Cuando el director de Shin Bet, Nadav Argaman, miró las imágenes más recientes proporcionadas por uno de los vehículos aéreos no tripulados de su organización y las comparó con los datos que aparecen en el monitor de su computadora, supo que no había vuelta atrás.
"Todas las estrellas estaban alineadas", fue la forma en que Argaman describió la situación, la trampa estaba lista.
Para Argaman, el Primer Ministro Benjamín Netanyahu, el jefe de Estado Mayor de las FDI, Aviv Kochavi, y otros altos mandos de las fuerzas de seguridad israelíes, estaba claro que en el momento en que dieron la orden de eliminar a Baha Abu al-Ata, y el mando fue pasado a la Fuerza Aérea, todo Israel, incluido el centro, se vería arrastrado a un conflicto militar que podría durar hasta una semana o más.
Hamás no tenía ninguna razón para entrar en otro conflicto con Israel, porque si lo hacía, se arriesgaba a perder el apoyo de Egipto y la ayuda financiera de Catar.
Pero si el conflicto entre Israel y la Yihad Islámica hubiese aumentando, la presión pública desde el interior de Gaza también lo haría y el grupo podría haber sentido que no tenía más remedio que unirse a la refriega.
Lo que se colocó en el escritorio de Netanyahu antes del ataque que mató a Abu al-Ata fue inteligencia que señalaba un elaborado ataque terrorista en proceso, uno que incluía el lanzamiento de cohetes contra todo Israel en pocos días.
Las FDI y Shin Bet sugirieron a Netanyahu que Israel derribara el motor de destrucción que fue responsable del próximo ataque, y docenas de ataques anteriores: el comandante de la Yihad Islámica Baha Abu al-Ata.
También pensaron que eliminar a al-Ata podría ser un ataque de choque contra la Yihad Islámica, ya que era obvio que cualquier atentado contra su vida, exitoso o no, daría lugar a una reacción violenta por parte de la organización extremista.
En el momento en que al-Ata fue marcado para su eliminación por parte de Israel, los preparativos para las secuelas del ataque también tuvieron que hacerse sin perder el elemento sorpresa.
La rutina de Al-Ata era la de un fugitivo, que a menudo cambiaba de departamento incluso antes de ser eliminado. Si Israel hubiera mostrado una pizca de intención de atacar en la Franja, al-Ata se movería a la clandestinidad de inmediato, escondiéndose debajo de un hospital o jardín de infantes.
A las 4 de la mañana del martes, la Fuerza Aérea atacó un edificio de tres pisos en Gaza, utilizando información proporcionada por el Shin Bet sobre el apartamento de al-Ata y su diseño exacto.
Según un portavoz oficial sirio, a las 4:15 a.m., Israel también atacó la casa de un Akram Ajouri, cerca de la embajada libanesa en Damasco.
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Jefe de las FDI, Aviv Kochavi, primer ministro Benjamín Netanyahu y director de Shin Bet Nadav Argaman (en negro) durante el ataque aéreo que mató a Baha Abu al-Ata
(Kobi Gideon)
Ajouri y al-Ata eran conocidos, vinculados tanto política como operativamente, y Ajouri no solo era el conducto entre la Yihad Islámica hacia Irán, sino que también era el jefe de la división militar de la organización y el responsable de sus finanzas.
Irán ve a la Yihad Islámica como uno de sus representantes y ayuda a la organización a funcionar desde su sede de Damasco.
Al-Ata fue visto como el líder no oficial de la rama militar de la organización en Gaza, y aunque actuó principalmente de manera independiente, la descripción que Israel le dio de un "elemento deshonesto que hace lo que desea" no es del todo exacto.
Si los iraníes hubieran querido y la propia Yihad Islámica hubiera insistido, al-Ata podría haber sido restringido, pero parece que Irán disfrutó de sus "hazañas sinvergüenzas", principalmente porque parecía que era el único capaz de castigar a Israel por interferir con sus intereses en Siria.
La respuesta anticipada de la Yihad Islámica a la eliminación de al-Ata proporcionó la excusa perfecta para que Israel derribara la infraestructura terrorista que pasó años construyendo en la Franja de Gaza.
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El sistema de defensa antimisiles 'Cúpula de Hierro' intercepta un cohete desde Gaza el jueves
(Reuters)
Y, sin embargo, la decisión tomada por los jefes de las fuerzas de seguridad de Israel de volver a atacar en Gaza para un asesinato selectivo requirió algunos riesgos calculados.
La acción tomada por Israel tenía la intención de conmocionar a la Yihad Islámica, eliminar a ciertos jugadores clave en el conflicto y brindar un golpe a la organización cuyo objetivo principal era establecer la agenda de seguridad en la Franja y entorpecer las conversaciones entre Hamás e Israel.
La respuesta del grupo después de la eliminación demostró que la organización está realmente en desorden; y aunque su arsenal supera al de Hamás, los cohetes que fueron disparados contra Israel fueron esporádicos y dispersos.
Aunque la ausencia de al-Ata se sintió durante la respuesta del grupo, Israel cree que esta es solo una situación temporal, y habrá un mayor y más preciso lanzamiento de cohetes con un alcance superior en el futuro cercano.
La verdadera pregunta sigue siendo si el riesgo que asumió Israel estaba justificado y hacia dónde conducirá.
Mientras tanto, la Yihad Islámica puede reclamar un éxito: puso fin a la rutina normal de los ciudadanos de Israel.
Pero es dudoso que esto satisfaga a la organización o sus patrocinadores en Damasco y Teherán.
