¿Hasta dónde puede llegar el intento de que las familias del colectivo LGBT no se sientan cómodas en el espacio público y formen parte del tejido de la sociedad israelí? Muy lejos, aparentemente. En Israel descubrimos que la homofobia es incluso más importante que salvar vidas.
En las últimas semanas la comunidad religiosa ortodoxa lideró un boicot contra la donación de sangre al banco de la organización nacional Maguen David Adom (MDA). Esto se inició luego de que el MDA actualizó el formulario de donantes después de décadas. Como parte de esos cambios, los campos “nombre de la madre” y “nombre del padre” fueron reemplazados por terminologías que en idioma hebreo no diferencian el género de la madre o padre.
La medida provocó una enorme presión de rabinos ortodoxos, como el presidente de la organización Ateret Jerusalem, Shlomo Aviner, que durante 36 minutos explicó a sus seguidores por qué una donación de sangre con este formulario en realidad legitima la existencia de familias de homosexuales.
El MDA decidió eliminar la diferenciación del sexo del formulario porque su objetivo original era identificar el orígen de problemas genéticos, en una época en que la población israelí era mayoritariamente de inmigrantes. En un momento histórico en el que la gran mayoría de los ciudadanos nacen en Israel, este ítem ya no tenía relevancia médica.
Con esta explicación hubiera sido esperable que el boicot finalice, pero no. Se mantiene exclusivamente a fuerza de la homofobia. Los líderes del boicot ahora afirman que la falta de referencia a madres y padres borra estructuras tradicionales. Es difícil concebir lo infundado de esta afirmación. Si en el formulario de donantes no se hace referencia a la madre, ¿entonces se puede concluir que esa persona no tiene madre?
La insistencia de las voces homofóbicas son tan determinadas y ciegas que se pierden los detalles del debate. El martes pasado, en el Comité de Salud de la Knesset, el parlamentario ortodoxo Moshe Gafni declaró: “El padre y la madre son parte de la vida familiar, así fue durante todos estos años, y de repente esta realidad comienza a ser debatida. Este cambio elimina los valores de la familia”.
Dejando de lado la respuesta que amerita este comentario, mejor concentrarse en un punto que a un miembro de la Knesset israelí debería avergonzar: esta no es la discusión, señor. El formulario no busca referenciar a los padres de ninguna manera especial. La insistencia de Gafni en expresar su homofobia es tan profunda que reacciona con argumentos que no tienen nada que ver con la donación de sangre en particular, y con la realidad en general.
La guerra se está librando ante nuestros ojos. No se trata de proteger la estructura de la familia heterosexual, sino de asegurarse la eliminación de las familias homosexuales. Y se libra a expensas de rehenes: pacientes inocentes cuyas vidas corren riesgo en nombre de la homofobia. La campaña orquestada para no donar sangre es despiadada y pone en peligro a personas. No hay ningún valor humanitario en esta lucha ortodoxa.
Ante los llamados a no donar sangre, la organización LGBT Agudá promueve la cooperación con el MDA y el Centro del Orgullo de Tel Aviv inició una campaña para recaudar fondos. Una donación de sangre puede salvar a tres personas. ¿Cuántos pacientes deben morir en nombre de la santificación del odio? ¿Cómo convive este boicot con el precepto judío de salvar vidas?
*Hila Peer es copresidenta de la organización LGBT Agudá.