Durante no menos de 16 años, los jueces de la Corte Suprema que han sido reemplazados en repetidas ocasiones, esperaron a que el gobierno y la Knesset resolvieran el asunto de las conversiones, pero los políticos también fueron reemplazados una y otra vez. Contrariamente a su costumbre, el tribunal mostró una moderación increíble. Pasivismo judicial en lugar de activismo. Después de todo, el tema que nos ocupa, el reconocimiento de las conversiones reformistas y conservadoras, es un asunto muy polémico. Y sólo después después de extensas deliberaciones, los jueces de la Corte Suprema, en un amplio panel de nueve miembros, tomaron la decisión correcta.
Antes de que alguien diga que se trata de una decisión liberal y distante que representa a la minoría secular, hay que decir que esta vez no, ya que los nueve jueces del panel, incluidos los conservadores y religiosos entre ellos, tomaron la misma decisión: las conversiones reformistas y conservadoras hechas en Israel con el propósito de reconocer a los conversos como judíos bajo la Ley del Retorno deben ser aceptadas oficialmente.
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Una mujer que atraviesa el proceso de conversión en un tribunal rabínico de Jerusalem.
(Imagen ilustrativa/Flash 90)
Israel es un Estado judío y el Estado de los judíos. Los judíos no son los únicos que nacen de esa manera o a los que el establecimiento ultraortodoxo reconoce como tales, sino aquellos que han vinculado su destino al pueblo, que se sienten judíos, que fueron convertidos por una de las corrientes del judaísmo, siempre que se trate, tal como reza la decisión, de una caracterizada por una comunidad "con un identidad judía común, establecida y permanente". Por lo tanto, si nace una corriente nueva y extraña mañana, no será reconocida inmediatamente. La cuestión es que la mayoría de los judíos del mundo pertenecen en realidad a sectores no ortodoxos.
También cabe señalar que Israel ya había reconocido este tipo de conversiones realizadas en otros países. La novedad es que las conversiones en Israel también serán reconocidas, fortaleciendo así la conexión entre Israel y los judíos del mundo. Y en ese sentido es una decisión sionista.
En octubre de 2017, Netanyahu nombró al exministro de Justicia, Moshe Nissim, para formular recomendaciones sobre el tema. El llamado "Comité Nissim" estaba conformado por un sólo hombre. Nissim es la carne y la sangre de la derecha. Después de reunirse con muchos representantes del mundo judío, así como con rabinos en Israel, presentó un informe de 120 páginas. Las recomendaciones incluían el establecimiento de una autoridad de conversiones que tendría sólo tres rabinos, el reconocimiento de las conversiones de los rabinos de las ciudades y el reconocimiento de las conversiones de las diversas corrientes llevadas a cabo en el mundo. No hace falta aclarar que las recomendaciones del comité fueron enterradas incluso antes de ser discutidas. Después de todo, los ultraortodoxos estaban furiosos con el informe. No representaban a la mayoría del sector, al contrario.
En el pasado se reveló que la mayoría del público religioso también apoya conversiones un poco más indulgentes, y el rabino Chaim Amsalem, exparlamentario de Shas, es el abanderado en este asunto. Pero no se aceptó ningún comité, ninguna posición ni ningún compromiso. Y aquellos que insistieron en la continuación del control ultraortodoxo, mediante la coerción de la minoría, ahora están tomando una decisión que representa la posición de la mayoría del público en general.
Antes del “Comité Nissim”, en 1997, se estableció un comité encabezado por el difunto profesor Yaakov Ne'eman. Dicho comité recomendó el establecimiento de tribunales especiales de conversiones, que serían establecidos por los principales rabinos de Israel, y la conversión se realizaría de acuerdo con las leyes religiosas. Además, Ne’eman recomendó establecer un instituto de estudios judaicos, con el fin de llevar a cabo preparativos para la conversión, en la que las corrientes no ortodoxas participarían. Las recomendaciones fueron rechazadas tanto por los ortodoxos como por los reformistas. En 1998, el gobierno adoptó las recomendaciones, pero en la práctica la conversión fue y permanece en manos del sector ultraortodoxo.
El problema, vale la pena mencionarlo, proviene también de lo que está sucediendo en Israel internamente. Cientos de miles de inmigrantes de la antigua Unión Soviética no son considerados judíos según la halajá (Ley judía), aunque son israelíes a todos los efectos, se enrolan en las FDI y se encuentran dispersos por todo el sistema de salud y diversas industrias. Un proceso de conversión simplificado, incluso ortodoxo, podría haber resuelto la mayor parte del problema.
Pero la carrera de obstáculos impuesta por el establecimiento rabínico, contraria a la posición del rabino Amsalem y a la posición de sabios como Maimónides, hace que la conversión para esos inmigrantes sea casi imposible de llevar a cabo. Diversos informes presentaron el problema, pero los tomadores de decisiones sucumbieron repetidamente a la corriente ultraortodoxa.
"No es posible esperar infinitamente y en vano y evitar tomar una decisión", escribió la presidenta de la Corte Suprema, Esther Hayut, "sólo debido a una posibilidad abstracta de que se apruebe una ley, una posibilidad cuya implementación es muy cuestionable y su fecha de implementación se desconoce". Pero por respeto al Parlamento, Hayut añadió que la decisión no busca “evitar que la Knesset agregue o modifique contenido en virtud de la Ley del Retorno en el futuro, siempre que lo considere apropiado". La responsabilidad está en manos de la Knesset, pero probablemente no se hará cargo.