Después de un año de mucha lucha, las noticias de los últimos días son buenas: en muchos países como Canadá, Estados Unidos, India o Alemania la tasa de infección de COVID-19 se redujo drásticamente y en consecuencia disminuyó el número de muertes.
En Israel también cayó de golpe la cantidad de contagios. Y nos encantaría atribuirnos la responsabilidad de esa mejora, pero en realidad se debe admitir que nadie, ni los grandes expertos, saben realmente qué provoca que el virus retroceda de manera simultánea y similar en diferentes partes del mundo. No se sabe si es el principio del fin, o simplemente un recálculo del virus antes de una nueva ola de dolor.
Cualquier explicación es posible, pero existen señales de alarma que sugieren que el fin de la guerra contra el coronavirus todavía está lejos. Cada día surgen nuevas variantes del virus que ponen en juicio nuestra capacidad de defensa. El virus desarrolla habilidades que no conocíamos, como la posibilidad de pasar a la clandestinidad dentro del cuerpo, escaparse de los radares del sistema inmunológico, y luego atacar nuevamente.
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La campaña de vacunación en Israel es exitosa, pero no suficiente para derrotar a la pandemia.
(Reuters)
Son cada vez más frecuentes el daño a poblaciones que hasta ahora creíamos relativamente protegidas, como los niños, y los efectos secundarios tardíos de la enfermedad en personas aparentemente recuperadas. Esto genera, y con razón, mucha preocupación. Tampoco es un buen augurio la propagación de la variante sudafricana del COVID-19 en Israel, que posiblemente perjudique la eficacia de las vacunas.
Por eso la caída de contagios de la ola actual no es motivo de fiesta. La alta tasa de vacunación da seguridad, pero no es suficiente para evitar la enfermedad. Los israelíes debemos no dormirnos en los laureles, sino al contrario: debemos aprovechar el tiempo para prepararnos con todas nuestras fuerzas para el futuro, y no actuar como si la próxima festividad de Pésaj fuera la fiesta de la libertad de la pandemia.
La apertura económica de esta semana también será un punto de inflexión importante para el combate contra la plaga. La caída del número de infectados es una oportunidad inusual para corregir y mejorar lo que se hizo mal hasta ahora: evitar a toda costa que nuevas mutaciones entren al aeropuerto internacional Ben Gurión y fortalecer a un agotado sistema de salud.
La apertura de las instituciones educativas a nuevos grupos de edad, sin que haya obligación de que se vacunen los docentes y se realicen pruebas exhaustivas para identificar a portadores, plantean un riesgo de rebrote.
Los testeos rápidos deberían ser obligatorios para la apertura de determinados servicios. Es importante promover la campaña de vacunación en la Autoridad Palestina y seguir fomentando la inmunización por todos los medios posibles. Y lo más importante: tan pronto como se evidencie un aumento de casos, por más pequeño que sea, se debe detener sin demoras con restricciones inmediatas y determinación para evitar una nueva ola.