El "estafador de Tinder" junto a Pernilla Sjohold, una de sus víctimas.
El "estafador de Tinder" junto a Pernilla Sjohold, una de sus víctimas.
Netflix
El "estafador de Tinder" junto a Pernilla Sjohold, una de sus víctimas.

El estafador de Tinder, o una sociedad que vive en el absurdo

Análisis. El documental de Netflix nos pone frente a un hecho ineludible: la sociedad cambió; pero, ¿para bien o para mal? Más bien, diría Camus, hacia el absurdo.

David A. Rosenthal* |
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Hace unos días –durante una fugaz charla– una chica israelí me preguntó si había visto “El timador o estafador de Tinder” (The Tinder Swindler) y sobre mi opinión como periodista con respecto a este nuevo documental de Netflix. Pues bien, no pude dar una respuesta concreta o profunda; sin embargo, ahora me animo a escribir sobre este documental que está llegando a diferentes lugares y que no tarda en volverse tendencia mundial.
Es la historia de un joven israelí, procedente de una familia ultraortodoxa. Bnei Barak, su lugar de origen, es una pequeña ciudad, aunque más un barrio exclusivo casi en su totalidad para familias judías religiosas con diferente origen geográfico, tradición y observancia de la ley mosaica. Aunque el antisemitismo o el antisionismo no pueden justificarse por este hecho, pues el estafador de Tinder pudo haber sido inglés, ruso, francés, italiano, etc.. Además, los hay, Aquí y allá.
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El "estafador de Tinder" junto a Pernilla Sjohold, una de sus víctimas.
El "estafador de Tinder" junto a Pernilla Sjohold, una de sus víctimas.
El "estafador de Tinder" junto a Pernilla Sjohold, una de sus víctimas.
(Netflix)
Es un fenómeno propio de Hollywood y de la literatura, por ejemplo, ver cómo un personaje se construye a través de artilugios, superchería y mentiras. Aunque de seguro no es el primero en hacerlo, terminará convirtiéndose en el más celebre, pues si está en Netflix ya es más una celebridad que otra cosa. Evoca un poco al personaje del “Gran Gatsby”, la más célebre novela de aquel escritor americano de los años 20, llamado F. Scott Fitzgerald.
Bajo el nombre de Simón Leviev, es decir, el “alter ego” de Shimon Yehuda Hayu, se dedicó a salir con diferentes mujeres europeas, en principio. Además, su foco era Europa, no sólo por la presunta riqueza que podrían tener en este lugar por encima de otros, sino porque en Israel le hubiera sido muy difícil proceder con sus planes.
A su vez, Tinder, la aplicación que sirvió a este hombre que presumía ser un multimillonario heredero de la industria diamantera, fue lanzada en 2011 y transformó, tal vez para siempre, la forma de relacionamiento entre las personas.
Tinder se convirtió en un fenómeno, que traspasó fronteras y que, si bien ya existían aplicaciones, como plataformas para encontrar pareja mucho antes de su lanzamiento, ésta fue la que más efecto causó en la sociedad, por su forma ágil, moderna y accesible.
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Para la ley judía, el solo hecho de abrir una cuenta de Tinder no constituye infidelidad.
Para la ley judía, el solo hecho de abrir una cuenta de Tinder no constituye infidelidad.
Tinder se impuso sobre otras aplicaciones similares, por ser más agil, moderna y accesible.
(Shutterstock)
Y es que la tecnología creó todo el escenario propicio para que plataformas y aplicativos o aplicaciones que ahora empiezan a manejarse por sí solas con la nueva “inteligencia artificial” (IA). El amor en los tiempos de Tinder, antes en los tiempos de Facebook, luego Instagram y lo que le siga a todo esto, permite que el que así lo desee se oculte detrás de la pantalla. ¿Cuántos estafadores existen en estos sitios en línea, aplicativos o redes sociales? La respuesta es obvia.
Tanto así que una aplicación como Tinder –que es, claro está, una empresa que cotiza miles de millones de dólares– tiene un poder enorme frente a los simples mortales que la utilizan y que además pueden caer en diversos engaños, pues este tipo de aplicaciones se puede prestar para todo lo que se le ocurra a una mente disruptiva como la de Leviev.
En este caso en específico se documenta que el modus operandi de Leviev era atraer y enamorar a las mujeres o simplemente empatizar con ellas en modo de amistad; luego, su fin era el de pedirles sumas de dinero que serían devueltas sin problema alguno y hasta con creces, a cambio de salvar su vida de alguna situación de peligro.
