A pesar de todos los obstáculos, dudas, deslegitimación, amenazas e insultos, aparentemente un nuevo gobierno prestará juramento el domingo. De este modo, tras 12 años consecutivos en el poder, Benjamín Netanyahu se vera derrocado como primer ministro.
El líder del Likud está atravesando la recta final de su mandato. Sin embargo, no se irá sin antes dejar atrás una cantidad sustancial de aduladores que creen genuinamente que Israel y toda la empresa sionista están en peligro de colapsar con otro primer ministro.
Durante su mandato, Netanyahu utilizó su tremenda habilidad política para lograr muchos objetivos, pero también para crear una atmósfera tóxica con un ejército de partidarios que lo seguirían ciegamente sin importar los "hechos". No tiene sentido tratar de debatir sobre estos acólitos, porque nadie del otro lado está escuchando. O estás con ellos o eres un "izquierdista".
Incluso ahora, mientras el nuevo gobierno da los toques finales a sus acuerdos, los secuaces de Netanyahu siguen atacando la legitimidad de la coalición construida por Yair Lapid y Naftali Bennett. Afirman que este último, quien asumirá en primer turno el papel de primer ministro en un acuerdo de reparto de poder entre los dos, no es digno porque lidera un partido con solo seis escaños en la Knesset, ignorando convenientemente el hecho de que su ídolo le ofreció un acuerdo de rotación similar.
Y Bennett no fue el único en recibir tal propuesta de Netanyahu. El líder del Likud hizo una oferta similar al presidente de Tikva Hadasha, Gideon Saar, que habría significado un acuerdo de rotación tripartita. Esta regla también se aplica a las negociaciones con el partido islamista Raam y su líder Mansour Abbas.
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Los líderes de Yesh Atid, Yair Lapid, y de Yamina, Naftalí Bennett, quienes se alternarán en el cargo de primer ministro.
( Raanan Cohen )
Aunque nunca se permitiría a sí mismo unirse al rastrillo político, Netanyahu tiene suficientes lacayos para hacerlo por él, permitiéndole fácilmente una negación plausible mientras intentan incansablemente complacerlo. De hecho, el peor crimen de Netanyahu es cuando pierde la compostura y arremete tan brutalmente contra sus oponentes que muchos miembros de la naciente coalición requieren un destacamento de seguridad personal. Y en ningún momento intenta ni por un momento bajar las llamas.
El hombre que en el pasado dijo que ningún primer ministro debería servir por más de dos mandatos quiere seguir y seguir y seguir, negándose incluso a considerar a alguien de su propio partido como reemplazo, incluso temporalmente. Mientras tanto, el silencio de sus compañeros legisladores y ministros del Likud es ensordecedor.
Los rumores de descontento dentro del partido han comenzado a salir a la superficie. Quienes aún tengan dudas sobre la posibilidad de reemplazarlo deben despertar, pues ahora es el momento de actuar. Israel existía antes del ascenso al poder de Benjamín Netanyahu y seguirá existiendo una vez que abandone el escenario político.
*Limor Livnat es ex diputada y ministra del Likud.
