El intento de establecer el puesto de avanzada ilegal en Cisjordania a finales de la semana pasada y, de nuevo el domingo, demostró, afortunadamente, que incluso este gobierno de extrema derecha tiene sus líneas rojas.
Al igual que la izquierda tiene un componente sionista que contrasta con la extrema izquierda anti-sionista, también lo tiene la derecha. De hecho, durante años la izquierda y la derecha moderadas mostraron muchas similitudes, que los de extrema izquierda y extrema derecha también exhibieron.
Mientras que los grupos más moderados quieren que Israel sea un Estado judío y democrático, los de los extremos buscan una nación "del río al mar". La buena noticia es que los extremistas son incapaces de cooperar entre sí.
El último gobierno de unidad de Israel fue el que se estableció hace año y medio. Contenía partidos del centro de la arena política, así como de la izquierda sionista y también un considerable componente de derecha.
Pero, tras las últimas elecciones de noviembre, y a pesar del virtual empate entre votantes de izquierda y derecha, se formó un gobierno conservador compuesto sólo por un lado del mapa político. Este incluye un importante contingente ultraortodoxo, que apoya las ideologías de extrema derecha.
En el partido Likud del primer ministro Benjamin Netanyahu también hay dos entidades. Está la derecha sionista y la extrema derecha, más alineada con los puntos de vista del sionismo religioso. A menudo es difícil encontrar la brecha entre las opiniones expresadas por el ministro de Comunicación, Shlomo Karhi (Likud); y el sionista religioso Simcha Rothman.
Netanyahu formó parte en su día de la derecha moderada. Lo había demostrado durante las negociaciones con los palestinos de la última década. Durante las conversaciones con el entonces secretario de Estado de EE.UU. John Kerry y el entonces presidente Barak Obama, "Bibi" aceptó un Estado palestino en más del 90% de los territorios en disputa de Cisjordania. Más tarde, dijo que aceptaría ese Estado en el 70% del territorio, como parte de la iniciativa de paz propuesta por el entonces presidente Donald Trump.
Apenas tres semanas después de que se estableciera su última coalición, el desacuerdo entre las distintas facciones que la componen se hizo evidente -a pesar de que todas ellas son aparentemente de derecha-. Y aunque este gobierno no decidió establecer ningún nuevo asentamiento o puesto avanzado, sí desmanteló uno de ellos.
Las fuerzas especiales de la policía, acompañadas por inspectores de la Administración Civil, derribaron las estructuras erigidas por un grupo de colonos de extrema derecha, con la ayuda de legisladores sionistas religiosos, entre ellos Itamar Ben-Gvir.
Dado que la autoridad sobre Cisjordania sigue siendo objeto de disputa, la última palabra sobre el terreno la tuvo el comandante de las FDI, que ordenó derribar el puesto avanzado. En Cisjordania, el ejército responde ante el ministro de Defensa, y la Administración Civil está subordinada al Coordinador de la Actividad Gubernamental (COGAT), que también forma parte del ministerio.
Desalojar a los colonos de los puestos avanzados ilegales corresponde a las tropas de uniforme, que están bajo el mando de las FDI, algunas de ellas de la Policía de Fronteras, y también deben responder ante el ministro de Seguridad Nacional, Ben-Gvir, cuya facción se mantuvo firme para proteger a los colonos cuando llegaron las tropas para desalojarlos.
Desafío a cualquier abogado que haya formulado los acuerdos de coalición a que les dé sentido y descifre quién estaba realmente al mando cuando se dijo a los colonos que se marcharan.
Este complicado entramado se diseñó para satisfacer las necesidades de la coalición, pero es malo para el país, malo para el gobierno, el ejército y la policía. Pero no teman. Nuestros dirigentes nos contarán el cuento de las mil noches alabando la nueva gobernanza.
Hay algunas diferencias ideológicas que no se pueden esconder bajo la alfombra que ahora llamamos coalición. El ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich (del partido Sionismo Religioso), quiere hacer realidad la visión de la Tierra de Israel. Quiere más puestos de avanzada para que su interpretación de un Estado judío pueda hacerse realidad.
El ministro de Defensa, Yoav Galant, (Likud) dio a conocer su opinión a todos cuando habló ante el Consejo de Presidentes de organizaciones judías estadounidenses en 2016. Entonces concedió que habría que crear un Estado palestino porque habría siete millones de judíos y siete millones de árabes entre el río y el mar. Esta primera guerra interna dentro de la coalición se libra en dos frentes: la autoridad y la ideología.
Los asentamientos israelíes están diseminados por todas las tierras en disputa y es probable que sigan bajo soberanía israelí en cualquier futuro acuerdo de paz.
El centenar de puestos de avanzada ilegales, que el gobierno israelí prometió al entonces presidente estadounidense George Bush que serían eliminados, siguen en su mayor parte sobre el terreno y su destino es indeterminado. Unos 30 de estos puestos de avanzada fueron legalizados, y el resto se librará seguramente de ser desmantelado bajo el nuevo gobierno.
¿Por qué no? ¿Lo impedirá la ley? No hagas reír a Smotrich y a sus amigos colonos radicales.
