Hace unos meses, en febrero, me contacté con el ministro de Justicia, Yariv Levin, y con el presidente de la Comisión de Constitución, Derecho y Justicia de la Knesset, Simcha Rothman, y les pedí que desistieran de las tácticas agresivas que estaban utilizando para dirigir la reforma judicial.
Compartí con ellos la amarga verdad que cualquiera que se vea obligado a romper su hogar conoce de primera mano: no hay vencedores en una disputa familiar. Lo que ahora puede parecer una victoria, en el futuro se verá inevitablemente como una pérdida y, por tanto, deben hacer todo lo posible por evitarlo.
Si un hombre divorciado consigue eludir legalmente el pago de una pensión alimenticia justa, sus hijos se asegurarán de que acabe pagando más en el futuro.
Si una mujer divorciada consigue alejar a sus hijos de su padre, las cuentas seguirán saldándose en el futuro. Así son las cosas en las familias: o todos ganan o todos pierden.
Y mi pedido, en realidad, no sirvió de nada. Levin y Rothman siguieron por el mismo camino, y sólo gracias a la persistente protesta contra ellos se detuvieron. Por el camino, perdieron muchos partidarios entre el público que los votó y estaba interesado en la reforma. Las encuestas muestran que incluso quienes los apoyaban se dieron cuenta de que hay ciertas cosas que no deben hacerse en una familia. Y punto.
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Simcha Rothman, presidente de la Comisión de Constitución, Legislación y Justicia de la Knesset, y Yariv Levin, ministro de Justicia.
(Alex Kolomoisky)
Esta lección también es pertinente para los manifestantes. Su victoria actual no debe cegarlos. Hay pasos que no deben darse, como las protestas con lemas del movimiento de Boicot, Desinversión y Sanciones contra representantes oficiales de Israel en el extranjero.
Deberían aprender de la dolorosa experiencia de cualquiera que haya pasado por un divorcio. Hay un punto en el que estás tan lleno de dolor que compartes tu amargura con muchas otras personas del otro lado.
Es natural, pero es un error.
Aquellos que sólo están expuestos al lado negativo de tu pareja harán que te resulte difícil reconciliarte con ellos incluso cuando la disputa actual sobre la forma del divorcio se calme. Seguirán odiándolos como al diablo y además te ridiculizarán como a alguien que se rindió a ellos.
La familia sufrirá. Desaparecerán los amigos, se suprimirán los actos conjuntos y la familia que se dividirá y sufrirá.
Lo mismo ocurre con las protestas en el extranjero.
Los enemigos del sionismo no necesitan ayuda para empañar nuestra imagen, y nuestros pocos amigos pueden distanciarse cuando oigan acusaciones de alguien que se presenta como patriota israelí.
Cualquier persecución de un representante israelí en el extranjero con un cartel en inglés y calificando a Israel de régimen fascista no será olvidada, ni siquiera cuando este difícil periodo haya quedado atrás.
Cualquiera que describa al actual gobierno israelí como el malvado régimen de los ayatolás de Irán, ninguna lejía le ayudará a quitarse esta mancha en el futuro. Una mancha que sirve a cualquiera que no quiera ver un régimen sionista en absoluto. No debemos echar una mano a esto, aunque aparentemente promueva un objetivo a corto plazo.
Aquellos de ustedes que no sientan la alegoría del divorcio (y espero que la mayoría de los lectores no la sientan) simplemente los invito a mirar lo que les ocurrió a las organizaciones de la sociedad civil cuyo objetivo era luchar contra las injusticias de la ocupación, y cuyas acciones se trasladaron de la sociedad israelí al exterior.
En un momento, perdieron el poco apoyo que tenían y pasaron al ostracismo. Hablo por experiencia personal como alguien que fue activista durante casi 20 años en el Comité Público contra la Tortura en Israel; no pude continuar en el momento en que se volvió hacia fuera. Esto también me ocurrió a mí y a muchos otros con Rompiendo el Silencio y otras organizaciones.
No creo que me represente sólo a mí mismo cuando escribo que sentí que cualquiera que esté dispuesto a colaborar con el enemigo común no quiere realmente formar parte de él. De lo contrario, no tomarían el camino que sólo aleja de la reparación esencial de la casa común, ya que la fuerza reparadora interna es débil y las fuerzas externas no quieren realmente arreglar la casa común sino destruirla (en aras de construir una nueva estructura sobre sus ruinas).
Algunas mentes retroceden ante la idea de que la sociedad judía siempre fue vista como una familia. El mensaje "Todos somos hermanos" los vuelve locos.
La forma en que se comportan es todo lo contrario y enseña cuán grande es el dolor de quienes sienten que su familia los ha traicionado.
Deben comprender la magnitud del error que cometerán si siguen actuando de un modo que refuerza el dolor de la traición que sienten los miembros de la familia. Aquellos que ven la temeridad con la que continúan eliminando más y más barreras de defensa que fueron construidas durante muchos años por el movimiento sionista alrededor de la casa común, la casa de nuestra familia.
