Hadar Gil-Ad.
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Ynet
Un anciano empobrecido sentado en su destartalada casa de Jerusalem.

Israel vuelve a dejar a sus ancianos en la estacada ante el COVID

Opinión. Sin ninguna ayuda contra la variante Ómicron, Israel condena a los más débiles de la sociedad a una vida de pobreza y privación. Es hora de admitirlo: a los adultos mayores en este país no se les permite vivir con dignidad.

Hadar Gil-Ad |
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La ola de la variante del coronavirus Ómicron que se extiende por Israel está afectando a su población de edad avanzada con especial fuerza, lo que exacerba aún más las pesadillas socioeconómicas que algunos adultos mayores enfrentaron incluso antes del comienzo de la pandemia.
Mientras el Gobierno se agarra de un clavo ardiendo para evitar volver a encerrar al país, este sector de la población no se tiene en cuenta en el proceso de toma de decisiones. Una y otra vez se les hace a un lado y ya van dos años de desprecio por sus necesidades.
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Un anciano empobrecido sentado en su destartalada casa de Jerusalem.
Un anciano empobrecido sentado en su destartalada casa de Jerusalem.
Un anciano empobrecido sentado en su destartalada casa de Jerusalem.
(Amit Shabi)
"Es por ellos mismos", nos decimos en un intento de calmar nuestra conciencia mientras aceptamos con indiferencia el hecho de que sean sometidos a ver pasar los últimos años de sus vidas, sus "años dorados", encerrados en sus casas, solos y aislados de cualquier cosa que pueda proporcionarles la alegría y el consuelo que tanto necesitan.
Cada vez más están siendo empujados a un lado. Porque la economía es más importante, aunque ellos también sean parte de ella. Porque el bienestar mental de nuestra juventud es mucho más crítico que su calidad de vida. E incluso hoy, mientras llevamos nuestras vidas bajo el lema "cualquier cosa menos un encierro", ignoramos por completo el hecho de que muchas personas mayores han estado encerradas en sus hogares durante semanas. Uno podría asumir que es por elección, pero francamente, no tienen elección real en la realidad actual.
Su resiliencia mental se está deteriorando y la salud en general de gran parte de este sector, también. La soledad, junto con la falta de movimiento, la inaccesibilidad a los servicios médicos y el temor a hacerse la prueba han causado contratiempos físicos y mentales en muchas personas mayores. Los abuelos, que habían sido independientes hasta la crisis, se convirtieron en una cáscara de sí mismos.
De vez en cuando, el Gobierno aprueba otro plan o presupuesto de un par de millones que conllevan algunos beneficios para los mayores. Sin embargo, estos gestos solo están diseñados principalmente para dar permiso a los políticos para que digan que están haciendo todo por el público que fundó esta nación.
Como parte de la lista de compras de concesiones que muchos adultos mayores tuvieron que hacer durante la pandemia, muchos de ellos se vieron obligados a dejar de trabajar. Para algunos, ir a trabajar era una isla de cordura: la preservación de una rutina saludable que mantiene su estado físico y mental. Pero para muchos otros, no es un privilegio o una elección, sino una necesidad económica.
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Una anciana recibe la vacuna contra el COVID-19.
Una anciana recibe la vacuna contra el COVID-19.
Una anciana recibe la vacuna contra el COVID-19.
(Reuters )
Están luchando y siguen trabajando porque esa es la única forma en que aún pueden pagar todo lo que necesitan. Para estas personas, el coronavirus es un duro golpe económico que los ha obligado a unirse a muchas otras personas mayores que viven en la pobreza y la privación.
Es cierto que, en última instancia, el virus es solo un síntoma de un problema mucho mayor: el Estado de Israel no permite que sus mayores vivan con dignidad.
Durante una audiencia del Comité de Trabajo y Bienestar de la Knesset el miércoles, un representante del Instituto Nacional de Seguros reveló una estadística impactante: una cuarta parte de la tercera edad en Israel recibe apoyo a los ingresos. Estamos hablando de 238.000 adultos mayores de una población de 1,2 millones. Esto se suma a muchas personas mayores que también necesitan apoyo a los ingresos, pero no son conscientes de sus derechos.
La presidenta del comité, Efrat Rayten, dijo que convocó una audiencia especial luego de una apelación que recibió de una mujer de 71 años llamada Raya, que tuvo que tomar caridad por primera vez en su vida. La mujer en cuestión tuvo que dejar el cuidado dental y varias reparaciones en la casa porque simplemente no puede pagarlos.
Esta historia, y muchas otras similares, son el resultado de años de ocultar al público de edad avanzada y sus necesidades debajo de la alfombra. Años en los que las exiguas prestaciones de vejez permanecen estancadas mientras la inflación hacía subir los precios cada vez más. Años sin asistencia significativa en el ejercicio de sus derechos. Años de abandono que solo empeoraron con la pandemia.
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