandonar la calle Balfour.
En una entrevista con Channel 13 News, el primer ministro saliente comentó que si hubiera sabido que las necesidades de seguridad convertirían su casa en una fortaleza y causarían tantos problemas a sus vecinos, "habría dormido en Balfour".
A diferencia de Bennett, Lapid dejo en claro que desea mudarse a la casa oficial del primer ministro inmediatamente y quedarse la mayoría de las noches, mientras su familia permanece en Tel Aviv. Pero con las renovaciones en sus primeras etapas, la residencia oficial no está en condiciones de recibir a un nuevo primer ministro, y Lapid se resignó a mudarse a un apartamento.
De vuelta a Ra'anana, una de las vecinas de Bennett dijo que no cambiaría las dificultades vividas el año pasado en su casa por el regreso de Netanyahu a la residencia oficial de la calle Balfour.
"¡De ninguna manera!", planteó. "Estoy dispuesta a seguir sufriendo", cerró.