Hamás no perdió tiempo en declarar la victoria, aun antes de que el primer ministro Benjamin Netanyahu confirmara la existencia de un acuerdo de liberación de rehenes. A pesar de sus pérdidas, la destrucción de su liderazgo y la devastación en las calles de Gaza, el brazo propagandístico del grupo terrorista siguió adelante.
"La inundación de Al-Aqsa trajo orgullo", afirmaron en una ráfaga de gráficos en las redes sociales, mostrando a su equipo creativo trabajando horas extra.
Se trata de una población capaz de reclamar el genocidio y la victoria simultáneamente. El objetivo es claro: afianzar la conciencia palestina y reforzar el control de Hamás sobre Gaza. Lo subrayan los terroristas armados que surgieron en medio de las celebraciones cuando comenzó el alto el fuego.
Sin embargo, más allá del absurdo se encuentra un recordatorio crítico de la batalla paralela por la percepción pública. El posible silencio en el campo de batalla en las próximas semanas no indica necesariamente una reducción de esta campaña. Por el contrario, es probable que se intensifique en ausencia de peleas físicas.
Israel se enfrenta a un gran reto para contrarrestar los mensajes de Hamás a su propia población. Si los palestinos no se han dado cuenta hasta ahora de que sus acciones condujeron al desastre, ninguna campaña de concienciación israelí cambiará eso en el corto plazo.
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Imagen de la destrucción en Gaza. Para Hamás, el sufrimiento palestino no importa.
(AFP)
Pero el público palestino no es el principal público objetivo de Israel. La atención debe centrarse en la audiencia internacional, que ha perdido de vista por qué Israel está luchando y lo que aún tiene que lograr. El mundo necesita un recordatorio de la crueldad del enemigo y de la realidad de que el trauma nacional de Israel no comenzará a sanar hasta que todos los rehenes sean devueltos.
En este sentido, el acuerdo de rehenes representa no sólo una fuente de alegría, esperanza y preocupación para muchos, sino también una oportunidad para proporcionar al mundo un contexto crítico. Mientras las FDI preparan la operación para el regreso de los rehenes, Alas de la Libertad, Israel también debe planear una campaña paralela: "Libertad de la Verdad".
En medio de la inevitable avalancha de cobertura mediática en torno al acuerdo, Israel debería incrustar contenido que promueva sus intereses: personalizar a los rehenes, poner rostros y nombres a los que regresan a casa y subrayar que Israel no descansará hasta que todos sean liberados.
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Israel debe personalizar a los rehenes, ponerles rostros y nombres y señalar que no descansará hasta que todos regresen.
(Ynet)
Debe quedar claro que su secuestro no es sólo una tragedia personal, sino una catástrofe colectiva, y que la existencia de Hamás sigue siendo una amenaza grave que requiere su erradicación completa.
Esta preparación no puede recaer sólo en las FDI o en una sola entidad gubernamental. Requiere un esfuerzo nacional, que integre a todos los organismos estatales encargados de transmitir información a la audiencia internacional, para operar de manera cohesiva.
La verdad es que hay un debate significativo dentro de Israel sobre la continuación de la guerra o los términos del acuerdo. Pero el discurso internacional es diferente. Para gran parte de los medios de comunicación mundiales, la guerra comenzó el 8 de octubre de 2023 y la lucha se centra en la legitimidad de Israel para hacer la guerra en primer lugar.
Las estadísticas son contundentes: una encuesta de Harvard-Harris de octubre encontró que el 44% de los jóvenes estadounidenses (de 18 a 24 años) apoyan un alto el fuego incluso sin la liberación de rehenes. Esta alarmante cifra no sólo pone de relieve un desafío estratégico con el futuro liderazgo de Estados Unidos, sino que también revela una preocupante ignorancia de las circunstancias, una seria amenaza para futuras fases del acuerdo.
Este acuerdo ofrece la oportunidad de dejar las cosas claras. Israel debe permitir que los rehenes se reúnan con sus familias en paz, protegidos de la intrusión de los medios de comunicación. Al mismo tiempo, no debe aflojar su control sobre los medios de comunicación internacionales, sino también trabajar para protegerse de sus narrativas.
(*) Exdirector de la Dirección Nacional de Diplomacia Pública de Israel.