Un alto funcionario político aseguró que, salvo por el hecho de que Maccabi Tel Aviv ganó el derby futbolístico de la ciudad, nada cambió en Israel desde la mañana posterior a las elecciones.
Los giros discursivos experimentados en las últimas semanas crearon la sensación de que estaban ocurriendo muchas cosas, pero en la práctica todo ocurrió con el fin de preparar a la opinión pública para esta instancia. Es que no es sencillo: ¿Cómo se le explica a una sociedad cansada y disgustada de sus funcionarios que habrá elecciones por tercera vez en un año?
El odio entre políticos, arraigados en bloques e intereses personales, no solamente derivó en una crisis gubernamental histórica para el Estado, tal como adujo el fiscal general de la Knesset, sino que profundizó las grietas de la confianza de los electores en su clase política y del sistema al que pertenecen.
Durante la semana pasada, y a pesar de intenciones en apariencia serias de lograr una unidad, todos los partidos ya comenzaron a planificar la campaña electoral.
Benjamín Netanyahu, junto a su entorno, entiende que éste será un proceso muy difícil. Esta vez, sus opositores no solamente están afuera sino que Gideon Saar, en la retaguardia, ya desafía las capacidades del primer ministro.
Las condiciones externas al Likud tampoco mejoran. Por las razones que sean, en las últimas rondas electorales la derecha perdió entre 7 y 8 escaños, pero el actual primer ministro sigue convencido de que esta vez podrá alcanzar los 61 mandatos.
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Además de elecciones generales, dentro del Likud habría primarias entre Netanyahu y Saar
(Sharon Revivo)
Pero, curiosamente, inclusive si no llega a los 61 escaños, para Netanyahu no será el fin del mundo siempre y cuando Gantz tampoco alcance esa cifra. "Para Bibi es bueno estar en campaña", afirma un referente del Likud, y la explicación es simple: mientras se mantenga como primer ministro de transición, continuará encabezando la estructura. Paralizada, pero en la cima. En cualquier otro escenario se encontrará por primera vez en muchos años corriendo de derecha a izquierda.
La misma fuente asegura que dentro del Likud tampoco hubieran legitimado una concesión para que Gantz sea el primero en la rotación del cargo de primer ministro. "El ambiente dentro del partido es muy claro. Inclusive si Netanyahu hubiera aceptado ceder la iniciativa, desde diversos sectores lo cuestionarían por ceder terreno en nombre del partido. "Si Gantz pudiera formar un gobierno, lo haría. Si no pudo, significa que no ganó", resumió el funcionario oficialista.
Por esta sumatoria de motivos los pensamientos de Netanyahu y su entorno se concentran en las próximas elecciones. Y todos los actores tienen claro que, si ocurriera, probablemente sea su última bala en el cañón.
