Por estos días, HaTzionut HaDatit, el partido religioso sionista dirigido Bezalel Smotrich e Itamar Ben-Gvir, es la última esperanza del bloque anti-Netanyahu. Sucede que es la facción que se opone a que el actual primer ministro sume a su alianza al partido islamista Raam, con el cual alcanzaría los 61 escaños necesarios para formar gobierno.
Los dos extremistas que encabezan el partido, de alguna manera ahora son vistos como políticos valientes e incorruptibles por defender sus valores. Y en medio de toda la emoción, muchos se olvidan de sus ideologías xenófobas, nacionalistas y homofóbicas que defienden.
Netanyahu, en otro movimiento para mantenerse en el poder, les dio la bienvenida a su corriente de derecha. El primer ministro fue advertido de que no comprendía completamente lo que estaba haciendo. Y ahora, que Bezalel Smotrich e Itamar Ben-Gvir son la piedra en el zapato para formar gobierno, la ironía es enorme.
La continua negativa de Smotrich de aceptar una coalición con los islamistas está abriendo el camino para un gobierno de rotación, que si se establece sería diferente a cualquier otro en la historia de Israel. Ha habido gobiernos de izquierda, de derecha e incluso de unidad. Algunos gozaron de mayoría parlamentaria y otros no. Pero cada uno de estos gobiernos operó bajo un eje central, con los partidos pequeños al margen.
Este gobierno que podría formarse si Netanyahu no logra construir una coalición es un rompecabezas de opiniones, ideologías y valores. Su fuerza será su mayor debilidad: cualquiera que navegue en el barco del Estado podría hundirlo en cualquier momento, arrastrando a todos los demás a las profundidades con ellos.
Formar un gobierno así es una opción tentadora, pero las repercusiones del fracaso serían desastrosas. Lo único que mantiene unidos a lo que por esencia son partidos políticamente opuestos, desde Joint List y Meretz hasta New Hope e Yisrael Beytenu, fue un consenso compartido de que la era de Netanyahu debe llegar a su fin.
Este factor unificador desaparece en el momento en que se forma dicho gobierno. Entonces, ¿podría tener éxito un gobierno de unidad encabezado por el líder centrista de Yesh Atid, Yair Lapid, y el líder de extrema derecha de Yamina, Naftali Bennett ¿Habrá respeto mutuo, honor y tolerancia entre sus miembros?
Si se formara un gobierno tan mezquino, también sería difícil romper el nivel de sospecha entre los líderes del partido. Sería difícil romper el muro entre la izquierda y la derecha, entre judíos y árabes, laicos y religiosos, para tomar decisiones sustanciales.
Pero la alternativa es aún más terrible. El juicio por corrupción de Netanyahu está en el centro de todo. Un gobierno liderado por él se aseguraría de nombrar a un fiscal y un fiscal general amistosos para ayudarlo a conseguirle un acuerdo de culpabilidad cómodo para que pueda seguir reinando como primer ministro.
Si el campo anti-Netanyahu logra formar un gobierno, la trayectoria de este juicio sería muy diferente. Un trato con la fiscalía podría estar todavía sobre la mesa, pero sería mucho menos indulgente.
En dos semanas, el período de tiempo de Netanyahu para formar una coalición llega a su fin. Uno solo puede esperar que Lapid, Bennett, Saar y Liberman tengan un plan coherente para entonces.
