En estas últimas semanas se produjeron varios sucesos internacionales con participación argentina y latinoamericana dentro de la dinámica del diálogo ecuménico. La historia, pertenencia, práctica, experiencia y vitalidad de estos encuentros, especialmente en Argentina, son muchos, variados y diversos en por lo menos los últimos veinte años.
Motivado por ello, y sólo como un aporte más, acercamos un decálogo a sabiendas incompleto y básico del diálogo ecuménico. Este se construye mediante el recurso de la conjunción adversativa “antes que” a modo de género sapiencial, para ayudar a reflexionar en los contrastes de la naturaleza de ese diálogo. Se utiliza el término único “ecumenismo”, en griego «oikoumenē» o “tierra habitada”, ya que que por ello entendemos que en sus raíces incluye lo que conocemos como “diálogo interreligioso”.
1. Diversidad antes que uniformidad: La riqueza en el diálogo, capaz de construir puentes de encuentro y no “torres de babel” con una semántica unívoca, es requisito fundamental del ecumenismo. Para que “el todo” supere a las “partes”, éstas deben existir y coexistir en una armonía integradora y por lo tanto superadora de la suma de ellas. Si hay un reconocimiento de la unicidad es la construida en forma armónica y entendida como la diversidad reconciliada.
2. Cosmovisión antes que univisión: Es deseable elevar nuestras miradas a horizontes y universos variopintos y diversos. El quedarnos dentro de nuestra propia observación parcial y considerarla única no ayuda al ecumenismo. Sabernos parte de un cosmos multiforme nos enriquece no sólo en forma individual sino social y comunitaria.
3. Pedagogía antes que ideología: Estar abiertos a aprender y aprehender del que piensa y mira su fe de otra manera es esencial. En esto la pedagogía del diálogo demanda primeramente la escucha silenciosa, y tan sólo luego de ella la expresividad propia de nuestra espiritualidad. A menudo la religión revestida de ideología no escucha y sólo intenta convencer. Solemos decir que la espiritualidad libera mientras que la ideología esclaviza.
4. Lo natural antes que lo ideal. Aquí utilizo el término “natural” para referirme a la relación que cada uno tiene con lo creado, los seres vivientes, la “madre tierra” para otros y las urgencias de acuerdos en un ecumenismo ecológico. Por otro lado, lo “ideal” se asemeja a conceptos abstractos, que desde luego son buenos y constructivos, pero que a menudo son usados para evadir o escapar de realidades concretas más demandantes.
5. Identidad antes que universalidad. Este concepto no sólo no contradice los anteriores, sino que los coloca en un lugar fundamental en el ecumenismo. Mantener nuestra propia identidad de fe, espiritualidad y convicciones es un requisito no sólo honesto sino clave en el ecumenismo. Por otro lado “licuar” esas identidades en pos de una mezcla uniforme llamada “universalidad” desintegra la posibilidad del encuentro en lo diverso.
6. Fundamentos antes que fundamentalismos: Este punto complementa el anterior, a la vez que advierte sobre una de las amenazas del ecumenismo. Mantener la identidad de fe no debe usarse como un arma o una trinchera para convencer, someter o confrontar con el que tiene otra mirada. La “verdad” como tal, reconocida por diferentes creencias como la persona de Dios, por atributo único de eternidad nos debe poseer a cada uno y a cada espiritualidad. De esta manera, pensar que se es poseedor de esa “verdad” contradice la persona del Creador y la reduce a una caricatura formada a nuestra imagen y semejanza. Los fundamentalismos religiosos, lamentablemente, son herramientas históricas de infinitos males y atrocidades en el “nombre de Dios”.
7. Inclusión antes que selección: Incluir a cualquier otro dentro de nuestro universo de vivencia espiritual es la manera de acercarlo para que pueda ser participante con prescindencia de su procedencia. Cuando seleccionamos con quién preferimos dialogar estamos realizando un acto discriminatorio. La discriminación por motivos de religión que pueden aparecer inicialmente como ejercicios selectivos inadecuados, sabemos tristemente cuán fácil puede transformarse en germen de los más atroces males y hasta genocidios religiosos.
8. Otredad antes que tolerancia: El “otro” o “los otros” son siempre el motivo imprescindible y los participantes indispensables en una experiencia que se precie de llamar ecuménica. La tolerancia, que en apariencia puede plantearse como sinónimo de aquélla, no es un término adecuado. Esto es porque se suele “tolerar” al diferente desde una posición de poder y dominación y no de igualdad.
9. Incomodidad antes que confort: Dialogar siempre implica salir de nuestra zona de confort, que muchas veces está acotada a los que piensan, sienten, viven o simplemente son como uno mismo. La conversación ecuménica produce incomodidad porque me invita a salir de esa zona para ingresar en un territorio desconocido, que puede tener códigos, conceptos o herramientas de comunicación de vida y espiritualidad muy diferentes de las nuestras.
10. Dudas antes que certezas: Si la duda es una amiga inseparable de la fe, es también una compañera inseparable del caminar ecuménico. Las certezas que muchas veces se construyen como barreras para escuchar al otro o el temor a incorporar dudas sanas a mi pertenencia, no nos ayudan. Bienvenida la bendita duda que nos hará ser siempre mejores peregrinos en el maravilloso sendero del encuentro ecuménico.