Érase una vez un león y tres toros: blanco, negro y rojo. El león no podía comerse a ninguno de ellos mientras estuvieran unidos. Un día, convenció a los toros rojo y negro de que comerse al blanco les libraría del que tenía el color raro y les permitiría tener más espacio en el corral. Los toros aceptaron.
Después de comerse al blanco, el león volvió a repetir su truco y se comió al rojo. Poco después, se acercó al toro negro y le dijo: "Ya está. Te toca a ti". El toro rojo lo miró a los ojos y dijo: "Ahora entiendo. Me comieron el día que el león se comió al toro blanco".
Esta metafórica historia encaja exactamente con la actual Knesset, donde el león ultraderechista consiguió comerse a sus enemigos políticos, desde los árabes hasta los israelíes de izquierda y centro. Ahora, se dispone a comerse al resto del pueblo israelí.
Lo que está ocurriendo en Israel debería asustar a todos los israelíes. Es la toma del poder de un país que sobrevivió a siete décadas de guerras y conflictos, sin importar por qué y contra quién lanzó esas guerras, pero que finalmente se encontró quebrándose desde dentro. La democracia por sí sola no puede sostenerse. No basta con celebrar elecciones para demostrar su apoyo a ella.
Casos en la historia, y no voy a especificar, mostraron cómo despiadados líderes ultranacionalistas fueron elegidos democráticamente y luego llevaron a cabo atrocidades y carnicerías que cambiaron el curso de la historia. Esos deberán ser condenados para siempre. A otros como ellos se les debería negar para siempre la entrada en cualquier constelación gubernamental en cualquier lugar, no sólo en Israel.
Un amigo me preguntó después de las elecciones si estaba asustado por la arrolladora victoria de la extrema derecha. "Como palestino", le respondí, "no me importa realmente a quién elijan los israelíes, tanto como espero ver a un Charles De Gaulle israelí o a Frederik Willem de Klerk dirigiendo el timón del gobierno. Un líder de este tipo puede provenir de la izquierda, la derecha o el centro. ¿Puede Israel dar a luz a un líder carismático como estos dos y traer la salvación a nuestro Medio Oriente destrozado por los conflictos?".
Acabar con la ocupación israelí de los territorios palestinos y árabes que Israel conquistó en la guerra de junio de 1967 no va a ser más difícil para nosotros de lo que fue para los franceses acabar con su ocupación de Argelia o para los blancos acabar con su régimen de Apartheid en Sudáfrica. En Palestina hubo un liderazgo que se comprometió sistemáticamente con la solución de los dos Estados, tal y como se estipulaba en la histórica Proclamación de Independencia que el difunto Yasser Arafat leyó en Argel en noviembre de 1988. Desde entonces, con la excepción del asesinado Yitzhak Rabin y del encarcelado Ehud Olmert, Israel nunca tuvo un líder que estuviera igualmente comprometido con la paz con los palestinos o con el legado de Rabin.
Benjamin Netanyahu siempre presumió de su éxito en la destrucción del proceso de Oslo. Con su nueva coalición, desencadenó a los belicistas para que destruyan lo que queda del acuerdo: una Autoridad Palestina asediada que se esfuerza por sobrevivir cueste lo que cueste, conteniendo la violencia en la medida de lo posible y alertando a la comunidad internacional de que las leyes se incumplen a diario bajo la ocupación y de que el mundo tiene que cumplir sus obligaciones en virtud del derecho internacional.
Irónica es la respuesta de Israel a los movimientos palestinos en la arena internacional. Quieren que sigamos recibiendo golpes en la cabeza día y noche, algo que ocurre sin parar desde 1967, ¡y que recemos a Dios para perpetuar la gracia sionista que nos cayó encima! Esto es absurdo.
¿En qué beneficia a Israel la destrucción de la AP? ¿En qué beneficiaría a Israel unir a todos los árabes de la Palestina histórica contra el régimen de Apartheid emergente; sólo para apaciguar la codicia de los partidos de extrema derecha? No quiero aterrorizar a mis amigos, pero tengo que decirlo. Desde nuestra perspectiva, Israel se precipita colina abajo hacia un abismo sin fondo.
Instigar a más y más palestinos, árabes y musulmanes en todo el mundo nunca es una receta para que un país como Israel sobreviva. Sólo acelera el viaje hacia el colapso. Una bomba de relojería está haciendo tic-tac, tic-tac. La hora apocalíptica está llegando más rápido de lo que nadie espera.
