Apple
La dependencia de China a Apple le trajo inconvenientes.
AFP
Benjamín Netanyahu y Mike Pompeo durante su estadía en Jerusalem.

¿Qué papel juega Israel en esta nueva versión de guerra fría EE.UU.-China?

Análisis: La visita fuera de agenda del secretaría de Estado de Estados Unidos a Israel la semana pasada tuvo la intención de indicar que la guerra comercial con China está creciendo en el contexto de la pandemia de coronavirus.

Sophie Shulman - Adaptado por Adrián Olstein |
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En Israel, la defensa siempre fue el tema principal de la agenda. Por eso cuando el secretario de Estado de EE.UU., Mike Pompeo, visitó Jerusalem en medio de la crisis del coronavirus, casi todos asumieron que venía a hablar de cuestiones de defensa o de los planes anunciados de manera reciente por Israel de anexar Judea y Samaria. Pero, a diferencia de Israel, donde la defensa reina por sobre todas las cosas, para los estadounidenses siempre se trata del dinero.
Los israelíes se sorprendieron al ver que la razón por la que Pompeo salió de su encierro y se tomó un avión hasta Israel en este contexto fue para advertir a Jerusalem que no extendiera su cooperación económica con China. La advertencia estuvo referida específicamente a una planta de desalinización, pero ésa es sólo la punta del iceberg.
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Benjamín Netanyahu y Mike Pompeo durante su estadía en Jerusalem.
Benjamín Netanyahu y Mike Pompeo durante su estadía en Jerusalem.
Benjamín Netanyahu y Mike Pompeo durante su estadía en Jerusalem.
(Kobi Gideon)
La particular visita tenía por objetivo indicarle a Israel que hay una guerra en ciernes y que pronto tendrá que tomar posición. Esta vez no se trata solo de una guerra comercial. Una nueva guerra fría entre Estados Unidos y China está entre las posibilidades. Tal como en la guerra fría con Rusia, Israel, que sin duda es un aliado de Estados Unidos, no podrá estar entre los no alineados.
Será Gabi Ashkenazi, flamante ministro de Asuntos Exteriores, el encargado de navegar las turbulentas aguas de ese conflicto. En las últimas décadas Israel trabajó de forma sostenida para expandir sus relaciones comerciales con China, un esfuerzo que en el último tiempo dio sus frutos. El escenario global actual puede llegar a obligar al gobierno israelí a tirar por la borda los avances. La próxima guerra se denominará “guerra de la cadena de suministro” y las piezas ya se están moviendo por el tablero.
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Gabi Ashkenazi, presidente del Comité de Asuntos Exteriores y Defensa de la Knesset.
Gabi Ashkenazi, presidente del Comité de Asuntos Exteriores y Defensa de la Knesset.
Gabi Ashkenazi, flamante ministro de Asuntos Exteriores.
(Yariv Katz)
“Estas estúpidas cadenas de suministro repartidas por todo el mundo. Tenemos una cadena de abastecimiento con la cual cada cosa se hace en un país diferente. Si una pequeña parte del mundo se daña, todo el proceso se arruina”, afirmó el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en una entrevista con Fox Business Network que se emitió el jueves, mientras Pompeo viajaba a Israel. “Deberíamos tenerlos a todos en Estados Unidos”, concluyó Trump.
Horas después de la entrevista, la empresa Taiwan Semiconductor Manufacturing Company (TSMC), de fabricación de circuitos integrados, que cotiza en las listas de Nueva York y Taipei, anunció que instalaría una nueva planta de fabricación por 12 mil millones de dólares en Arizona. El anuncio no fue casual, sino el resultado de la presión constante de la administración Trump que no quiere que la empresa proporcione sus chips al fabricante chino de teléfonos móviles Huawei.
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Donald Trump
Donald Trump
Donald Trump presiona.
(AFP)
Respecto de la misma Huawei, el viernes, el Departamento de Comercio de Estados Unidos afirmó que se encontraba tomando algunas medidas para restringir la capacidad de Huawei de fabricar y obtener chips utilizando tecnología de fabricación estadounidense. La respuesta de Beijing no tardó en llegar, desde donde insinuaron que podrían tomar represalias incluyendo a las principales compañías estadounidenses -Qualcomm, Cisco, Boeing y Apple- en la lista de entidades poco confiables de China.
La instalación de la planta de TSMC en Arizona marca el inicio de una campaña de establecimiento “fronteras adentro”, un concepto que prevalecerá en los próximos años. Las décadas de globalización, que comenzaron después del final de la guerra fría y la caída del bloque soviético, empujaron la distribución de las operaciones de fabricación a lugares con bajo costo de producción. Así es como el mundo anterior al COVID-19 encontró en China y Asia Oriental su lugar de fabricación predilecto.
La pandemia global y la consecuente interrupción de la cadena de suministro pusieron de relieve el alto nivel de dependencia con respecto a esa parte del mundo, más notable aun cuando Apple informó que no podrá cumplir sus objetivos del primer trimestre debido al cese de actividades en sus plantas chinas.
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Apple
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Para muchas empresas, como Apple, la dependencia de las plantas chicas le generó costos como no poder afrontar los compromisos del primer trimestre del año.
(AFP)
No es solo TSMC. Intel, la mayor empresa de circuitos integrados del mundo, ya está expandiendo su antigua fábrica en Arizona y, según informes, se encuentra en conversación un plan para establecer otra planta en el mismo lugar.
De cualquier manera, la relocalización “fronteras adentro” de las industrias recién empieza y es probable que demande tiempos similares a los que duró la tendencia contraria. Japón también anunció que establecerá un nuevo fondo destinado a incentivar la producción dentro de su territorio.
Al ser una potencia tecnológica, Israel se encuentra inmerso en la disputa, principalmente porque China ve al país como un medio para alcanzar la superioridad tecnológica que tanto teme Estados Unidos. El tema es tan importante para Beijing que la embajada china en Israel escribió una carta abierta en respuesta a la visita de Pompeo, que fue publicada por el periódico israelí en inglés The Jerusalem Post para asegurarse de que los estadounidenses también pudieran leerlo.
Al ser una potencia tecnológica, Israel se encuentra inmerso en la disputa, principalmente porque China ve al país como un medio para alcanzar la superioridad tecnológica que tanto teme Estados Unidos.
En la carta, el embajador reprochó la retórica antichina de Pompeo y se refirió a los israelíes como sus “amigos judíos”. Pero el quid de la carta mostró lo pequeña que es aún la relación comercial entre China e Israel: a fines de 2018, la inversión china en Israel sólo representaba el 0,4% de la inversión de china en todo el mundo y el 3% de la inversión extranjera total en Israel.
Si bien las exportaciones israelíes a China son infinitamente menores en volumen que a Estados Unidos, el mayor socio comercial del país, aún así crecen rápidamente. El comercio de productos básicos aumentó un 140% entre 2014 y 2018 y el sector de servicios creció un 9% solo en 2019, por un total de 735 millones de dólares.
Los números sugieren que Israel tiene mucho que perder si se ve obligado a elegir inequívocamente un bando. El mejor de los casos es la esperanza de que Trump se distraiga con su campaña de reelección e Israel pueda continuar, mientras tanto, caminando por el borde.
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