La historia del antisemitismo es, en gran medida, la historia de las fantasías sobre el pueblo judío que llevaron a y justificaron el odio, la discriminación, el aislamiento y el asesinato. Se atribuyeron a los judíos cosas que no tenían nada que ver con la realidad.
Todo ello alcanzó su punto culminante con la aparición del fraudulento documento Los protocolos de los sabios de Sion, que pretendía ser el descubrimiento de los planes secretos de los dirigentes judíos para apoderarse del mundo.
3 צפייה בגלריה


Otro momento de la manifestación contra el antisemitismo en Washington.
(Getty Images)
Millones de personas, cuando se vieron expuestas a los Protocolos, creyeron que eran ciertos porque durante siglos se había creído en diversas formas de conspiraciones de control y poder judío –a pesar de la realidad de un pueblo en gran medida impotente y perseguido. Para muchos, este documento no hacía más que confirmar opiniones sobre los judíos largamente arraigadas.
Décadas más tarde, cuando surgió un Estado judío moderno, los líderes y partidarios sionistas tuvieron la esperanza de que estas fantasías sobre los judíos desaparecieran pero, más importante aún, creyeron que este Estado por fin ofrecería al perseguido y marginado pueblo judío el poder de protegerse del odio a los judíos.
Sin embargo, este nuevo poder para defender a los judíos añadió una capa de complejidad a la evaluación del antisemitismo. Tener poder real generaba un elemento significativo de responsabilidad para el Estado judío y, con él, el reconocimiento de que las críticas al poder judío –en este caso, al poder del Estado judío– ya no se basaban automáticamente en fantasías, sino que podían ser críticas legítimas al mal uso del poder.
Tener poder real generaba un elemento significativo de responsabilidad para el Estado judío.
Y así surgieron los debates sobre cuándo las críticas a Israel eran legítimas y cuándo eran antisemitismo. Algunas de esas expresiones eran obviamente antisemitas –los casos de reciclaje de viejas teorías de conspiración, como las falsas acusaciones de que los israelíes utilizaban la sangre de los niños palestinos. Del mismo modo, otras formas de demonizar al Estado judío y concluir que Israel no debería existir también entran en la categoría de antisemitismo.
Y luego tuvo lugar la masacre de Hamás en Simjá Torá. Lo que resulta tan sorprendente en los tres meses transcurridos desde la masacre es hasta qué punto muchos trataron de racionalizar lo ocurrido el 7 de octubre como una reacción legítima a la política israelí.
3 צפייה בגלריה


Muchos trataron de racionalizar lo ocurrido el 7 de octubre como una reacción legítima a la política israelí.
(Ynet)
Se puede afirmar, sin duda, que ésta fue la manifestación más atroz de antisemitismo jamás dirigida contra el Estado judío. Seamos claros: lo que Hamás perpetró ese día no tuvo nada que ver con las opiniones de cada uno sobre la sensatez o la moralidad de las políticas o el comportamiento israelíes.
Sólo tuvo que ver con las fantasías antisemitas que históricamente se han dirigido contra el pueblo judío y que, en última instancia, condujeron al Holocausto: los judíos son malvados. Los judíos son conspiradores. Los judíos son infrahumanos. Todo lo cual hemos visto en los estatutos, la literatura y la retórica de Hamás durante décadas, y que dio forma y motivó la brutalidad, los asesinatos, las violaciones, las mutilaciones y los secuestros perpetrados por los terroristas de Hamás aquel terrible día. Fue una clara manifestación no de la complejidad de la era del poder sionista y de las distinciones entre crítica y odio, sino del vulgar y anticuado odio a los judíos dirigido ahora contra el Estado judío y sus habitantes.
En ese contexto, la retórica de un gran número de manifestaciones que han tenido lugar en Estados Unidos, Latinoamérica y otros lugares del mundo en apoyo a los palestinos es descarada y antisemita al justificar y defender el asesinato en masa de civiles judíos. Carteles como "Por todos los medios necesarios", "La resistencia no es terrorismo" y "El sionismo es un cáncer" no tienen nada que ver con la complejidad de los problemas palestino-israelís, sino con el retorno al viejo y clásico antisemitismo. El terrorismo contra hombres, mujeres y niños judíos puede justificarse e incluso considerarse necesario porque los "sionistas" son una enfermedad venenosa y su poder representa un peligro para el mundo. ¿Le suena familiar?
Seamos claros, uno puede defender a los palestinos –y criticar las acciones israelíes– sin caer en una retórica que se hace eco y exalta antiguos tropos y conspiraciones antijudías. Tenemos que denunciar a quienes justifican este odio atroz contra los judíos –que fue el causante del 7 de octubre– y no permitir que se legitime.
Al mismo tiempo, también debemos aclarar que apoyamos la necesidad de una resolución de la cuestión palestino-israelí en la que ambos pueblos puedan vivir en paz y seguridad. Es comprensible que eso parezca ahora muy lejano, pero es lo correcto y reforzará el mensaje de que lo que ha ocurrido en estos últimos días es moralmente contrario a lo que aspiramos a lograr.
(*) Vicedirector Nacional de la Liga Antidifamación (@ADL_es)