No puede haber una advertencia más dramática contra Irán y Hezbolá que la que fue expresada por el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, en su discurso del martes.
Las ramificaciones políticas e históricas de sus conmovedoras palabras se discutirán más adelante, pero iban dirigidas a los oídos de Hassan Nasralá, el líder del grupo terrorista respaldado por Irán que estuvo provocando a las FDI en la frontera libanesa y aún no decidió si abrir un segundo frente de guerra.
En efecto, Biden lanzó una amenaza directa.
Si Hezbolá ataca, Estados Unidos intervendrá con su portaaviones, rumbo a la región. De ahí, la pelota se trasladó a Beirut y sobre todo a Teherán.
La decisión de entrar en guerra contra Israel y EE.UU. no correspondería sólo a Nasralá, aunque desde la eliminación de Soleimani, entonces comandante de los Guardianes de la Revolución, por Estados Unidos en 2020, el jefe de Hezbolá es considerado el segundo en la jerarquía de esa alianza chií.
Aunque la mayor parte de la atención se centra en los combates en el sur, el martes, un alto comandante y dos de sus hombres murieron en un tiroteo con terroristas que cortaron la valla fronteriza con Líbano. Eran miembros de un grupo palestino, pero operaban en una región bajo el control total de Hezbolá.
Hezbolá, además, lanzó 15 cohetes contra Israel durante el día, cuatro de los cuales fueron interceptados por el sistema de defensa antimisiles Cúpula de Hierro, lo que indica que su objetivo eran centros civiles y no zonas abiertas.
Las FDI pretenden aumentar el volumen y la fuerza de los ataques en Gaza. Su inicio se retrasó, pero desde entonces se incrementó su ritmo. Hay quien dice que, aunque se levantaron todas las restricciones, los ataques no son lo suficientemente frecuentes o contundentes, y lo mismo puede decirse de la zona norte. En cualquier caso, la verdadera diferencia estará en una incursión terrestre que se está considerando para Gaza.
Se cambiaron las reglas de enfrentamiento para que las tropas tengan más libertad en su lucha mientras la Fuerza Aérea bombardea barrio tras barrio de la Franja destruyendo las casas de terroristas, centros de mando, almacenes, bloques de torres y edificios.
Israel también decidió cortar todo tipo de ayuda a Gaza en un plazo de tres días, incluidos suministros vitales como la electricidad y el agua.
"Liberaremos a nuestros rehenes cuando podamos", declaró un funcionario de seguridad sobre los israelíes que siguen secuestrados. Gaza está sitiada. Sus residentes se desplazan hacia el sur, a la frontera egipcia, y allí su paso está limitado a sólo 2.000 personas.
Lo cierto es que las FDI se recuperaron del asombro inicial y ahora están a la ofensiva. Sus mandos y la dirección política comprenden que esta guerra es nada menos que por la existencia misma de Israel. Los militares dejan filtrar que sintieron que fueron engañados por Hamás en sus recientes disturbios a lo largo de la valla fronteriza de Gaza, fingiendo que sus demandas eran para obtener más beneficios económicos y que no tenían otras ambiciones.
Un alto oficial al que se le preguntó cómo ignoraban las FDI los planes después de que 2.000 terroristas de Hamás se hubieran entrenado para el ataque, dijo que una vez tomada la decisión, los terroristas atacaban inmediatamente, pero que todo se investigaría después de la guerra.
La estimación en Israel es que Nasralá conocía el plan pero no se le informó de cuándo se lanzaría un ataque.
Mientras las FDI vigilan de cerca el norte, sus mandos creen actualmente que se lo pensará mucho antes de unirse a la lucha, mientras buques y aviones de la marina estadounidense están en camino.
Pero Israel aprendió, por las malas, lo equivocadas que pueden ser las concepciones.
