El impactante anuncio acerca de la normalización de las relaciones diplomáticas entre Israel y los Emiratos Árabes Unidos fue aplaudido por aliados y criticado por rivales, pero en la opinión de muchos ciudadanos del Golfo hay incertidumbre acerca de lo que representa abrazar a un enemigo histórico.
Los líderes palestinos calificaron el tratado como una "traición", una opinión muy difundida entre los ciudadanos de las capitales de la región, incluso cuando el interés por la causa se desvaneció entre las nuevas generaciones.
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La municipalidad de Tel Aviv, iluminada con la bandera de los Emiratos Árabes Unidos.
(AFP)
Tras convertirse en el primer país del Golfo Pérsico en establecer vínculos con Israel, los medios de comunicación locales muestran a los Emiratos Árabes Unidos como el “campeón de la paz” en una región fragmentada que necesita aunar esfuerzos contra Irán.
"Ya estoy planeando un viaje a Tel Aviv", bromeó un joven emiratí que trabaja en marketing. "¿Cuánto tiempo podemos vivir en conflicto? El mundo ya tiene suficiente, tengamos algo de paz”, agregó. “Confío en la estrategia y la sabiduría de nuestros líderes. Lo que hizo nuestro país es antes que nada por los palestinos”, expresó el joven a la AFP, en un país donde no abundan las críticas políticas.
El jueves, Emiratos Árabes Unidos sostuvo que el tratado incluía un acuerdo para detener la anexión de partes de Cisjordania, pero el primer ministro Benjamín Netanyahu insistió rápidamente en que sólo había acordado retrasar los planes, no cancelarlos.
Daga en la espalda
En los otros cinco países del Consejo de Cooperación para los Estados Árabes del Golfo -Arabia Saudita, Catar, Bahréin, Kuwait y Omán- los ciudadanos se mostraron poco convencidos acerca del acuerdo. Si bien los contactos diplomáticos y comerciales con Israel han crecido en los últimos años, en el ámbito público la idea de estrechar vínculos oficiales sigue siendo un tabú.
En las redes sociales, el hashtag "La normalización es traición" fue tendencia en toda la región en los últimos días, particularmente entre los jóvenes activistas saudíes. Riad, capital de Arabia Saudita, aún no hizo pública su posición sobre la medida. Con todos los ojos puestos en su reacción, los analistas estiman que el país procederá con cautela a la espera de evaluar la reacción en el mundo árabe.
Bahréin fue el primer estado del Golfo en saludar el acuerdo del jueves, pero varios partidos de la oposición emitieron una declaración conjunta rechazando "cualquier normalización con la entidad sionista".
Bahréin, un firme aliado de Estados Unidos en la región y, al igual que los Emiratos Árabes Unidos, hostil a Irán, es visto como el próximo candidato posible para establecer vínculos con Israel.
"Desgraciadamente no puedo hacer otra cosa sino protestar en las redes sociales”, evaluó un hombre de Bahréin, en alusión a la represión de las autoridades contra las voces críticas. "Es una traición, una puñalada en la espalda de los hermanos palestinos", dijo a la AFP, pidiendo no ser identificado.
Catar, que tampoco respondió al anuncio del jueves, se encuentra desde 2017 en crisis diplomática con los Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita, Bahréin y Egipto, quienes lo acusan de apoyar a los movimientos islamistas y de connivencia con Irán. Doha, cercana a Estados Unidos, niega las acusaciones y mantiene con Israel una relación intermitente.
Se trata, a su vez, de un país muy involucrado en mantener la paz en la Franja de Gaza, administrando y financiando los pagos de asistencia social a la gente del empobrecido territorio costero con el visto bueno de Israel. "No creo que Israel sea un país real", expresó enojado un estudiante catarí, y agregó que mientras tanto los palestinos "luchan por su tierra con piedras contra tanques".
Kuwait, otro aliado cercano de Estados Unidos, también guardó silencio sobre el acuerdo. Es el único país del Golfo con actividad política y parlamentaria auténtica donde se permite un animado debate público. "No veo ningún problema con la normalización. De todos modos ya existía en secreto. Cada país tiene sus propios intereses políticos”, señaló Ibrahim Chihab, un jubilado kuwaití.