Benjamin Ze'ev Herzl, quien a lo largo de su vida debió llevar a cabo duras luchas conceptuales tanto con sus compañeros en el ideal sionista como con la élite judía (académica y rabínica) que rechazó su visión, conoció el poder de la controversia y el abismo al que la misma puede empujar a los involucrados. Al mismo tiempo, entendió la importancia del desacuerdo y la gran ventaja inherente a una sociedad diversa en sus puntos de vista.
Hace más de 120 años, Herzl afirmó: "Colocar a los judíos bajo un mismo sombrero será un trabajo muy duro, a pesar de que cada uno tiene una cabeza, o tal vez por ese motivo". Con esta frase, Herzl no protestó contra la realidad de que cada uno tiene opiniones diferentes, sino que demostró su disposición a soportar la carga de las diferentes posiciones.
Hoy (lunes) se cumple el 160 aniversario del nacimiento de Herzl, que estableció de manera inequívoca la estructura de organización y de valores que derivaron en un hogar floreciente y próspero tras 2.000 años de añoranzas. Pero más allá de su trabajo, también nos ha dejado una rica herencia conceptual, la cual hoy les sirve de inspiración a muchos.
Los desacuerdos no tienen nada de malo. Por el contrario: la cultura judía a lo largo de los siglos ha fomentado la controversia. El Talmud es, en muchos sentidos, un protocolo para discusiones y desacuerdos entre los académicos durante siglos. La disposición a aceptar la diversidad de opinión como una forma de vida es un acto audaz y tal vez sin precedentes. Una cultura que fomenta la controversia está lista para desafiar sus convenciones fundacionales, las posiciones dominantes y las posturas de los líderes de opinión con el propósito de acercarse a la verdad. Su tensión interna es necesariamente mayor a la de una sociedad conservadora que fomenta la adhesión a las convenciones.
Las personas pertenecientes a esta cultura siempre se encontrarán más preparados para los cambios de percepción, y muchas veces también los guiarán y florecerán dentro de ese marco. Gran parte de la prosperidad que ha experimentado el Estado de Israel en las últimas décadas parece provenir de la voluntad casi natural de dudar de las convenciones aceptadas y examinar críticamente las soluciones existentes. Todos estos son descendientes distintos de la misma tradición que promueve la controversia.
La sociedad israelí ha estado en el último año y medio inmersa en una crisis política continua que está generando un acalorado debate que se ha profundizado a un nivel peligroso. Se debe comprender que el poder del debate proviene, entre otras cosas, de la misma tradición de luchar por la verdad que ha sido laboriosamente formulada y agudizada en discusiones interminables. Esta tradición de adherirse a la propia verdad de uno, aunque todos piensen de manera diferente, es lo que permite avances y está en el corazón de la cultura de los discursos extremistas e intransigentes que se expresan hoy.
Todos somos conscientes de los riesgos de profundizar la grieta en la sociedad. La forma de mantener el equilibrio correcto es un esfuerzo educativo-social de definir los límites del discurso. En la medida en que no podamos establecer dichos límites sobre la base de una comprensión interna de que tal vez la otra parte tenga razón, tal vez sea suficiente conformarnos con una comprensión más modesta de que nuestra postura puede ser errónea.
Desarrollar este tipo de comprensión recae ante todo en el liderazgo, y ese es el legado de Herzl, ya que él también estuvo dispuesto a cargar esta tarea sobre sus hombros. Sin embargo, el liderazgo nacional debe trabajar más arduamente hoy en día porque cada uno de nosotros tiene una cabeza independiente que sólo cree en su propia verdad.
Y como siempre, la mejor manera de hacerlo es dando un ejemplo personal. Esperemos que el proceso de establecer un gabinete de reconciliación nacional no sea letra muerta, sino que esté plagado de contenido real, no para acabar con las diferencias de opinión, sino para construir los límites adecuados para el debate de ideas.
La doctora Aliza Lavie es presidenta del Centro Herzl