La crisis económica de Irán es mucho más grave de lo que se pensaba, según revela un informe publicado en los medios de comunicación en lengua persa, que arroja nueva luz sobre los profundos desafíos a los que se enfrenta la República Islámica.
El informe, titulado "El déficit presupuestario real de la economía iraní", revela que el gobierno de Irán se enfrenta a un déficit presupuestario de 794 billones de tomanes, lo que equivale aproximadamente a 18.000 millones de dólares según el tipo de cambio actual de 42.000 tomanes por 1 dólar.
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Una manifestante lleva el retrato de Mahsa Amini, que murió detenida tras ser arrestada por la policía de moralidad iraní en septiembre de 2022.
(Teresa Suárez)
Además, el informe señala que la deuda del gobierno asciende a la cifra de tres cuatrillones de tomanes, equivalentes a 71.000 millones de dólares, aproximadamente el 31% del producto interior bruto de Irán.
Esta deuda engloba obligaciones con varias entidades iraníes, como bancos, el Banco Central de Irán (BCI), fondos de pensiones y seguridad social, contratistas del sector público y privado, así como bonos en circulación. Para peor, el gobierno iraní debe unos 74.000 millones de dólares al Fondo Nacional de Desarrollo.
Irán también se enfrenta a tasas de inflación crecientes, que el gobierno ha intentado ocultar. Los informes sugieren que la tasa de inflación ha alcanzado el 70%, la más alta de los últimos 30 años. Este aumento sin precedentes está impulsado por una caída imparable del valor de la moneda nacional, el rial.
Además, el presupuesto previsto por el gobierno para el año en curso se estima en "cinco millones de billones" de tomanes, una suma difícil de imaginar. Los economistas creen que el gobierno nunca podrá obtener una cantidad tan enorme de ingresos, ni siquiera si se levantan las sanciones impuestas por Estados Unidos al régimen.
Según el informe de abril publicado por el Fondo Monetario Internacional (FMI), los retos económicos a los que se enfrenta Irán sólo podrán superarse si el régimen es capaz de vender petróleo a un precio de 351,7 dólares por barril. Sin embargo, este escenario se considera imposible de alcanzar dado el bajo precio del petróleo en los mercados internacionales.
En una situación económica tan calamitosa, es probable que al gobierno le resulte difícil seguir proporcionando subsidios en metálico (conocidos como yaraneh) a la población pobre. Rahim Mombeini, subdirector de la Organización de Planificación y Presupuesto de Irán, declaró que el gobierno no podrá cumplir su promesa de distribuir yaraneh a los necesitados.
Esto se debe a un importante déficit de 190 mil millones de tomanes iraníes en el presupuesto asignado específicamente a este fin.
El régimen iraní también se enfrenta a otros retos, como la creciente frustración de la nación por las disparidades sociales. Como consecuencia, la perspectiva de una nueva oleada de rebeliones cívicas contra el régimen parece cada vez más inevitable.
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Mujeres iraníes, con velo, caminan entre otros peatones por una calle de Teherán, Irán, el 22 de mayo de 2023.
(Abedin Taherkenareh)
Mohammad Mohajeri, director de Khabar Online, un medio alineado con los partidarios de la línea dura del régimen, afirma que éste debería anticiparse a una nueva oleada de disturbios en todo el país a menos que se tomen medidas sustanciales para abordar las fracturas sociales subyacentes.
Mohajeri compara el malestar social en Irán con un terremoto: su ocurrencia puede ser inevitable, pero los daños pueden mitigarse con ciertas medidas. Entre ellas, aplicar reformas y ajustes políticos, atender las quejas de la población y abandonar las tácticas represivas para reprimir el descontento.
Durante las recientes protestas, desencadenadas por la muerte de Mahsa Amini, el régimen recurrió a una violencia abrumadora en un intento de sofocar las manifestaciones.
El resultado fue la muerte de más de 530 manifestantes, entre ellos 72 niños.
Además, las fuerzas de seguridad detuvieron a más de 29.688 participantes y ejecutaron a decenas en horribles exhibiciones públicas, con el objetivo de intimidar a la población y desalentar la participación en futuros levantamientos.
Aunque las protestas hayan disminuido, los signos de descontento público siguen siendo evidentes. Las mujeres iraníes siguen desafiando al régimen.
Además, nuevos sectores como la educación y el transporte, en concreto profesores, pensionistas y camioneros, se están sumando a la acción sindical en todo el país porque sus pagos no pueden seguir el ritmo de la inflación galopante y el aumento masivo del precio de los alimentos.
El fuerte trasfondo económico, el creciente descontento entre los iraníes y la crisis de legitimidad han creado un "Triángulo de las Bermudas" virtual para el régimen, del que es casi imposible escapar sin un cambio radical en sus políticas interior y exterior.
Sin embargo, ese cambio parece improbable mientras la República Islámica, bajo el liderazgo del ayatolá Alí Jamenei, siga fiel a sus principios revolucionarios. Estos principios exigen el desvío de ingentes recursos de la esfera nacional, donde se necesitan desesperadamente, hacia la consolidación de la influencia sobre otros pueblos y territorios.
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Enorme movilización durante el punto más álgido de las protestas contra el uso obligatorio del hiyab.
(AFP)
Esta situación hace necesaria la intervención exterior para apoyar al pueblo iraní en su lucha contra la opresiva República Islámica.
La imposición de sanciones económicas más severas a los dirigentes del régimen podría limitar aún más su acceso a los recursos, lo que les dificultaría mantener el poder. La imposición de sanciones severas y la aplicación de presiones políticas podrían coaccionar al régimen para que pusiera fin a su brutal trato a los ciudadanos, especialmente a las mujeres jóvenes.
