Una turba ultraortodoxa rodea el vehículo del alcalde de Bnei Brak, Avraham Rubinstein, el domingo por la noche. q
Una turba ultraortodoxa rodea el vehículo del alcalde de Bnei Brak, Avraham Rubinstein, el domingo por la noche. q
Shimon Baruch
El escenario de los disturbios en Bnei Brak el domingo por la noche.

Israel está sin timón en medio de una intifada ultraortodoxa

Opinión. Antes de condenar a la turba iracunda, Netanyahu pasó horas asegurándose de que ninguno de sus amigos del sector ultraortodoxo estuviera involucrado entre las bestias que atacaron a la policía el domingo por la noche en Bnei Brak.

Amichai Attali - Adaptado por Adrián Olstein |
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Un equipo de policías casi fue masacrado en el corazón de Bnei Brak el domingo por la noche, pero el primer ministro Benjamín Netanyahu necesitó tres horas y media para decidir de qué lado estaba.
Las imágenes eran claras: decenas de alborotadores golpeando autos, rompiendo ventanas y robando equipo personal a los oficiales de policía. Pero el primer ministro tuvo que evaluar en su supercomputadora todos los escenarios posibles antes de poder condenar los hechos.
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El escenario de los disturbios en Bnei Brak el domingo por la noche.
El escenario de los disturbios en Bnei Brak el domingo por la noche.
El escenario de los disturbios en Bnei Brak el domingo por la noche.
(Shimon Baruch)
Tenía que asegurarse de que ninguno de ellos fuera estudiante en la yeshivá del líder de la dinastía Vizhnitz, el rabino Yisroel Hager, recibido de forma reciente en la residencia del primer ministro con honores dignos de la realeza.
Tenía que asegurarse de que ninguna de esas ventanas rotas estuviera relacionada con Yanki Kanievsky, nieto del líder ultraortodoxo Chaim Kanievsy, que llama a Netanyahu para dictarle los términos del cierre por coronavirus.
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Yanki Kanievsky con su abuelo, el líder ultraortodoxo y rabino Chaim Kanievsky.
Yanki Kanievsky con su abuelo, el líder ultraortodoxo y rabino Chaim Kanievsky.
Yanki Kanievsky con su abuelo, el líder ultraortodoxo y rabino Chaim Kanievsky.
(Ilya Malenkov)
También tenía que asegurarse de que, Dios no lo permita, los que robaron elementos de la policía no eran amigos del líder del partido Judaísmo Unido de la Torá, Yaakov Litzman, que tiene en sus manos el poder para liberar de culpa y cargo a Netanyahu en el juicio que enfrenta por corrupción.
Recién después de la medianoche, una vez completado el cruce de información, tras evaluar los intereses en pugna, Netanyahu pudo soltar un suspiro de alivio y condenar con firmeza el salvaje comportamiento.
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El primer ministro Benjamín Netanyahu y el entonces ministro de Salud Yaakov Litzman, febrero de 2020.
El primer ministro Benjamín Netanyahu y el entonces ministro de Salud Yaakov Litzman, febrero de 2020.
El primer ministro Benjamín Netanyahu y el entonces ministro de Salud Yaakov Litzman, febrero de 2020.
(Shahar Goldstein)
Estamos ante días difíciles para Israel, y no hay liderazgo. El país solo en sueños puede imaginar gobernantes dispuestos a abordar el fenómeno de manera frontal, líderes dispuestos a encabezar una acción que sirva de norte para los millones de ciudadanos que no lo tienen.
El pueblo de Israel ha soportado casi un año de incertidumbre. Una y otra vez depositó sus esperanzas en que alguien lo ayude a salir. Pero aquí no hay liderazgo, ninguna voz con autoridad que lleve tranquilidad e ilumine el camino.
Solo en sueños es posible imaginar el liderazgo que podría haber sido y no fue, la zarza ardiente en el desierto para bendecir a los buenos y condenar a los malos. Pero esa no es la realidad. En Israel, todo es político.
El circuito en el que está atrapado el país -cuatro elecciones en dos años y un año y medio sin presupuesto estatal- rompió con todas las reglas y arrastró a todos hacia un tsunami en el que todo es político.
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La policía cierra una yeshivá abierta ilegalmente en Bnei Brak la semana pasada.
La policía cierra una yeshivá abierta ilegalmente en Bnei Brak la semana pasada.
La policía cierra una yeshivá abierta ilegalmente en Bnei Brak la semana pasada.
Pero Netanyahu no está solo. Demasiados políticos se tragaron la lengua, evitando pronunciarse sobre la locura que se desarrolla frente a los ojos del público. Bnei Brak y otras ciudades ultraortodoxas recuerdan los primeros días de la primera intifada.
Las transmisiones de noticias en la radio comenzaron el domingo por la noche con informes de "disturbios". No hay israelí que haya vivido la década de 1980 que no recuerde informes similares de Ramallah y Tulkarem de una turba iracunda rodeando a unas fuerzas de seguridad desorientadas, con poca conciencia acerca del peligro al que se enfrentan y sin saber cómo reaccionar.
¿Tendrían que huir? ¿Tendrían que defenderse? ¿Tendrían que disparar al aire? Las opciones son todas malas o peores. Y no tienen hacia donde mirar para saber qué hacer. Netanyahu está demasiado ocupado decidiendo hacia dónde llevar a todo un país cruzado por un cierre general y asegurándose de que Yanki esté de acuerdo.
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