Donald Trump sigue cuestionando la legitimidad de su derrota electoral y el proceso de transferencia de poder en Estados Unidos se presume desastroso, según diversos analistas mundiales. Se trata de una administración federal de unos 4 mil altos funcionarios, y no todos los salientes estarán dispuestos a ayudar a la gente de Joe Biden para que los inicios del nuevo gobierno sean sencillos.
Dentro del campo demócrata también habrá días de luchas por puestos de poder y el proceso de transición seguirá más allá del 20 de enero, el día previsto para la jura del nuevo presidente. Entonces, como cualquier presidente electo, en sus inicios Biden y la vicepresidenta Kamala Harris querrán demostrar que están a la altura de sus promesas electorales: frenar la mortalidad del coronavirus (más de mil fallecimientos diarios) y crear millones de puestos de trabajo.
En esa agenda tan cargada Israel, Medio Oriente y probablemente también Irán no serán temas prioritarios en un principio. Pero si en Jerusalem existe la intención de garantizar los intereses vitales del Estado de Israel durante la nueva administración norteamericana, especialmente aquellos relacionados con la seguridad nacional, debe comenzar a trabajar pronto.
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Posiblemente Israel no esté entre las prioridades de Biden en sus primeras semanas de gestión.
(AP)
El objetivo principal, el más importante, es que Israel se mantenga como un aliado valioso y estratégico de Estados Unidos, tanto en el corazón popular como el político.
Con el Partido Republicano, que probablemente controle el Senado, no habría ningún problema. Pero el actual gobierno israelí, al menos mientras esté encabezado por Benjamín Netanyahu, tendrá desafíos para lidiar con los funcionarios allegados al expresidente Barack Obama que regresarán a la Casa Blanca y al Consejo de Seguridad Nacional.
En Israel se subestima cuán abiertas pueden estar las heridas entre los funcionarios demócratas y todo hombre allegado a Netanyahu como es el caso de Ron Dermer, embajador de Israel en EE.UU.
Además, existe una necesidad de mitigar una actitud entre crítica y hostil hacia Israel, que gana terreno en lo que se conoce como el “ala progresista” del Partido Demócrata. Son muchos, especialmente jóvenes de los principales centros urbanos, los que acusan a Israel de colonialismo en los territorios palestinos y, por lo tanto, exigen ajustes en la ayuda que recibe Israel.
Estas voces son fuertes dentro del partido y por eso Israel debe mantener un diálogo fluido con sus líderes. No será una tarea fácil ya que durante la época del presidente Obama, y en el contexto de un fuerte distanciamiento con Netanyahu, Israel no solamente perdió el apoyo del progresismo demócrata sino que provocó deseos de venganza.
Biden fue y seguirá siendo un amigo leal de Israel debido a una postura moral y valores que desarrolló durante sus largos años en la política, mucho antes de convertirse en el vicepresidente de Obama. Pero para no enfrentarse a funcionarios importantes y sectores del electorado el gobierno israelí debe reemplazar al embajador Dermer antes del 20 de enero.
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El embajador Dermer, muy cercano a los republicanos, debe ser reemplazado lo antes posible.
(AP)
En cuanto a la seguridad nacional, el desafío inmediato que afrontará Israel en Washington es mantener la política de “máxima presión” que la administración Trump ejerció sobre Irán. Hace más de dos años, desde el retiro de EE.UU. del acuerdo nuclear entre las potencias mundiales y los iraníes, se inició una etapa de sanciones draconianas a las exportaciones de petróleo y todo tipo de lazos financieros de la República Islámica.
Pero el efecto debilitador de las sanciones no sometió completamente a Irán, que respondió con la reanudación de las actividades de enriquecimiento de uranio y desarrollando nuevos centros para la aceleración del proceso. Inclusive, recientemente desde Teherán anunciaron que también tenían la intención de poner nuevamente en funcionamiento un reactor de producción de plutonio que está cerrado desde la firma del acuerdo nuclear.
En ese sentido Trump y Mike Pompeo, su secretario de Estado, no lograron su objetivo. No arrastraron a Irán nuevamente a la mesa de negociaciones para modificar puntos del acuerdo nuclear que en Israel entienden como vitales. Aunque la situación económica de los iraníes empeoró y desde la llegada del coronavirus es terrible, los ayatolas aprendieron a vivir con las sanciones sin que eso pusiera en riesgo al régimen.
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Trump no logró buenos resultados con Irán y el acuerdo nuclear, pero Biden no debería prescindir del recurso de las sanciones.
(Ynet)
Hoy Irán se niega a sentarse en una mesa de negociaciones con Estados Unidos sin que antes Washington elimine las sanciones y pague una compensación. Y Biden, que tiene un compromiso emocional y político con el acuerdo nuclear que impulsó Obama, entra en escena en este contexto delicado.
Biden ya dejó claro que su intención es que EE.UU. vuelva al acuerdo y luego discuta con los iraníes sus planes de mejorar el acuerdo a través de enmiendas. En esa segunda fase la intención es persuadir a los iraníes para que dejen de desarrollar misiles y socavar la estabilidad de países de la región a través de fuerzas pro iraníes.
Con algo de cinismo, desde acá le deseamos buena suerte, pero advertimos que para obtener algo de los iraníes se los debe seguir presionando a través de sanciones. Biden puede permitirse algún gesto de buena voluntad con algunas de las sanciones impulsadas por Trump en el último tiempo. Pero el esqueleto de las sanciones debe mantenerse hasta que los iraníes accedan a una discusión práctica y útil.
Así fue en 2015 y así debería ser ahora. E Israel debe influir de todas las maneras posibles para que el gobierno de Biden no resigne fácilmente el recurso de las sanciones a Teherán.