El problema con la política israelí no es una cuestión de izquierda o de derecha, ni de apoyar o criticar al fiscal general o al fiscal del estado. Criticar al Poder Judicial y cómo se aplica la ley es muy legítimo en un país que funciona correctamente como Israel.
El problema es el estilo con que se hace y la vulgaridad que se ha apoderado del discurso público.
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Miki Zohar, parlamentario del Likud, profirió amenazas por radio, y en vivo.
(Amit Shabi)
Esta semana, los periodistas Guy Peleg y Amit Segal revelaron grabaciones del fiscal general Avichai Mandelblit, tanto antes de que asumiera su cargo actual como después.
En las grabaciones se escucha a Mandelblit criticando duramente al entonces fiscal estatal Shai Nitzan durante una conversación con el exjefe del Colegio de Abogados de Israel Efi Nave, quien actualmente enfrenta sus propios cargos criminales.
La revelación de las grabaciones fue reveladora, porque sirvió para plantear muchas preguntas que necesitan respuesta. Pero luego el presidente de la coalición, el diputado del Likud Miki Zohar, decidió demostrar al público –aparentemente– que en realidad hay un problema mucho más grave con el tono del debate político.
Después del lanzamiento de las grabaciones, Zohar se dirigió a la radio para lanzar una serie de amenazas contra Mandelblit.
Si no renuncia, le dijo Zohar al fiscal general –por radio y en vivo– que si no retira los cargos penales contra el primer ministro Benjamin Netanyahu se revelarán más grabaciones.
Netanyahu, para su crédito, se distanció inmediatamente de esta vergonzosa exhibición. Y poco después el propio Zohar se retractó de sus amenazas.
Este no fue el primer ejemplo de este tipo de charlas públicas, al menos este mes. Hace diez días, la ex estrella del fútbol y actual presentador de programas de entrevistas, Eyal Berkovic, calificó al partido Likud de "una banda de criminales".
Se trató de un insulto innecesario, que no provocó ninguna reacción de parte de los los editores de Berkovic en el programa.
Entonces la ministra de Transporte, Miri Regev –también diputada del Likud–, se encargó de participar en el programa de Berkovic. Y, como si estuviera decidida a probar el punto de Berkovic, Regev comenzó a lanzar amenazas de que le negaría la oportunidad de dirigir la selección nacional de fútbol de Israel hasta que se disculpara.
El partido Likud no es una banda de criminales, pero las recientes amenazas mafiosas de Zohar y Regev demuestran que la política israelí está cayendo en un lugar aterrador.
El desfile de demostraciones vergonzosas de los políticos israelíes continuó esta semana y pasó de ser mafioso a completamente vergonzoso cuando la diputada del Likud Keren Barak soltó en la Knesset a dos legisladores de su propio partido, May Golan y Osnat Mark: "Tú y esa otra rubia idiota", le dijo a Golan, "el tacón de la suela de mi zapato vale más que tú".
La causa del estallido no es importante. Siempre ha habido y siempre habrá discusiones en la Knesset, pero no en un estilo tan vergonzoso y despectivo.
La Knesset incluye a muchas personas serias, tanto de derecha como de izquierda. Hace sólo unas semanas fuimos testigos de un discurso de la diputada Tehila Friedman, de Kajol Labán, quien dijo: “Busco forjar una alianza de moderados, con todas las fuerzas de todos los sectores, que entienden este desafío llamado convivencia”.
Fue un discurso sombrío y conmovedor, pero Friedman –que demostró que no necesita maldecir, amenazar o llamar idiota a nadie– no ha sido escuchada en la Knesset desde entonces. Hay bastantes como ella, que hacen un trabajo parlamentario honesto, incluso en estos tiempos de adversidad.
Aun así, la vulgaridad y la actitud mafiosa a la que todos hemos estado expuestos a manos de varios de nuestros políticos sirve para hundir aun más la política israelí.
La Knesset tiene un comité de ética que puede sancionar a los diputados que se salgan de la línea. Un ejemplo es el ex diputado del Likud Oren Hazan, quien fue expulsado repetidamente de las reuniones de la Knesset debido a su conducta cuestionable, hasta que finalmente fue derrocado por su propio partido.
Hoy, parece que Hazan tiene bastantes herederos de su trono de vulgaridad.
Sólo puede esperar que el comité de ética intervenga para cambiar el rumbo, por el bien de la Knesset y de todo el país.