Creo que nunca me sentí tan pesimista respecto al Estado de Israel y su actual condición desgarradora, bajo los auspicios del coronavirus y un gobierno que provocó un desastre económico para millones de personas.
El sistema de salud quedó expuesto en su pobreza, los niños israelíes posiblemente terminarán el año escolar sin haber aprendido nada y reina el sentimiento de que no hay un líder que nos guíe en este caos. Es imposible saber cuánto tiempo pasará antes de que nos recuperemos del daño que nos provocó la pandemia.
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Las protestas contra Netanyahu, aunque sean justas, son una amenaza para la salud pública.
(AFP)
La responsabilidad es de aquellos que se supone que debían liderar esta crisis: el gobierno y quien lo dirige, el primer ministro Benjamín Netanyahu. La sociedad observa horrorizada la falta de ejemplos personales del liderazgo, las decisiones apresuradas e inconsistentes, la omnipresencia de las causas de corrupción que pesan sobre Netanyahu y su defensa teñida de politiquería y ansias de supervivencia.
Sin embargo, es momento de detenernos porque nosotros, como pueblo, compartimos una responsabilidad nacional. En ausencia de un liderazgo decente, y tal vez debido a ello, es hora de asumir esa responsabilidad y entender que llegó el momento de suspender las protestas contra el primer ministro.
No hay dudas que las decenas de miles de manifestantes no provocaron tantas infecciones como los errores del gobierno o las personas que celebraron reuniones sociales en espacios cerrados, en un ataque de indiferencia criminal hacia los demás. De todas formas, y hasta que se demuestre lo contrario, las protestas también son una amenaza para la salud pública.
No tengo reparos en los motivos de las manifestaciones contra Netanyahu y de hecho participé. Pero en este momento hay otras formas de hacerse escuchar, como una protesta desde las terrazas o balcones. Todos aquellos que lo deseen pueden hacerlo en un horario predeterminado y desde sus casas.
Imaginen miles de israelíes en los balcones de todo el país con una bandera negra y otra israelí. Podría ser una protesta más eficaz que las de Jerusalem. Y no se trata de renunciar al futuro de nuestro país, sino simplemente de ser responsables.
*Yoel Hasson es un ex miembro de la Knesset por Kadima y el Campamento Sionista.
