En Al Arish, capital del Sinaí del Norte, las mujeres se reúnen para coser máscaras con motivos beduinos en plena pandemia del coronavirus y desafían el peligro en esta región oriental de Egipto, escenario de una insurrección armada.
Egipto ha registrado oficialmente más de 28.600 casos de COVID-19 y un millar de muertos.
Hasta ahora relativamente a salvo del virus, la península del Sinaí es víctima de una rebelión sangrienta, a manos de un grupo local afiliado a la organización terrorista Estado Islámico (EI).
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Una mujer egipcia cose máscarillas con motivos beduinos en la península del Sinaí.
(AFP)
Para Amany Gharib, fundadora de la asociación Al Fairouz que emplea a unas 550 costureras en Al Arish, la violencia no tiene que impedir que la comunidad perpetúe sus tradiciones ni que las mujeres valoricen su trabajo.
"Las mascarillas tienen dos capas: una primera aséptica, en contacto directo con la cara, y una segunda, bordada, en el exterior", explica por teléfono a la AFP.
Las telecomunicaciones en la provincia del Sinaí del Norte, muy aislada y militarizada, suelen entrecortarse, y los periodistas no tienen acceso a la zona.
Fabricadas en dos días, las máscaras son desinfectadas, empaquetadas y transportadas hasta El Cairo, donde se venden en línea a 40 libras (2,5 dólares) cada una en Jumia, el portal de comercio electrónico más importante del continente africano, prosigue Gharib.
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Una colorida mascarilla con motivos beduinos fabricada por mujeres egipcias en la península del Sinaí.
(AFP)
Tradición artesanal
"Aprendí a bordar cuando era joven, viendo a mi madre", cuenta Naglaa Mohamed, de 36 años. En un contexto de fuerte inestabilidad, esta mujer consigue apenas ganar lo suficiente para vivir, gracias a los bordados.
"Tenemos una comisión según los encargos que recibimos (...) Con las mascarillas, hemos hecho frente a un nuevo reto", afirma.
Con la pandemia, los problemas económicos se han agravado en el Sinaí, ya en una situación muy precaria.
"Los tiempos son duros para las mujeres, pero nos hemos adaptado", apunta Gharib.
Acostumbrada a coser perlas y joyas en los vestidos, Naglaa Mohamed se ha puesto a bordar motivos tradicionales beduinos desde el inicio de la crisis sanitaria.
Omnipresentes en la región, estos motivos geométricos y llenos de color adornan todo tipo de objetos. Esta tradición artesanal ha permanecido a pesar de los problemas de seguridad que golpean la zona desde hace años.
"Vivir con el terrorismo"
Otrora nómadas, los beduinos son una población constituida de tribus -actualmente en su mayoría sedentarias- que viven en diferentes regiones del mundo árabe y en Israel.
Las fuerzas de seguridad de Egipto luchan desde hace años contra la insurrección islámica en la península del Sinaí, que se intensificó después de que el ejército derrocara al presidente islamista Mohamed Mursi en 2013 tras manifestaciones multitudinarias.
En febrero de 2018, el ejército puso en marcha una importante operación antiterrorista en la región, y también en varias partes del desierto occidental, entre el valle del Nilo y la frontera con Libia.
Desde entonces, más de 970 presuntos yihadistas y decenas de militares han muerto en los enfrentamientos, según cifras oficiales.
Aunque el virus no ha terminado con la violencia, Gharib dice confiar en el ejército, que aporta un "sentimiento de seguridad" en Al Arish.
"Cuando matan a uno de los nuestros, lo consideramos como un mártir", explica Gharib, para quien la población está muy unida.
"Estamos en guerra contra el terrorismo (...) pero la gente ha aprendido a vivir así", dice, asegurando que todos tienen a alguien que ha muerto en alguno de los ataques.