Las horrendas imágenes de la explosión en el puerto de Beirut, especialmente la enorme nube con forma de hongo que envolvió a la capital del Líbano, debe haber aterrorizado a muchos en todo el mundo.
Y para los residentes de Haifa, en donde se encuentra el puerto marítimo más grande de Israel, lo que vieron el martes en el país vecino representa una pesadilla que algún día podría volverse realidad. No debe haber una sola persona en esa ciudad que no haya temblado al ver lo que pasó.
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El polo industrial de Haifa y sus alrededores genera temor y discusiones en Israel.
(AFP)
El amoniaco es una palabra aterradora para los ciudadanos de Haifa, Neshser, Kiryat Tivon y toda la zona conectada con el puerto. Pero todo Israel en algún momento sintió la amenaza de los químicos almacenados en ese puerto: especialistas aseguran que el tanque de amoniaco retirado hace tres años, que albergaba 12 mil tonelada de gas incoloro, ante un desperfecto podría haberse sentido desde el norte hasta el sur del país. Entre decenas de miles de muertos por la explosión inicial, además de un daño generalizado, Israel hubiera lidiado con un problema de una magnitud única.
La lucha para el retiro de ese tanque duró 14 años y pasó por todos los cuerpos judiciales imaginables, hasta llegar a la Corte Suprema. Fue una batalla tanto legal como emocional. Mientras la ciudadanía pedía retirar esa sustancia, los empleados de la industria química de Haifa sentían que se intentaba dañar sus medios de vida. Hasta hoy muchos no perdonan a las organizaciones ambientalistas y a Yoni Yahav, ex alcalde de la ciudad, por su participación en la causa.
A pesar de ese éxito, todavía está claro que existe en Haifa una enorme y peligrosa cantidad de sustancias inflamables alojadas por varias empresas químicas. Un organismo de control estatal informó que el puerto alberga al menos 800 tipos de sustancias peligrosas, que incluyen bromo, amoniaco, tolueno y benceno.
En estos años los residentes de esta zona no escucharon más que promesas vacías de políticos y ministros de medio ambiente, incluidos un proyecto de transformar las áreas peligrosas en una zona residencial, situación que fue objeto de burlas y críticas.
Según el proyecto, a partir de 2025 las fábricas de productos químicos deberán irse del puerto y en 2030 comenzará la construcción de viviendas. La ciudadanía, y en muchos casos los políticos, no creen en esta promesa del gobierno.