Para algunos y algunas Leviev sería considerado un psicópata; sin embargo, lo más probable es que sea una persona normal y más bien con un coeficiente intelectual bastante alto. Así como diseñó semejante plan para que mujeres (en específico) financiaran sin saberlo su vida de lujo, excesos y por supuesto esnobismo, hubiera podido crear una “Startup” en Israel o una compañía en algún lugar del mundo.
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Simon Levien, según se lo ve en una de las fotos de su cuenta de Instagram.
Simon Levien, según se lo ve en una de las fotos de su cuenta de Instagram.
Simon Levien, según se lo ve en una de las fotos de su cuenta de Instagram.
(Instagram)
Pero, Tinder, la aplicación más conocida de citas online, incluso a nivel de ser considerada una red social, permitió que una persona común se convirtiera en una celebridad, por lo menos ahí y en Instagram.
Leviev creó un esquema Ponzi (en honor de Carlo Ponzi, estafador italiano, creador de las pirámides financieras) por medio del cual utilizaba el dinero de una víctima para conseguir otra víctima y así sucesivamente. Y es que la oportunidad la tenía en sus manos. O, acaso, ¿cuántas mujeres no están buscando a su príncipe azul en las apps? Pero más en profundidad, ¿existe una mujer dentro de esas apps que se abstenga de un millonario?
El estafador de Tinder es sólo un ejemplo de la anomalía de un sistema extraño de relacionamiento. Es virtual, es decir que sólo existe de forma aparente y no es real. De entrada, no es real. Y ¿será que los sentimientos que hay detrás de las pantallas son reales o no? Pues seguro que en algunos casos particulares sí, tan así que hay quienes están expuestos a ser estafados, engañados, burlados y demás por quienes utilizan los sentimientos de una forma virtual. Aparentemente existe un “verdadero sentimiento” virtual, pero no es real, así que no existe.
Ahora bien, Shimon Yehuda Hayu creó un personaje y además una performance, lo que quiere decir que creó un espectáculo para su creación Simon Leviev, y con eso, más que una falsa identidad, un “ser ideal”, que seguro muchos hombres quisieran ser y otras cuantas quisieran tener.
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Escena del documental "El estafador de Tinder".
Escena del documental "El estafador de Tinder".
Escena del documental "El estafador de Tinder".
(Gentileza)
Hay una crisis de valores que viene desde hace al menos dos décadas, y que ahora, junto con el COVID-19, la complejidad de relacionarse de la forma de antes conlleva que se haya convertido en algo bastante difícil o al menos ficticio el relacionamiento entre los seres, sin ni siquiera hablar de género.
Así que lugares comunes virtuales como Tinder han trasladado a los lugares comunes tradicionales.
Tinder transformó la forma de relacionamiento entre las personas que buscan conocer a otras con algún interés en común, sea cual fuere, desde lo más simple y casual hasta algo tan elaborado como un matrimonio formal. Pero no sólo es Tinder y las otras aplicaciones que le continuaron las que transformaron a la sociedad como se le conocía antes. Uber transformó no sólo la forma de transportarse, sino también la conducta de los seres, al entender está nueva propuesta de transporte. Un servicio innovador que trascendió y traspasó fronteras. Airbnb transformó la forma de alojarse u hospedarse, de viajar inclusive y hasta de vivir para algunos. Netflix transformó la forma en la que la sociedad ve al mundo, más que ver películas es una ventana al mundo exterior, aunque casi virtual también.
De hecho todo está conectado, pues Leviev de seguro usaba además de Tinder otras aplicaciones como Uber y Airbnb. Y, al final de cuentas, fue Netflix que, al interesarse en esta mediática historia, decidió apostar por hacer un documental, que termina siendo asaz superficial y ficticio, tanto como Leviev.
Tal como Albert Camus definió al absurdo, en donde “el absurdo” es la búsqueda de significado a algo que, simplemente, no lo tiene. Así que parecería que día tras día la sociedad vive en el absurdo.
(*) Politólogo, periodista y analista internacional.
@rosenthaaldavid
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