Shaul Chorev.
Shaul Chorev.
Ynet
El primer ministro israelí, el príncipe heredero saudí y el presidente estadounidense.

La trampa nuclear detrás del acuerdo de normalización con Arabia Saudita

El esperado acuerdo de normalización ayudará a Israel en el ámbito geopolítico, pero es crucial que quien dirija las charlas aprenda de la experiencia y evite la proliferación nuclear.

Shaul Chorev |
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La semana pasada estalló una sensación de euforia frente a los avances que condujeron al acuerdo de normalización entre Estados Unidos, Arabia Saudita e Israel.
No se puede exagerar la importancia de la medida y su efecto en la región en general y en Israel en particular, y sigue siendo controvertido que se incluyan componentes nucleares que podrían poner en peligro la seguridad del país.
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El primer ministro israelí, el príncipe heredero saudí y el presidente estadounidense.
El primer ministro israelí, el príncipe heredero saudí y el presidente estadounidense.
El primer ministro israelí, el príncipe heredero saudí y el presidente estadounidense.
(Ludovic MARIN / POOL / AFP, Bandar Algaloud/Cortesía de la Corte Real saudí/Handout via REUTERS)
Cada uno de los líderes -Joe Biden, Benjamin Netanyahu y Mohammed bin Salman- tiene un objetivo a corto plazo en la consecución del acuerdo, que no coincide necesariamente con los objetivos a largo plazo de sus países.
El presidente estadounidense se encuentra al inicio de la campaña electoral y ve en el acuerdo un trampolín para promover su reelección para un segundo mandato. Netanyahu, que se enfrenta a las críticas por la reforma, desviará las flechas de las críticas y hará hincapié en la cambiante fisonomía de Oriente Próximo. Y el heredero del trono saudí situará a su país como líder del bloque suní al tiempo que mejora sus capacidades militares, firma una alianza de defensa con Estados Unidos y entra en el exclusivo club de países con reactores nucleares.
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Los ministros de Asuntos Exteriores de Irán y Arabia Saudita en Riad.
Los ministros de Asuntos Exteriores de Irán y Arabia Saudita en Riad.
Los ministros de Asuntos Exteriores de Irán y Arabia Saudita en Riad.
(EPA)
En su afán por firmar el acuerdo, Israel podría abandonar su política de que se opone firmemente a la proliferación nuclear y responde a los mecanismos de vigilancia poco fiables que le ofrecerán los estadounidenses bajo la presión de los saudíes. Israel no se opone en principio a las centrales nucleares, como demuestra el plan de los EAU de construir cuatro reactores, pero sin control sobre el ciclo del combustible. O como se dice en lenguaje profesional: "el ciclo del combustible como circuito cerrado".
El riesgo de tener un circuito de combustible nuclear en manos de los saudíes es evidente, e incluso quedó ilustrado la semana pasada. En una entrevista que bin Salman concedió a Fox News, subrayó: "Si Irán consigue armas nucleares, Arabia Saudita también tendrá que tener las suyas".
Estados Unidos, deseoso de llegar a un acuerdo con Arabia Saudita, debe analizar su fracaso a la hora de detener el programa nuclear iraní.
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El primer ministro israelí Menachem Begin en 1981, cuando se destruyó el reactor nuclear de Iraq.
El primer ministro israelí Menachem Begin en 1981, cuando se destruyó el reactor nuclear de Iraq.
El primer ministro israelí Menachem Begin en 1981, cuando se destruyó el reactor nuclear de Irak.
(David Robinger)
La administración Biden está ahora haciendo la vista gorda a sabiendas de las violaciones del acuerdo por parte de Irán, y a cambio de la liberación de rehenes está descongelando miles de millones en lugar de frenar el programa.
La posición de Israel respecto a la fiabilidad de la firma de tratados y acuerdos en el ámbito nuclear por parte de países de Oriente Próximo siempre fue escéptica y se apoyó en hechos históricos: cuatro de las cinco violaciones del tratado firmadas por países tuvieron lugar en Oriente Próximo (el Irak de Sadam Husein, la Libia de Muamar Gadafi, la Siria de Bashar Assad y el Irán del régimen de los ayatolás).
Arabia Saudita, a pesar de las profundas transformaciones que se produjeron en ella, no es un país democrático, y sus dirigentes pueden cambiar repentinamente y volverse hostiles a Israel, como ocurrió en 1979 en Irán.
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Los mandatarios de EE.UU. e Israel, Joe Biden y Benjamín Netanyahu.
Los mandatarios de EE.UU. e Israel, Joe Biden y Benjamín Netanyahu.
Los mandatarios de EE.UU. e Israel, Joe Biden y Benjamín Netanyahu.
(EPA, Reuters)
Además, en lo que se refiere al cumplimiento de la normativa internacional en el ámbito nuclear, Arabia Saudita se negó hasta ahora a firmar el Protocolo Adicional para la Prevención de la Proliferación de Armas Nucleares del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), que hasta ahora firmaron más de 140 países.
La singularidad de este protocolo es que pretendía aumentar la capacidad del organismo para investigar determinadas instalaciones nucleares no declaradas y actividades relacionadas, y exigir información que permita mecanismos de supervisión más estrictos.
Pero como ya se dijo, en Oriente Medio, la firma de un acuerdo de ampliación no puede servir de garantía. Así lo ilustra el caso de Irán, que aunque firmó el protocolo adicional en 2015, actualmente no aprueba visados de entrada para algunos de los inspectores de la agencia, y prohíbe la colocación de cámaras de vigilancia en lugares sensibles, despojando así de facto al acuerdo de su contenido.
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El presidente Joe Biden con Mohammed Bin Salman durante su visita a Arabia Saudita el año pasado.
El presidente Joe Biden con Mohammed Bin Salman durante su visita a Arabia Saudita el año pasado.
El presidente Joe Biden con Mohammed Bin Salman durante su visita a Arabia Saudita el año pasado.
(Reuters)
Cabe suponer que el acuerdo emergente reforzará a las fuerzas moderadas de Oriente Próximo y situará a Israel en una posición geopolítica mejorada.
Sin embargo, los dirigentes israelíes que dirigen las negociaciones que, en lo que se refiere a las exigencias saudíes en el ámbito nuclear, deben aprender de la experiencia pasada de sus predecesores y evitar la entrada de armas nucleares en la región.
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