Una parte de los silos de grano del puerto de Beirut, capital del Líbano, se derrumbó este domingo a pocos días del segundo aniversario de la enorme explosión que los dañó, enviando una nube de polvo sobre la capital y reviviendo los traumáticos recuerdos de la estallido que mató a más de 215 personas.
Las autoridades libanesas advirtieron la semana pasada que parte de los silos -un imponente recuerdo de la catastrófica explosión del 4 de agosto de 2020- podría derrumbarse después de que la parte norte comenzara a inclinarse a un ritmo acelerado. Hasta el momento, no hubo informes de heridos.
"Fue la misma sensación que cuando ocurrió la explosión, recordamos todavía aquel día", comentó Tarek Hussein, un residente de la zona de Karantina, que estaba comprando alimentos con su hijo cuando ocurrió el colapso. "Cayeron unos cuantos trozos grandes y mi hijo se asustó cuando lo vio", agregó.
La explosión de 2020 fue causada por cientos de kilos de nitrato de amonio almacenado de forma insegura en el puerto desde 2013. Los libaneses la consideran un símbolo de la corrupción y el mal gobierno de una élite gobernante que también llevó al país a un devastador colapso financiero.
La explosión, una de las más potentes no nucleares de las que se tiene constancia, hirió a unas 6.000 personas y destrozó franjas de Beirut, dejando a decenas de miles de personas sin hogar.
Ali Hamie, ministro de Transporte y Obras Públicas del gobierno provisional, informó que temía que más partes de los silos pueden derrumbarse. Por otro lado, el ministro de Medio Ambiente, Nasser Yassin, explicó que, aunque las autoridades no sabían si otras partes de los silos iban a caer, la zona sur era más estable.
El incendio de los silos, que brillan de color naranja por la noche dentro de un puerto que todavía parece una zona de desastre, pusieron en vilo a muchos residentes de Beirut durante semanas.
En abril el gobierno decidió destruirlos, lo que enfureció a las familias de las víctimas, que querían dejarlos para preservar el recuerdo de la explosión. La semana pasada el Parlamento no aprobó una ley que los hubiera protegido de la demolición.
Las esperanzas de los ciudadanos de que se rindan cuentas por la explosión de 2020 disminuyó, ya que el juez instructor se enfrentó a una resistencia política de alto nivel, incluidas las denuncias legales presentadas por los altos funcionarios a los que intentó interrogar.
El primer ministro designado, Najib Mikati, expresó su rechazo a cualquier interferencia en la investigación y que quiere que siga su curso. Sin embargo, como reflejo de la desconfianza en las autoridades, muchas personas manifestaron que creían que el incendio se había iniciado intencionadamente o que no se había contenido deliberadamente.
Divina Abojaoude, ingeniera y miembro de un comité que representa a las familias de las víctimas, contó que los silos no tenían por qué caer. "Se estaban inclinando poco a poco y necesitaban apoyo, y nuestro objetivo era que se sostuvieran", explicó.
"El incendio fue natural y aceleró las cosas. Si el gobierno hubiera querido, podría haber contenido el fuego y reducirlo, pero tenemos la sospecha de que querían que los silos se derrumbaran", agregó. No fue posible contactar inmediatamente con funcionarios del gobierno para que respondieran a la acusación de que el incendio podría haberse contenido.
A principios de este mes, el ministro de Economía citó las dificultades para extinguir el fuego, incluido el riesgo de que los silos se derrumbaran o de que las llamas se extendieran como consecuencia de la presión atmosférica generada por los helicópteros del ejército.
Fadi Hussein, residente de Karantina, remarcó que creía que el derrumbe era intencionado para eliminar "cualquier rastro del 4 de agosto".
"No estamos preocupados por nosotros mismos, sino por nuestros hijos, por la contaminación resultante del derrumbe de los silos", sostuvo, señalando que los cortes de energía en el país significaron que ni siquiera pudo encender un ventilador en casa para reducir el impacto.