Durante la campaña electoral de 1999, Ehud Barak reclutó al jefe de campaña de Bill Clinton, James Carville.
El oponente de Barak era el primer ministro Benjamín Netanyahu, cuya campaña se enfocó principalmente en la seguridad y en acusar a la izquierda de rendirse ante el terror.
Aunque la campaña de Carville se centró prioritariamente en la economía, entendía la importancia que los votantes israelíes dan a los asuntos de seguridad. “¿Cómo puede el soldado más condecorado de las FDI y su antiguo jefe de personal ser vistos como menos que una autoridad en seguridad?”, preguntó.
La campaña, rápidamente, comenzó a mostrar fotos de las aventuras militares de Barak y sus medallas al valor. Las imágenes estuvieron en publicidades en las que un narrador prometía que un guerrero tan experimentado jamás pondría en riesgo la seguridad del país.
Los puristas de la izquierda hicieron muecas al verlas, preguntándose si Israel era “una república bananera sudamericana con un generalísimo al mando”.
La campaña fue un gran éxito e incluso Netanyahu mostró algunas viejas fotos suyas con uniforme, al igual que su ministro de Relaciones Exteriores, Ariel Sharon.
Ahora, antes de que comience la próxima campaña electoral, Kajol Labán decidió concentrar sus esfuerzos en los casos de corrupción de Netanyahu y sus incansables esfuerzos de conseguir inmunidad parlamentaria.
La entrevista del primer ministro antes de las elecciones de septiembre, en la que prometió que no buscaría la inmunidad, es demasiado buena como para dejarla pasar. Kajol Labán la ve como una publicidad de campaña que puede ser repetida constantemente hasta el 2 de marzo.
Excepto, claro, que las imputaciones de Netanyahu no han alejado a sus votantes, y las encuestas muestran que se espera que el Likud consiga 32 escaños en la Knesset.
Una explicación para el fenómeno puede ser que quienes apoyan a Netanyahu lo aman más que lo que odian la corrupción, pero otro motivo aún más probable es que muchos israelíes lo consideran el mejor candidato para abordar los desafíos de seguridad a los que se enfrenta Israel, principalmente Irán.
Sin embargo, Kajol Labán es dirigido por tres antiguos jefes de las FDI, quienes juntos tienen más de un siglo de servicio militar activo, incluyendo guerras y operaciones antiterroristas. Todo lo que les falta son las habilidades de marketing de Netanyahu.
Aunque pasó la mayor parte de su vida adulta en cócteles de Nueva York y Washington y el resto solidificando su posición como primer ministro de Israel, Netanyahu tiene un récord militar impresionante.
Los generales de Kajol Labán deberían dejar la cuestión de la corrupción de Netanyahu a otros. El video en el que insiste en que no buscaría la inmunidad estará presente a lo largo de la campaña sin su ayuda.
Lo que deberían hacer es impulsar su agenda de seguridad.
Gabi Ashkenazi, quien será candidato a ministro de Defensa si Kajol Labán gana las elecciones, sería inteligente si como ministro en la sombra forma un panel de seguridad nacional y alista a expertos en seguridad, inteligencia y asuntos militares. Este panel debería estar preparando las políticas de Kajol Labán para ser presentadas como una alternativa a las ideas de Netanyahu, con Irán en la cima de la agenda.
Como antiguo comandante de la famosa Brigada Golani, Ashkenazi puede apelar al votante de la derecha que prefiere no apoyar a un primer ministro corrupto y que tal vez está buscando otro candidato.
Los líderes de Kajol Labán, Benny Gantz y Moshe Ya’alon, ambos antiguos jefes de las FDI, deberían ser vistos con uniforme en las redes sociales exhibiendo sus grandes pasados militares.
El ala izquierda de su partido tal vez no apruebe esto y algunos quizás elijan dar su voto a Avodá, pero eso no haría ningún daño ya que el voto permanecería dentro del bloque parlamentario de centroizquierda.
Si James Carvile fuera a aconsejar a Kajol Labán, gritaría: “¿Están locos? ¿Tres antiguos jefes de las FDI y están permitiendo que Netanyahu dicte la agenda de seguridad?”. Tendría razón.
