Según la Oficina Central de Estadísticas, en Israel vive un 75% de población judía, 18% de musulmanes y el resto son cristianos, drusos o de otras. Aproximadamente la mitad de los israelíes judíos se definen como laicos, y el resto como tradicionalistas o religiosos, mientras que los ultraortodoxos representan alrededor del 12,6% de la población total.
Los sectores laicos siguen siendo mayoritarios en el país, pero existen grandes diferencias entre las tasas de crecimiento de cada sector de la población: el índice de natalidad en la población ortodoxa, que constituye el sector más pobre entre la población judía, es de aproximadamente 6,6 niños por mujer; mientras que el promedio entre mujeres seculares es de 2,1 y entre nacionalistas religiosos es de 4. Entre los musulmanes la reproducción beduina, con 5,5 niños en promedio, es mucho mayor que en el resto de la ciudadanía árabe.
Este ritmo de crecimiento de la población llevará a que dentro de 20 años Israel experimente un profundo cambio demográfico, en el que aumentará el porcentaje de la población de los sectores más empobrecidos. Esto podría tener un efecto dramático en la economía y se traduciría en importantes brechas en la distribución del ingreso, que podrían derivar en una desestabilización del tejido social israelí.
Una aclaración para despejar dudas: toda persona tiene la libertad y el derecho de decidir qué tipo de familia quiere. Pero vale la pena señalar el vínculo directo que existe entre el promedio de niños por hogar y la pobreza. A medida que aumenta el promedio de hijos por familia, disminuye el ingreso per cápita de cada integrante del hogar, y en consecuencia baja el nivel de vida y los recursos disponibles para cuidados, bienestar y calidad educativa.
El 2019 es un año que sirve de ejemplo, ya que nacieron en Israel alrededor de 177 mil bebés y murieron unas 45 mil personas. Es decir que, sin contar los datos de inmigración, el aumento de la población fue de 132 mil personas. Según los índices de natalidad de cada sector, se estima un aumento anual de 33 mil nacimientos en familias ultraortodoxas.
Al mismo tiempo, ese año llegaron a Israel unos 37 mil nuevos inmigrantes, en su mayoría de Europa del Este, una población caracterizada por un bajo número de personas por hogar. Este aumento modera el aumento del porcentaje de familias con muchos hijos y, en consecuencia, también modera las tasas de pobreza.
Por eso desde el punto de vista económico para Israel es recomendable invertir en inmigración. El aumento de los recursos a este tema, a tal punto que genere una inmigración anual de unas 77 mil personas por año, mantendría la composición relativa de la población.
También se pueden reducir las tasas de natalidad a través de un cambio en la política de incentivos económicos, sin que eso recrudezca la pobreza de las familias numerosas. Es decir: no es necesario recortar el presupuesto de los subsidios totales que otorga el Estado, pero sí se puede cambiar la manera de distribuirlo.
La propuesta es que no se modifiquen los ingresos de las familias numerosas que existen en la actualidad, pero sí de acá en adelante reducir los incentivos económicos para las familias con más de cuatro hijos. ¿De qué manera? Con un aumento considerable de los subsidios que se conceden hasta el cuarto hijo, y suprimiendo toda prestación adicional a partir del quinto hijo.
Según los datos que aparecen en el sitio web del Seguro Nacional de Israel, a fines de mayo una familia recibirá un subsidio de 159 shekels (48 dólares) por su primer hijo, 192 shekels por el segundo y tercer niño, 340 por el cuarto, y 359 a partir del quinto. Así, una familia con 6,6 hijos, el promedio del sector ortodoxo, recibiría una asignación de 1.816 shekels (550 dólares).
Si el monto fuera fijado en 454 shekels shekels (137 dólares) del primer al cuarto hijo, y no hubiera ningún subsidio a partir del quinto hijo, la misma familia de 6,6 niños recibiría los mismos 1.816 shekels que en la fórmula actual. Por eso se trataría de un cambio en la política de distribución de beneficios que no perjudica a las familias numerosas, y cuyo incentivo podría disminuir la natalidad entre los ultraortodoxos a cinco niños por familia.
El objetivo, como se mencionó al inicio, es preservar la composición de la población israelí para evitar la exacerbación de la pobreza, las desigualdades y el malestar social en Israel.