Desde el liderazgo israelí de la crisis del coronavirus el mensaje de los últimos días fue esquizofrénico: por un lado nos inundan con terribles advertencias y por el otro recibimos consignas tranquilizadoras.
El número de pacientes graves aumenta. Más de 100 personas están conectadas a respiradores artificiales y desde los hospitales dicen que están llenos, que trabajan más allá de su capacidad y deben trasladar pacientes a otras instalaciones.
Al mismo tiempo, el mensaje del recién nombrado líder del coronavirus, el profesor Roni Gamzu, fue claro: la pandemia está bajo control. "No hay necesidad de preocuparse por el aumento de pacientes graves porque están recibiendo la mejor atención del mundo", dijo el lunes, y agregó que los hospitales pueden atender a cientos de pacientes más: "Tienen el espacio, la mano de obra y los recursos necesarios", aseguró el público.
Pero los hechos detrás de este discurso cuentan una historia diferente e inquietante. Durante la última semana murieron en promedio 10 personas por día y el número de enfermos graves también está aumentando.
Y las máquinas con la que se tratan a los casos graves no son el problema, sino encontrar a médicos calificados que puedan operarlos. Muchos de estos profesionales altamente capacitados están en cuarentena. Otros están sobrecargados de trabajo y sin saber cuándo terminará esta crisis, lo que afecta la calidad de la atención.
Sobrecargar el sistema de salud para evitar nuevos cierres en el país tuvo un precio. Y la decisión de aumentar la cantidad de camas para tratar a los pacientes con COVID-19 implica recortar otros servicios médicos, así como reducir la capacidad en otras salas del hospital.
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Aunque Gamzu diga que el contagio está bajo control, la realidad del sistema de salud es otra.
(Jorge Novominsky)
En función de estas señales de advertencia, resulta desconcertante la decisión del gobierno de levantar restricciones a la población. Permitir el ingreso de personas no israelíes al país, algunos de los cuales pueden estar infectados por el virus, puede exponer a los hospitales a un estrés adicional innecesario, y podría ser la causa de medidas de cierre más drásticas en el futuro próximo. También es casi seguro que abrir escuelas en septiembre aumentaría los contagios.
Gamzu puede afirmar que los hospitales pueden tratar a muchos más casos de COVID-19. Pero sería a expensas de aquellos que tienen la mala suerte de enfermarse de otra cosa, descartables para un gobierno que presiona al sistema de salud de Israel hasta el límite.