El revuelo causado luego de los comentarios realizados por la rehén israelí Yocheved Lifshitz durante su entrevista en el hospital de Ichilov, tras su liberación, acerca de que los miembros de Hamás la trataban bien y la destitución del portavoz de Ichilov como consecuencia de ello, fue sin motivo.
Nada puede borrar los actos de barbarie que tuvieron lugar en la masacre del sur de Israel. Si hubiera humanidad, incluso ahora, todos los rehenes habrían sido liberados sin condiciones. El hecho de que un miembro de Hamás pueda agarrar de la mano a su cautiva o que la haya tratado bien, como dijo la Sra. Lifshitz, no significa que sea bueno. Sólo significa que la pesadilla que sufrió la Sra. Lifshitz, como ella también dijo, podría haber sido aún peor.
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La bandera de la Autoridad Palestina en el chaleco del captor de una israelí por parte de Hamás.
(Captura de video)
La frenética reacción del gobierno ante la posibilidad de que un miembro de Hamás muestre algún aspecto de buen comportamiento recuerda a la reacción más general ante la cuestión de si los nazis podrían haber sido buenos alguna vez. Por ejemplo, hace unos años, cuando Tom Cruise encarnó en Valkiria al nazi que quería asesinar a Hitler, hubo voces críticas con la luz positiva bajo la que se presentaba a algunos de los nazis en la película. Sin embargo, también como en el caso de Hamás, gestos individuales aislados positivos y humanos por parte de un miembro del partido nazi, no significarían que esta persona fuera buena.
Sólo en un momento determinado, a veces por motivos ocultos, como en el caso de Valkiria, puede haberse encontrado en el lado correcto de la historia.
El revuelo en torno a la entrevista de Yocheved Lifshitz no sólo trajo a la memoria equivalentes del Holocausto. Subrayó además algunos otros parámetros, como por ejemplo el papel que debe tener el gobierno en cuestiones de libertad de expresión mientras se desarrolla la guerra o el papel de los medios de comunicación a la hora de presionar a los rehenes y a sus familias para que se pronuncien incluso sobre cuestiones que pueden ser política o socialmente delicadas. Pero lo que es más importante, todo este énfasis en los gestos amables del miembro de Hamás hacia Yocheved Lifshitz, desvió la atención del elemento político más importante que debería derivarse de la foto en la que se muestra a Lifshitz siendo liberada agarrada de la mano de su captor, y que es la bandera palestina en el chaleco del terrorista.
Hasta ahora, Hamás ha aparecido como una organización separada con su propia bandera. Llevando la bandera palestina, sus miembros vienen a subrayar el hecho de que deben ser vistos como el ejército palestino oficial.
Tal representación de Hamás resuena con la declaración de Erdogan de que Hamás no es una organización terrorista sino un ejército de liberación.
Sin embargo, si Hamás es el ejército palestino, entonces es un ejército que lleva a cabo crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad de forma permanente. La masacre en el sur de Israel y los otros intencionados contra civiles durante todos estos años mediante cohetes no tienen justificación legal. Palestina ya es miembro de la Corte Penal Internacional, con una investigación abierta a la espera de su conclusión. Si Hamás es el ejército palestino, automáticamente Palestina se convierte en un Estado terrorista.
Se trata de una enorme inversión de la narrativa palestina, que intenta sistemáticamente presentar a Israel como el Estado terrorista de la región.
La perspectiva de que Hamás sea el ejército palestino tiene implicaciones para Israel, la Autoridad Palestina y la comunidad internacional en general. Por ejemplo, Mahmud Abbas sería el primer presidente palestino en verse depuesto como representante legítimo del pueblo palestino, a pesar de que todos estos años ha luchado con uñas y dientes para aplazar las elecciones presidenciales, privando a Hamás de una victoria electoral en Cisjordania.
Para Israel, cualquier conclusión de que Hamás es el ejército palestino y, por tanto, no es Al Fatah quien representa al pueblo palestino, significaría automáticamente la aversión a proseguir cualquier conversación de paz que hiciera de Cisjordania parte de un Estado palestino. Con los problemas de seguridad procedentes también del norte y de Hezbolá, así como de Irán, como ha demostrado la guerra actual, Israel sería reacio a aceptar cualquier estatuto futuro que afianzara cualquier presencia de Hamás tanto a su izquierda como a su derecha, como vemos en el mapa, exponiendo el aeropuerto Ben Gurion a cualquier futuro ataque a Cisjordania.
La insistencia en la cláusula de "fronteras seguras" de la Resolución 242 del Consejo de Seguridad de la ONU, ampliamente aceptada como base de cualquier futuro acuerdo de paz, es algo a lo que la parte israelí no estará dispuesta a renunciar en futuras negociaciones. En este sentido, es posible que los palestinos ejerzan su derecho a la autodeterminación mediante la creación de un Estado en Gaza y la autonomía de las grandes ciudades y zonas palestinas de Cisjordania, con derecho de voto para un parlamento nacional palestino y plenos derechos socioeconómicos y de acceso a Israel.
Tras esta guerra, un escenario de Hamás como ejército palestino plantearía también retos geopolíticos para la estabilidad regional, así como para la estabilidad internacional en general. Sin salida al mar en Cisjordania, un Estado palestino con Hamás en el poder pronto entraría en guerra, esta vez no sólo con Israel, sino también con los regímenes prooccidentales.
Jordania, limítrofe con Cisjordania y que alberga ya una mayoría palestina, sería el siguiente objetivo inmediato. Una posible guerra palestino-jordana provocaría la repetición del Septiembre Negro de 1970 o, en última instancia, el derrocamiento del reino hachemita, desestabilizando aún más la región y amenazando los intereses nacionales de Estados Unidos.
Tal vez por esta razón, Estados Unidos ha insistido en incluir en el último proyecto de resolución que ha hecho circular entre los demás miembros del Consejo de Seguridad de la ONU, que la Autoridad Palestina es el único representante legítimo del pueblo palestino.
En el futuro, semejante afirmación puede exigir medidas más tangibles para ser apoyada.
El autor es antiguo miembro del Departamento Jurídico de la Knesset sobre cuestiones internacionales y constitucionales